Uno.

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-Iré a correr, mamá, ¡Vuelvo más tarde!- grité en la puerta de mi casa.

-Está bien, con cuidado.- respondió mi madre desde la cocina.

Salí por la puerta, y comencé a trotar en la oscuridad de la noche.  Coloqué una canción en mi reproductor, y seguí trotando por todo el vecindario.

Saludaba a algunos vecinos en lo que hacía mi rutina de ejercicio diaria, me gustaba más salir a correr de noche, el clima es más fresco, y menos personas me veían.

Creo que debería dar una rápida presentación.

Me llamo _______  Foster, tengo 17 años. Vivo en Pittsburg, honestamente me encanta vivir aquí, el clima me gusta mucho. Y casi todos los habitantes del pueblo conocen a todos de alguna manera, así que es algo acogedor.

En fin, continuando con lo anterior.                 

Llegué al bosque que había cerca de donde vivía, me gustaba más ir a correr ahí.  Consideraba tan afortunadas a las personas que tenían su casa aún más cerca que yo. Me encantaba ir en las tarde, noches, y todo el tiempo posible a ese bosque a tomar , pensar, correr, llorar, todo.

Comencé  a adentrarme más en el bosque, por la ruta que tomaba siempre.  Seguía el mismo camino; el árbol más pequeño, de ahí un árbol con un pañuelo azul amarrado,  hasta unas viejas cabañas que al parecer nadie usaba hace tiempo, como quisiera vivir en esas  pequeñas cabañas.

Llegué al árbol más corto; seguí corriendo. Al árbol con el pañuelo. Me detuve, estiré un poco, y seguí corriendo. Allá estaban las viejas cabañas. Troté hacia ellas, pero fui bajando la velocidad al escuchar voces.

-Escucha Michael, te voy a pagar.- escuché a un hombre decir asustado. Me quedé donde estaba, escuchando.

-Llevas cuatro meses diciendo eso.- contesto otra voz. -¿Recuerdas lo que te dije que pasaría si no pagabas? – preguntó. –Y para tu mala suerte, necesito el dinero, ya.

-N… no… no lo tengo.

-Entonces, no me queda otra opción.

-Por favor, no- suplicó uno de los hombres.- Dame otra oportunidad

-Te di muchas, Darren.

-Michael…

No hubo contestación, si no un disparo.  Me quedé paralizada. Escuché como la puerta de la cabaña abrirse, y un golpe seco en el suelo. De seguro lanzó el cadáver ahí adentro.  Seguía paralizada, no podía creer lo que acababa de presenciar.

Comencé a caminar de espaldas,  sería mejor que me alejara de ese lugar y de quien fuese que estuviera ahí. Después de dar varios pasos hacia atrás lo más sigilosamente posible, comencé a correr, como nunca.

Corría por todo el bosque, sin siquiera saber a donde iba,  espero que fuera el camino a casa. Vi el árbol con el pañuelo, y sonreí mientras corría, estaba más lejos de las cabañas. 

Seguí corriendo, cuando sentí que alguien tiraba de mi brazo.  Intenté gritar, pero el grito fue ahogado por un gemido de dolor, cuando me estrello fuertemente contra un grueso árbol.

Un chico, aún más alto que yo, de piel blanca, cabello teñido de blanco, con un mechón color negro, y unos grandes ojos verdes, me tenía contra aquel árbol, con una mano en el tronco de este, y su antebrazo apoyado arriba de mi pecho, y me miraba con una furia increíble.

-¿No te han enseñado que es de mala educación espiar?- dijo entre dientes, pero con una sonrisa en sus labios, pero su voz me daba miedo.

-Yo no…- comencé a tartamudear. ¿Cómo me vio? ¿Cómo me alcanzó?

-¿Qué escuchaste?- me preguntó sin que la furia desapareciera de sus ojos.

-N...nada…- tartamudeé asustada.

-No mientas.- dijo haciendo presión en mi pecho con su antebrazo. -¿Qué escuchaste?

-Solo… escuché que alguien decía que… te iba a… pagar.- dije.- Pero no diré nada, lo juro. –dije asustada.

-Oh, por supuesto que no lo harás.- dijo riendo. Metió la mano que tenía apoyada en el árbol a su bolsillo, y sacó su teléfono.- Tu nombre.- dijo tecleando algo, aún sin apartar su brazo de mi pecho.

-Megg.

-No mientas.- repitió viéndome, con esa furia en sus ojos.

-___...______.

-Dame tu número celular. Y ni se te ocurra mentir, que acabas con mi paciencia.

-5058746.- dije, ese sí era mi teléfono.  Tecleó el número, y llamó.  De inmediato comenzó a vibrar en mi pierna, y una canción comenzó a sonar.

-Ni una sola palabra, _____.- dijo serio.- Tu no viste nada, ¿oíste niña?

-Sí.- dije mientras asentía con la cabeza.

-Te estaré vigilando, bonita.- dijo quitando su brazo de mi pecho, tomé aire de manera exagerada, y el comenzó a alejarse, aún mirándome.

Cuando estuvo lo bastante lejos, <o por lo menos yo ya no lo veía> comencé a correr de nuevo.  Corrí lo más rápido que nunca antes lo había hecho.  Por fin salí del bosque, y seguí corriendo las calles que separaban mi casa de aquel lugar. Llegué a casa, y cerré la puerta azotándola con fuerza.

-¿Estás bien?- preguntó mi madre saliendo de la cocina.

-Sí… es solo que, estoy cansada.

-Ve y date un baño, después vete a dormir.

Subí a mi habitación, y llené el jacuzzi con agua caliente, quería relajarme. Me deshice de toda  mi ropa, puse algo de música, y me metí lentamente en este. Cerré los ojos, e intenté relajarme.  Estaba lo más tranquila posible, intentando sacar de mi mente las imágenes traumáticas de las que acababa de ser testigo, cuando mi teléfono sonó.

“Ni una palabra. Disfruta tu baño. Descansa.”

Al leer el mensaje, casi dejo caer el teléfono al agua.

Testigo. [Michael Clifford] EDITANDOWhere stories live. Discover now