66. Testigo

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- No tengo nada que confesar

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- No tengo nada que confesar.- dijo Connor para después golpear la mesa con ambas manos.- Soy totalmente inocente.

- Y yo te creo Connor, pero no me lo estás poniendo para nada fácil. Necesito una versión sólida para presentar al jurado.- contestó Emma Candyl, que había sido asignada como abogada de Connor.

- Esa es mi versión, la que te he contado mil veces. Un demonio se hizo con el control de nuestra casa y comenzó a matarnos uno a uno para que hiciéramos lo que ella quería. Los detalles ya te los he contado uno por uno, la única muerte en la que participe fue en la de mi hermana y fue para ahorrarle sufrimiento.

Emma dejó caer su peso sobre la silla metálica y tras un par de segundos volvió a erguirse apoyando sus codos sobre la mesa.

- Tienes que entender que esa versión de los hechos no va a creersela ningún juez. Esa es la realidad.

Connor levantó la mirada y miró seriamente a Emma.

- Yo te creo Connor.- añadió Emma.- De verás que lo hago, pero quizás deberías aceptar los cargos y poner fin a esto. Es lo más beneficioso para ti.

- ¿Estás insinuando que reconozca haber cometido unos crímenes que no he cometido?

- Ayer entraron al psiquiátrico y encontraron el cadáver de tu madre y hace unas horas encontraron los cadáveres de Ethan y de Collin en una granja cercana. Todo este tema del psiquiátrico clandestino y de lo que catalogan como "La matanza del siglo" está sacudiendo las redes sociales y la prensa. Ahora mismo el gobierno de Alaska está muy presionado por toda esta polémica y quieren cerrar el caso lo más rápida y racionalmente posible. Tal es su desesperación que me han ofrecido una cadena perpetua si te declaras culpable en el juicio de hoy.

- ¿Una cadena perpetua es a lo mejor que puedo llegar?- preguntó Connor.

- Tal y como están las cosas... una cadena perpetua es un regalo de Navidad anticipado.

Connor y Emma se encontraban en una sala de interrogatorio, perteneciente a uno de los juzgados más importantes de Alaska. Connor había pasado allí ya dos noches, durmiendo en un calabozo y tres veces al día se reunía con su abogada para que esta le pusiera al día sobre las últimas novedades del caso. Ambos estaban sentados uno enfrente del otro, con una robusta mesa metálica entre ambos. Connor se encontraba esposado de muñecas y tobillos y varios policías le vigilaban a través del cristal.

Está entre nosotros.Where stories live. Discover now