055 | Camaradería

Start from the beginning
                                    

—¡Retomemos la matanza, damas, caballeros y niños cuyas madres son irresponsables por traerlos a oír a alguien como yo! —La característica voz de Gabe Hyland se expande en una onda sonora desde la pequeña plataforma en uno de los laterales del campo. El vecino de los Shepard pareció gozar de su trabajo como locutor durante el partido pasado ya que ahora se encuentra con micrófono y —presten atención—, diccionario en mano—. ¡Los Saviors de Grettford parecen ser indestructibles, y cabe resaltar que a nuestros queridos Jaguars les están dando la paliza del siglo!

—Los visitantes parecen seguir el camino hacia la victoria con un total de 28 puntos sobre los 14 que han obtenido los locales. —La voz de la joven estudiante de periodismo se carga con nerviosismo—. ¡Pero no todo está perdido, amigos! Por alguna razón el espíritu deportivo abunda en esperanza; la pasión crea ilusión y esta no acepta la derrota hasta que se ha dado el último aliento.

—Esa es una forma bastante poética de decir que perderemos, nena —acota el muchacho ganándose el abucheo por parte de la muchedumbre oriunda de Betland—. Sin embargo, la victoria para los Jaguars aún es asequible. —Mis cejas y las de Claire se disparan en cuanto Gabe pronuncia la palabra. El chico probablemente usa el libro en su mano como pisapapeles, así que no esperas oír tal locución de su parte—. Y sí, acabo de decir asequible —agrega él abriendo el diccionario para leer—. En este caso significa que es algo que puede conseguirse o alcanzarse, y no me miren como la bella dama a mi lado lo hace —advierte—. Mi abuela me dijo que debo ampliar mi vocabulario dado que este se reduce a «sí», «no», «no sé», «tengo hambre» y «yo no fui» —explica provocando que la misma multitud que antes chillaba en desaprobación con su comentario anterior comience a reír—. ¡De acuerdo, señores, señoras y mocosos menores de veintiún años, este juego tiene que continuar! Sé que preferirían seguir oyendo mi melódica voz mientras pronuncio cosas como paralelepípedo o birlibirloque, pero ya habrá tiempo para eso.

Estoy anonadado.

Hyland en verdad abrió ese diccionario por cuenta propia.

—¡El árbitro ya está listo! ¡¿Podrán nuestros queridos Jaguars de la BCU triunfar después de todo?! —exclama la muchacha cuyos rizos se enredan y saltan de un lado al otro mientras la brisa nocturna sopla—. ¡¿O será la Universidad Estatal de Grettford la que se mantenga invicta y se lleve la victoria esta noche?!

—¡Ajusten sus malditos cinturones porque estamos a punto de acelerar, y les recuerdo que en este momento, con los Saviors y los Jaguars luchando en el campo, no tenemos frenos! —grita Hyland simulando conducir un automóvil desde su asiento; el volante es el diccionario, desafortunadamente.

Cierro los ojos y me permito oír el correr del viento, los gritos de la tribuna en el fondo y el distinguible sonar de las manos siendo chocadas entre compañeros de equipo. Oigo las palabras de aliento, las inhalaciones cargadas de nerviosismo y las risas más estridentes; soy capaz de escucharlo todo y, si presto atención, también puedo oír los constantes y raudos sonidos de mi corazón.

No necesito tocar el balón para que el órgano dentro de mi caja torácica decida aumentar su frecuencia, únicamente basta con ponerme la camiseta del equipo o ver los reflectores que iluminan las yardas del campo para que eso suceda. La antelación y la ansiedad hacen estragos en mi sistema, cualquier pensamiento se esfuma en cuanto el silbato del árbitro suena a través de las masas de aire.

El caos se desata.

—¡El centro pasa el balón al quarterback y Logan retrocede, creo que le pasará el balón a Hamilton! —chilla Claire aferrándose al micrófono tan emocionada como exaltada—. ¡Oh, diablos, esperen, no lanzó! ¡Tras un engaño es Chase Timberg, el corredor, quien porta el balón!

—¡Son como caníbales! —grita aterrado el dieciséis cuando aparezco a su lado como respaldo—. ¡Nos van a comer, Malcom! —chilla en cuanto un Savior se abalanza pero uno de nuestros compañeros llega a bloquearlo.

—¡Yo me los voy a comer a los dos si no anotan, imbéciles! —la advertencia del entrenador penetra nuestros oídos cuando estamos a unos pocos pies de la zona de anotación.

Esto se siente como una película de terror: los de la Universidad Estatal literalmente se nos están abalanzando en el aire, saltan y rugen como feroces animales que solo podrías encontrar en una jungla. Vienen de todas direcciones y, una vez que caen, vuelven a ponerse de pie para volver a atacar. Nuestros jugadores se mueven con agilidad cerca del número dieciséis y de mí para practicar el bloqueo cuando un adversario se acerca demasiado, pero la barrera a nuestro alrededor parece estar a punto de romperse.

Aumento la velocidad y me precipito al último par de yardas. Mi pecho sube y baja sin control, mi corazón ha enloquecido y golpea contra mis costillas. Siento el sudor que se forma en mi frente y cuello. La adrenalina me consume y aumenta a medida que los fanáticos se ponen de pie en las gradas.

—¡Estamos a punto de anotar, tan cerca de...! ¡Cuidado! —chilla Hyland al mismo tiempo en que me giro para bloquear a un contrincante que está a punto de alcanzar a Chase—. ¡Bien hecho, Marcos! Yo sabía que servías para algo más que lecciones de física, matemática y langue française —añade intentando imitar el acento francés.

Mis tímpanos lloran ante su pronunciación.

—¡Esto es inédito, casi tan extraordinario como mi nacimiento! —La voz de Gabe hace saltar y estallar en aplausos a los espectadores—. ¡Chase Timberg acaba de hacer un touchdown!

Entonces, tan rápido como siento a los Jaguars abalanzarse hacia nosotros para envolvernos en un abrazo catastrófico,

Hyland se gira y toma en sus brazos a Claire.

Y la besa.

KANSAS

Perdimos.

Tal vez por eso esta fiesta se siente como un funeral.

Los Jaguars siempre fueron de la clase de equipo que festeja tanto victorias como derrotas; en el primer caso, el alcohol sirve para celebrar y, en el segundo, para ahogar penas u olvidarse del partido con música y mucha cerveza, pero esta vez es diferente. Según lo que ha dicho Jamie cuando veníamos en el Jeep, los jugadores de la BCU jamás lograron vencer a los Saviors en lo que va de la temporada. Además, hay que añadir el hecho de que acaban de quedarse fuera de las finales.

Lucharán por el tercer puesto.

Música electrónica suena por lo bajo y a duras penas hace vibrar un poco las paredes, los universitarios están distribuidos a lo largo de la sala de estar de Chase, observándose los unos a los otros o con los ojos pegados en las pantallas de sus celulares.

—De acuerdo —digo lo suficientemente alto como para que todos me oigan—. Esto es realmente deprimente, hagamos algo al respecto.

—¿Qué quieres hacer, Sunshine? —inquiere Ben, sentado junto a Harriet. Ellos ni siquiera se miran, pero noto la forma en que el muslo de Hamilton se presiona contra el de la rubia y el brazo de este se extiende a lo largo del respaldar del sofá; sus dedos juegan con un mechón del cabello de la futura abogada—. Porque yo solo quiero beber e irme a dormir. Este día apesta —añade llevándose un vaso de plástico rojo a los labios.

—Quedan muchas temporadas por jugar, y aún pueden ganar el tercer puesto —replico—. Así que vas a levantar tu bonito trasero de ese sillón e iremos afuera, ¡todos! —aclaro deslizando mi mirada alrededor—. Tengo una idea.

—Eso no suena como algo bueno o legal —acota una voz bastante familiar. Segundos después, Malcom entra a la sala y me contempla con ojos azules y rutilantes.

Me gustaría saber qué ha hecho en la hora y media que hemos estados aquí. Él simplemente desapareció en cuanto llegamos.

—Si viene de Kansas, posiblemente no lo sea. —Sonríe Jamie haciendo fondo blanco de lo que queda en su vaso—. Y exactamente por eso lo haremos.

—Bien —comienzo—. Quiero que depositen un billete de diez dólares sobre la mesa, ahora.

Beasley es el primero en acercarse.

TouchdownWhere stories live. Discover now