28. Siervos

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Ethan miró confundido a aquella psicodelica pareja, la cual aseguraba ser los mismísimos Grant

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Ethan miró confundido a aquella psicodelica pareja, la cual aseguraba ser los mismísimos Grant.

- Se supone que los Grant murieron en aquel incendio. Tenéis toda la granja llena de ceniza. No pueder ser que esteis vivos... sois una alucinación...- dijo Ethan cerrando los ojos y tratando de concentrarse.

Pasaron largos segundos hasta que Ethan se decidió a abrir de nuevo los ojos. Pero al hacerlo, volvió a observar a los dos ancianos mirándole con una sonrisa en sus rostros.

- ¿Te parecemos una alucinación hijo?- preguntó el hombre mientras rascaba su barriga.

- Nadie puede sobrevivir a algo así.- dijo Ethan mirandoles asustado.

- Y no lo hicimos. Ninguno de los dos sobrevivimos. Realmente aquel día el fuego nos mató.- contestó el hombre.

Ethan quedó confuso. Si aquellas personas no eran una alucinación y según ellos mismos habían muerto aquel día... ¿cómo era posible que tuviera enfrente a esas dos personas?

- No entiendo nada.- añadió Ethan.

El alambre de espino que rodeaba sus muñecas cada vez le hacía más daño y hacía que su sangre deslizara por los brazos de la silla y cayera al suelo. Cada vez comenzaba a notarse más débil debido a la pérdida de sangre.

- Hace mucho tiempo que no cuento esta historia.- contestó el hombre.- Es muy peligroso contarla, ya que nadie puede descubrirnos. Pero bueno, todo aquel al que se la contamos termina muerto. Y ninguno de vosotros va a salir de esta granja, así supongo que puedo contartela.- añadió el hombre sonriendo.

Cuando sonreía se podían ver sus dientes podridos y amarillentos. De vez en cuando caía algún trozo de su piel facial sobre la mesa y sobre su plato de comida.

- Mi mujer Beth estaba muy enferma. Un tumor cerebral ocupaba poco a poco su cráneo, adueñándose cada vez más de su cerebro. Comenzó  olvidando cosas de nuestro pasado. Olvidó el nombre de sus padres, el mío, incluso olvidó su nombre. Cada vez recordaba menos y terminó viéndome como a un total desconocido. Cuarenta y siete años de matrimonio y me miraba como si jamás me hubiera visto antes. Olvidó como ir al baño, como comer... iba a morir de un momento a otro. Estaba postrada en su cama el día entero, mientras yo veía como su alma se desvanecía de su cuerpo poco a poco.

Ethan escuchaba atentamente aquella historia, mientras miraba a la cara a aquel hombre.

- No podía perderla. No podía verla morir de esa forma, sin recordar nada de lo que ella y yo habíamos sido. Me negaba a aceptar que cualquier día su cuerpo estaría bajo tierra. Rece durante días, semanas... incluso meses. Rezaba a Dios por ella, para que una mañana al despertarme pudiera verla pasear por el trigal. Me dejaba la garganta y el alma rezando a nuestro Dios todo misericordioso... pero nada hizo efecto. Estaba furioso, había sido un buen hombre, dedicado a él y a mi mujer. Jamás había hecho nada que le pudiera ofender. Pero Él no me escuchó, no puso atención a mis desesperadas plegarias y mi mujer seguía pudriendose en aquella vieja cama. Una noche rabioso grite a los cuatro vientos que le odiaba, que me había dejado abandonado, que jamás escucharía oraciones mías hacia él. Quemé todos mis crucifijos y vestimentas religiosas. Alimente el fuego de la chimenea con las páginas bíblicas y jure que nunca jamás sería un hombre de Dios. Fue entonces cuando note una poderosa presencia frente a mi, la cual desprendía una oscura atracción. Solo podía ver la sombra de su largo pelo, bailando detrás de las chispeantes llamas de la chimenea. Escuche su voz directamente en mi mente, como si hubiera entrado directamente a mi alma. Y me ofreció algo que cambiaría mi vida.

Ethan atendía aquel relato, mientras notaba como sus latidos aumentaban.

- Me ofreció un pacto. Ella me entregaría la vida eterna a mi a mi mujer. Jamás tendría que enterrarla y prometió devolverle todos aquellos recuerdos que el cáncer le había hecho olvidar. Yo acepte entusiasmado y le di mil veces las gracias. Pero ella contestó que ella exigía algo a cambio. "Haré lo que sea" le dije, mientras trataba de descifrar que era aquello con lo que hablaba. Pude ver entonces unos ojos rojos bajo su negra melena, los cuales brillaban más que el fuego... "Vuestras almas, eso exijo" contestó aquella silueta misteriosa. También quería que dedicaramos nuestras vidas a ayudarle a expiar lo que ella llamaba su "pecado carnal" y que una vez su pecado quedará expiado, nos devolvería nuestras almas. Yo le dije que aceptaba, estaba dispuesto a entregarle mi alma y a ayudarla en todo lo que ella quisiera si a cambio me permitía estar al lado de mi mujer para siempre... "¿Cómo te entrego mi alma?", pregunte levantándome de mi butaca. Fue entonces cuando su silueta desapareció de la chimenea. Pase varios minutos tratando de averiguar a donde había ido a parar, pero de pronto, vi como el fuego de la chimenea comenzaba a expandirse por las paredes. Las llamas comenzaron a llenar mi casa, totalmente descontroladas y salvajes. Antes de que pudiera intentar socorrer a Beth, las llamas ya quemaban mi piel sin ninguna piedad. Mientras notaba como mi piel se despegaba de mis huesos, escuché de nuevo su voz en mi mente. "El pacto ha sido sellado", dijo con una tenebrosa voz y después...todo oscuridad. Lo siguiente que recuerdo fue estar de rodillas sobre la tierra, con mi lápida a mis espaldas y la tapa de mi ataúd partida por la mitad. Mi mujer también estaba de rodillas sobre la tierra, mirándome atentamente. Y después de tantos años... mi mujer se acordaba de mi. Nuestros cuerpos estaban totalmente desfigurados y calcinados, tal y como están ahora, pero nada de eso importaba ya. Tenía lo que tanto había deseado : a mi mujer de vuelta. Enterre de nuevo nuestros ataúdes vacíos y caminamos en la fría noche hacia nuestra granja. Teníamos tantas cosas que recordar juntos, tanto para hablar. Nos daba igual a ver vendido nuestras almas, eramos felices. Mientras hablabamos, volvió a aparecerse aquella mujer ante nosotros para decirnos que era aquello que necesitaba de nosotros. Nos dijo que ella mantendría alejado de nuestra granja a cualquiera que tratará de acercarse y que debíamos entregarle sacrificios de carne de vez en cuando. Pero lo más importante era que quería que hiciéramos por ella, para que su alma pudiera entrar al Infierno. Y lo que quería era que entraramos en las viejas ruinas de un un secreto psiquiátrico. Jamás nos dijo que quería que hiciéramos allí, pero nos dijo donde se encontraba su entrada. Una noche de madrugada fuimos hacia allí, dispuestos a devolverle aquel enorme favor que nos había hecho... pero al llegar, vimos a un gran grupo de obreros construyendo una enorme casa familiar, justo encima de aquellas ruinas. No pudimos hacer nada, en menos de un mes ya estaba totalmente construida y los Mason comenzaron a vivir en ella. Llevamos siete años buscando el modo de poder entrar en aquella casa sin ser descubiertos, encontrar la entrada a aquel psiquiátrico y poder así cumplir nuestra promesa y recuperar nuestras almas. Pero era imposible. Ella no tiene poder donde no se le ha invocado, por lo que no podía controlar a los Mason. Nosotros debíamos hallar la forma de colarnos en la casa de los Mason, mientras le alimentabamos con sacrificios humanos y de animales. Pero por suerte, tras años y años de espera, tú y tus amigos le abristeis la puerta de aquella casa y ahora no parará hasta conseguir lo que quiere. Nos habéis hecho un favor enorme, ahora todo esta bajo su control.

- ¿Todas aquellas desapariciones de niños y de pastores durante estos años fueron obra vuestra?- preguntó Ethan asqueado.

- Sí... fuimos nosotros. Debemos fortalecerla, es nuestra obligación. Tenemos que entregarle lo que nos pide. Sin carne de la que alimentarse no es nada, perdería sus poderes y quedaría condenada a vagar por la eternidad en el mundo de los vivos. Hace poco, cuando nos trajo a tu chica le dimos una cabra blanca como sacrificio. Nosotros somos sus humildes siervos.

Ahora Ethan sabía de donde había salido aquella cabra blanca cuyo cadáver reposaba sobre la bañera.

- Y como agradecimiento por nuestro leal servicio, nos ha obsequiado con tres jóvenes... no puedo decirme por cual nos comeremos primero...

 no puedo decirme por cual nos comeremos primero

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