—¿Estás dicien...?

—No te lo tomes a mal, Claire —interrumpió, girándose—. Simplemente estoy acá para ser de apoyo... Para apoyo. —Estiró el mentón—. También es mi deber preocuparme de que el guardián que protege a la princesa tenga la mente clara en su misión y no se empañe por impulsos no adecuados... —titubeó, debatiéndose si debía continuar la frase—. Como, por ejemplo, perderte de vista después de tener un pequeño baile cercano.

Amplié mis ojos de par en par y sentí que mi mandíbula caía.

—Pero, ¿cómo es que sabes eso?

—¿Que el guardián te perdió de vista por abochornarse después de bailar contigo? —Otra vez esa mirada tensa—. Cada miembro del Consejo de Atanea o de sus reinos aliados se enteró. Un guardián casi arruinó por completo la guerra por ponerse a babear. Ya sabes lo que dicen de los rumores, que corren más rápido que el...

—No, no sigas. —Lo atajé de forma mal educada alzando una de mis manos.

Inago subió la mirada hacia nosotros.

—Tranquila, Claire. No te molestes. Para eso estamos acá. Por eso han enviado al príncipe de Séltora a cuidar de ti, para que actúe con la mente y no se deje engañar por el corazón.

Me dedicó un gesto lleno de orgullo, y yo solté un quejido atónito.

—¡¿Eres un príncipe?! —jadeé con la poca voz que salió de mi garganta.

—No uno tan especial como tú, Claire. —Me dio un suave empujón con su brazo—. Pero ya verás por qué me tomo este trabajo incluso más seriamente que el resto. Tengo que ser extraordinario para Séltora.

Miró hacia el cielo un momento y luego suspiró.

Yo seguía atónita. Otra vez me costaba creer tanta increíble y fantasiosa información.

Observé la jungla una vez más. Todo estaba en calma y a la vez con mucho movimiento, con vida, pero en paz.

—Es hora de volver a la torre, no es bueno que estés expuesta tanto tiempo —ordenó posando su mano en mi brazo y echando una mirada alrededor.

Me limité a asentir, impactada.

Cuando entré a la torre por segunda vez, Theo reía con Mike y tiraban combos en modo de juego. Theo se burlaba de él por algo que no alcancé a escuchar. Texa estaba sentada muy seria en la mesa rudimentaria, sin ninguna expresión en el rostro.

Era obvio que Theo y Mike se conocían desde mucho antes, la amistad era evidente. Mientras que con Texa, al parecer, ninguno tenía relación. Salvo Finn, después de todo, era su príncipe. Ahora lo sabía.

Theo se acercó rápidamente a mí. Más cerca... y más cerca. Sus brazos rozaron con los míos cuando se detuvo. No miró ni por un segundo a Finn.

—¿Has absorbido suficiente selva en tus pulmones?

—No lo suficiente para estar encerrada aquí hasta mañana.

Percibí que Finn nos analizó y me sentí incómoda. Esquivé a Theo y me encaminé hacia uno de los sillones. Se levantó un ambiente raro.

Comimos casi en silencio, exceptuando las bromas entre Mike y Theo, bromas que ni siquiera entendí. Finn soltaba una pequeña risita cada cierto rato y Texa no cambiaba su semblante inescrutable.

Después de comer, Mike me contó cómo se habían conocido Theo y él. Resultó ser que se conocían desde el primer año de primaria, incluso habían entrenado juntos para ser parte de los agentes de élite, lo que los convertía en mejores amigos. Me pareció curioso que el mejor amigo de Theo fuera tan distinto a él.

Luego de una larga charla, me recosté en uno de los cómodos sillones de cuero, mientras que los cuatro "guardianes" susurraban algo así como estrategias para el día siguiente.

Decidí tomar una siesta, después de todo, había dormido una miseria. Inago me imitó recostándose abajo del sofá. Adoraba a ese felino hermoso. Estiré mi mano para acariciarle las orejas.

—Quién fuera felino... ¿no, Theo? —escuché a Mike, riéndose.

Qué atrevido.

Theo no dudó en atestarle un manotazo en la cara y gruñirle algo por lo bajo. Sin embargo, ni siquiera me miró, y menos mal, porque me había puesto roja como un tomate.

Me acomodé, pero antes de hacerlo, mi mirada se cruzó con la de Finn, y esos ojos azules eran juzgadores.

Cuando desperté, aún con mucho sueño, la única pequeña ventana me indicó que afuera ya era de noche. No sabía cuánto había dormido, pero no había sido suficiente.

Theo, Finn y Mike seguían hablando de forma seria en la mesa, con un gran mapa o algo parecido que no alcazaba a ver, con comida y vasos repartidos alrededor.

Texa se acercó a mí y señaló que subiéramos a mi habitación. Obedecí en silencio sin ánimos de oponerme.

Antes de subir por la escalera que estaba entre dos paredes curvas de cemento, miré una vez más a la mesa y encontré a Theo observándome antes de que lo perdiera de vista.

Subí tres pisos con Inago siguiéndome los talones antes de llegar a una habitación de tamaño medio, con el techo en diagonal. Era de madera y cemento al igual que toda la torre. Había una enorme cama tallada a mano con sábanas blancas y al costado una cama similar pero de una plaza. Una enorme alfombra verde decoraba la habitación. No había televisión, ni radio, solo un sillón con una estantería llena de libros y varias pinturas de la selva repartidas por las paredes. Justo al frente de la cama había un enorme ventanal que se extendía hasta el techo, dejando entrever el paisaje. Los árboles se asomaban y exponían un pedacito de cielo lleno de estrellas y la gran luna.

Era un lugar mágico, pero aunque deseara con todo mi corazón salir una vez más para sentirme en la película de Tarzán, sabía que no podía y que ninguno de mis guardianes me apoyaría, quizás solo Inago.

Texa dijo que ella dormiría conmigo esa noche. No era privacidad, pero al menos no tendría los ojos de un hombre encima por un momento. Abrí una de mis maletas para tomar mi pijama.

—Le traeré comida, princesa Claire, y debe seguir descansando. Mañana será un día muy estresante y peligroso, debe estar con sus energías al máximo —dijo con su habitual tono profesional y su mirada felina.

Le respondí con un asentimiento.

Estaba desdoblando mi pijama para ponérmelo cuando una nota verde cayó al suelo. Mi corazón dio un brinco al pensar que era una nota de mi mamá que no había visto antes.

La recogí esperanzada, pero al instante noté que la letra no era de mi madre, ni de mi padre, ni de nadie que conociera. Era una letra grande, un poco descuidada, pero era incluso arrogante. Era una pequeña nota sin firma.

Te ves hermosa con la camiseta rosa.

Ah... ¡¿Qué?!

Nota: Gracias a todos los que han llegado hasta aquí. Por favor dejen sus opiniones. Los amo <3

Atanea I: Heredera doradaWhere stories live. Discover now