Capítulo VIII

550 40 0
                                    

La casa de los Guzmán no es muy diferente a la que yo estoy viviendo. En verdad, podría decir que es igual. Exceptuando por la decoración, muebles, etc. Pero algo que puedo decir con toda seguridad sobre esa casa es que es mucho más hogareña que cualquiera en la que haya vivido antes; y he vivido en muchas.

Todo es más simple. Los muebles no son tan de millonarios, por decirlo de alguna manera. Se veía que son de buena calidad, pero no son tan ostentosos. 

Lo que más me llama la atención, y que nunca había visto antes en las casa de acogida, son las paredes de la casa. En cada una de ellas, al menos, hay un cuadro o una fotografía familiar. De Zeke cuando era bebe, de Alex más o menos a la edad que tiene ahora su hermano, de los cuatro familiares en la playa construyendo un castillo de arena, del matrimonio de los padres de Alex donde la madre de éste esta luciendo un hermoso y sencillo vestido de novia a lo sirena y el padre con un esmoquin negro, también muy sencillo. Hay trofeos por todas partes. Natación, fútbol, tenis, etc. Dibujos hechos claramente por un niño más pequeños, ya que en sí, no son nada normal. La primera nota de Zeke en el jardín de infantes por aprender identificar los colores, en fin. Muchos recuerdos de una vida familiar. La historia común y corriente de una pareja que de jóvenes se enamoraron (puedo deducir eso porque la madre de Alex y Zeke se ve demasiado jóven en su foto de matrimonio) y se casaron luego de unos años y decidieron tener hijos. Una familia feliz, en donde todos están contentos por lo que se han convertido con el tiempo. 

Debo decir que siento mucha envidia por ellos. Siempre he deseado tener una familia como los Guzmán. Donde se cuiden el uno con el otro y se note que se quieran. Que vayan de vacaciones y lo pasen muy bien. Quiero esta vida, pero ya es imposible para mi conseguir eso.

Lucy esta jugando con Zeke a los videos-juegos, algo que en casa no puede hacer porque no tenemos y aunque tuvieramos, creo que se llevaría una gran golpiza por usarlos. Ella se ve muy feliz al jugar y me encanta poder ver esa sonrisa tan constante en su cara. No puedo evitar sonreír cuando la veo. El chico que debe de tener unos Ocho años está igual de feliz que Lucy, ambos juegan y se tiran comida haciendo una gran pelea de comida. 

¿Comida? En verdad son solo dulces. Galletas, M&M, patatas fritas, bebidas, maníes, etc. Nunca he comido a grandes cantidades todo esto. La única vez, fue cuando me encontre un poco de dinero en la calle y con los hermanos con los que estaba nos compramos un paquete de galletas Oreo y debo decir, es lo más rico que he probado en toda mi vida. Tampoco creo que Lucy coma mucho de estas cosas. Los idiotas son demasiado asegurados con respecto a la comida y ni siquiera Clara podría pasarnos a escondidas una galleta.

¡Ali!- grita Lucy al verme- ¡Viniste!

Suelta el control de la consola y se acerca a abrazarme. tambén la abrazo ya que me alegro mucho de que se sienta en tal confianza de abrazar y de ser así de feliz y libre. Aquí puede ser como ella realmente es. No me gusta que me abracen, para nada, pero el abrazo de Lucy me reconforma muchísimo. Me alegro de tenerla a mi lado.

-¿Ahora tú también me dirás Ali?- le pregunto mientras todavía esta en mis brazos.

Ella se suelta y va corriendo a agarrar nuevamente el control de la consola y renueva su juego con Zeke.

-Si- me contesta mientras juega- es un lindo apodo el que te creo Alex ¿no crees?

-Supongo que me puedo acostumbrar a él.

Camino hacia donde estan los chicos jugando y pienso en tomar una de las galletas que están en la mesa. Se ven delisiosas, pero algo me dice que será mejor no tomarlas, que me pueden traer problemas si tomo una. Pero claro, ese es el típico pensamiento de chica de hogares de acogida en donde le han pegado con un cinturón y a veces con un palo por tomar un poco más de pan en el desayuno.

Alicia & AlejandroWhere stories live. Discover now