Capítulo 39

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El monasterio de Spiš, a pesar de todo lo que ocurría a nuestro alrededor, aún conservaba esta sensación de paz y sosiego que tenía por ser un lugar sagrado y lleno de luz. Lo cual agradecía enormemente, pues, lo único que quería en este momento era tranquilidad, pura y absoluta, para olvidar

Quería olvidarme de todo, al menos por unos minutos, y respirar, porque la realidad era que, desde que regresamos del Valle de La Muerte hace un día, un enorme torrente de emociones se había instalado en mi pecho, impidiéndome hacer cualquier cosa salvo sufrir

Anathiel estaba de regreso, y yo no podía lidiar con ello por lo que su retorno significaba. Muerte estaba con ella a cada instante. Desde que habíamos regresado, todas sus acciones y pensamientos, giraban en torno a su amada que se encontraba aún inconsciente en una de las habitaciones del monasterio

Dios, solo pensar en ellos dos juntos hacia que mi corazón se comprimiera de manera dolorosa en mi pecho

Sabía que este momento llegaría. Yo corrí el riego al aceptar estar con Muerte sabiendo que ella algún estaría de vuelta. Era mi responsabilidad, ya que yo misma me provoque este dolor desgarrador, pero el conocimiento de ello no aliviaba para nada mi lastimado corazón. Me sentía totalmente hueca, no había nada en mi interior. Había agotado toda mi reserva de lágrimas hasta que casi estaba segura de que había inundado el cuarto de Slaven el día anterior. Una vez que los tres estábamos de regreso, ayude a Muerte a llevarla a la habitación que era mía, pues, no me había apropiado de ella lo suficiente, así que sentí que era lo correcto llevarla allí para que descansara. Recuerdo que estaba en piloto automático cuando le tendí una manta a Elemiah para que cubriera el frágil cuerpo de Anathiel. Recuerdo sentir mi corazón latir demasiado lento, como si se estuviera deteniendo, al ver como el la atendía con cuidado y cariño

Incluso en este momento podía recordar, con la más angustiosa claridad, la sensación de las lágrimas calientes construyéndose cuando los ojos ambarinos de Elemiah encontraron los míos. Había una tristeza infinita en ellos. La culpabilidad brillaba en ellos al igual que sus lágrimas no derramadas y, cuando dijo mi nombre con desesperación, me rompí. En verdad lo hice a pesar de que no deseaba haberlo hecho delante suyo

En ese momento, no pude soportarlo más. No pude quedarme en esa habitación con ellos dos, así que salí de allí lo más rápido que pude cuando Elemiah se levantó de la cama y avanzo hacia mí. Sin detenerme, abrí la puerta y corrí por el pasillo hasta que mis pies me llevaron a la habitación de Slaven. Al abrir la puerta de la habitación de mi amigo sin avisar, él se levantó de un salto del sofá y me miro. Cuando vio mi rostro bañado en lágrimas y el temblor de mi cuerpo, lo supo. No hubo palabras entre nosotros, y el solo me abrazo mientras lloraba. El me sostuvo cerca de él y se aseguró de hacerme saber que era amada y que siempre estaría allí conmigo

Me sentía completamente drenada y agotada emocionalmente después de que los sollozos erráticos rasgaran mi alma en dos, así que caí dormida en segundos. Dormí por unas cuantas horas, pero no descanse en lo más mínimo. Las pesadillas inundaron mi mente somnolienta recordándome que, ni siquiera en mis sueños, podía dejar de sentir

Pesadillas en las que veía a Muerte sonreírme y después besarme, llenaban mi mente. En mi sueño, él decía que me amaba y, durante un breve instante, pensé que ese sueño era real, y que esta realidad de sufrimiento que había vivido era la pesadilla. Sin embargo, fui una tonta al pensar aquello, pues, en un momento él me sonrió y me dijo: "Te amo, Annie"

Cuando el dolor perforo mi pecho, me di cuenta de que estaba soñando; estaba teniendo una horrible pesadilla. Desperté con el corazón acelerado y con las lágrimas cayendo sobre mis mejillas. Slaven estaba allí al instante para consolarme, pero yo quería estar sola. Así que, sin más, y después de rogarle unos momentos de soledad, salí de la habitación y me encaminé a este lugar en el que estaba ahora

EL LIBRO DE LOS CONDENADOSWhere stories live. Discover now