Por Texa.

Entre que ocurría nuestra conversación, llegamos a lo alto de la colina donde se encontraba el castillo de madera y concreto. Finn estacionó el Wrangler justo al frente de las largas escaleras que conducían hacia la gran entrada con dos puertas macizas.

No alcanzó a pasar un segundo entre que nos detuvimos y un grupo de gente llegó corriendo hacia nosotros gritando cosas que no alcancé a entender.

Se detuvieron al lado de mi puerta y formaron dos hileras humanas. Bueno, humanas no, en realidad eran dos hileras de hummons de Séltora.

La mayoría de ellos tenían un aspecto similar a Texa: una mirada felina, tez oscura, ojos exóticos, altos y con pinta de guerreros de película antigua. Llevaban una especie de armadura que dejaba bastante piel al descubierto y exponía sus músculos desarrollados. Entre las dos hileras, diferencié mujeres que parecían igual de rudas que los hombres, igual de rudas que Texa.

Una oleada de remordimiento me golpeó, porque Texa debería estar ahí con nosotros, llegando sana y salva. Me pregunté cómo se sentirían los demás por eso.

Uno de los hummons, al cual le colgaban varias piochas del lado derecho de su armadura, abrió mi puerta, y al mismo tiempo otro hummon abrió la puerta de Finn. Ninguno de los dos habló.

—¿Y ahora qué? —susurré a los que estaban dentro del Wrangler, con los ojos bien abiertos.

—Es tiempo de que te conozcan, princesa. Bájate —ordenó Finn, con una pequeña sonrisita inusual.

—No te pongas tímida ahora —Theo me codeó suave.

—Qué gracioso —espeté y me bajé de un salto. Me sentí un poco ridícula con esa caída de superhéroe.

Apenas mis pies tocaron el suelo, toda la hilera de personas hizo un movimiento muy raro, como tensándose, pero no me miraron.

Me quedé plasmada, me giré y vi que Theo, Finn y Mike estaban justo detrás de mí. Todos serios.

Ah, genial.

Me volví y no sabía bien qué hacer, pero antes de improvisar algo, el mismo hombre que me abrió la puerta comenzó a hablar en un tono grave y fuerte que me sobresaltó:

—El reino de Séltora se enorgullece en darle la bienvenida a la princesa Claire. —Mantuvo su mirada al frente—. Espero que su estadía en nuestro reino sea totalmente de su agrado, estamos para servirle y protegerla.

Ya...

—¡Proteger a la princesa Claire! —Gritaron todos en un canto al unísono y me sobresalté otra vez.

Me quedé parada ahí, perpleja. Observé al hombre alto y robusto que había hablado primero y luego a los hummons de ambas hileras.

Advertí la cabeza de Inago bajo mi mano izquierda, como si me estuviera dando apoyo. Miré hacia abajo y estaba sentado en sus posteriores, con la cabeza hacia arriba, casi parecía sonreírme para animarme. Increíblemente, funcionó.

—Gracias —dije con un tono que casi sonó a una pregunta.

Finalmente, Theo llegó a mi lado derecho y puso su mano en mi espalda.

—Caminemos hacia la entrada —me indicó, menos mal.

Finn pasó por nuestro lado y me dedicó una pequeña sonrisa amable. Avanzó entre las hileras con Inago a su lado.

Agaché un poco la cabeza. Lo único que faltaba era pasar por esa hilera de hombres desconocidos como si fuera la gran cosa. Para ellos lo era, por el poder que supuestamente había en mí, pero yo me sentía un poco insignificante en ese mundo de más que humanos.

Atanea I: Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora