Capítulo II

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Seis personas más intentaron pasar después de la mujer, y solo una logró llegar al otro lado

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Seis personas más intentaron pasar después de la mujer, y solo una logró llegar al otro lado.

Ahora era mi turno.

La primera vez que caminé por este rumbo fue hace demasiado tiempo, y por voluntad propia. Era un completo idiota que creía que este lugar terminaría en algún sitio, que si me alejaba lo suficiente tendría alguna posibilidad de escapar. Así en un arranque de adrenalina, mientras el demonio encargado de mi grupo estaba distraído moliendo a golpes a un desafortunado Íon, corrí como un animal herido, sin siquiera pensar en el camino que debería tomar.

Automáticamente mis pies se dirigieron hacia el área de construcciones, donde algunos condenados me miraron dudosos  pero no alertaron a los guardias, dejando mi camino libre hacia el desfiladero.

Minutos más tarde estaba frente a frente al enorme e imponente río, su cauce llevaba a cuerpos indistinguibles cubiertos de magma y fuego ardiente, los gritos que provenían de ahí eran un presagio de dolor y humillación. Sabía que no podría pasarlo y menos con las recientes cortaduras en mis brazos, pero aun así lo intenté, mis ansias de alejarme de este mundo de tinieblas eran demasiado irracionales, por lo que busqué el sitio más estrecho y me sumergí.

Lo primero que sentí fue el terrible dolor de mis pies mientras se derretían al calor de las llamas, le siguió el olor pútrido de la carne quemada, y después una avalancha de cuerpos cayó sobre mí.

Estaba perdido, completamente sin esperanzas, desgarrado por el miedo y la consternación cuando un demonio desconocido salió de la nada y se abalanzó sobre ellos golpeándolos con un hacha desgastada, obligando a los monstruos a quitarse de encima, desatando su ira implacable y reduciendo el espacio que me alejaba de él. Apenas pude sentir la fuerza de sus manos jalándome hacia afuera, quitando mi cuerpo de las brasas mientras me alzaba por lo alto directo hacia la orilla.

Un demonio acababa de salvarme, contrariamente a todo lo que yo pensaba, él me había sacado de ahí.

Nuestro pequeño vuelo no se extendió por más de veinte metros cuando comenzamos a caer aparatosamente contra el suelo rocoso que nos rodeaba. Ambos intentamos ponernos de pie una vez tocamos tierra, lo cual en mi caso era misión imposible. Me quedé tendido boca arriba y le di un vistazo al demonio, quien apenas pudo moverse dio un salto y corrió alejándose.

No podía levantarme, mis piernas destrozadas eran negras como alquitrán, mi piel estaba agrietada profundamente en ciertos lugares que hasta se podía ver el hueso que surca mi muslo y el dolor era peor que mil días de tortura juntos.

Me arrastré difícilmente por un par de horas y llegué a una cueva irregular, parecida a las minas donde trabajamos, pero esta, estaba completamente vacía a excepción de un demonio con pequeñas alas quemadas, semidesnudo y cubierto de trozos de lo que podría haber sido una armadura. Lo reconocí enseguida.

Era quien me había salvado.

Cuando me acerqué a él, balanceó su hacha en frente de mí rostro, mirándome amenazante, midiendo mis posibilidades de atacarlo. No tardo mucho en comprender que no sería un problema y decidió ignorarme.

Inferno: RadianceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora