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Capítulo 10:
Camino a la selva

Descansaba sobre el asiento de primera clase que nos llevaba hacia Brasil. Mi cuerpo estaba a gusto, pero mi mente seguía impresionada por lo ocurrido con Brad.

Maldito Brad.

Recordaba cada una de las veces que lo había besado, abrazado, y también cuando acepté ser su novia. Las náuseas me invadían la garganta al recordar esas cosas.

¿Cómo había podido ser tan ilusa?

Era de noche, pero no pegaba ojo. Horas atrás había tenido uno de los peores momentos de mi vida; los hummons casi me habían atrapado, lo que hubiera sido una muerte segura.

Theo se mantenía en silencio a mi lado, estaba más callado que nunca.

Nuestro recorrido aéreo fue prácticamente sin hablar. Theo me echaba una ojeada cada cierto rato, pero siempre con culpa, y luego se pasaba la mano por el pelo demostrando su frustración.

Intenté conversar sobre temas sin importancia para distraerlo, pero la mayoría de las veces se limitó a responderme con una pequeña sonrisita que no le llegaba a los ojos.

No quería verlo así. Prefería al Theo que se pavoneaba con su ego, que se burlaba y hacía cosas con los ojos.

—Theo, tienes que superarlo ya —le expresé firmemente.

—¿Superar qué? —preguntó apenas con un murmullo, sin quitar la vista de la pantalla apagada que tenía al frente.

Le lancé una mirada severa de "tú sabes qué".

—No puedo, Claire. Juré a mi reino que no te fallaría —masculló y se tocó la mandíbula.

Caramba, incluso frustrado se veía guapo.

—No lo hiciste, me salvaste, estoy en una pieza. —Apoyé mi mano en su brazo con suavidad—. Deja ir esa culpa. Tú eres quien me cuida directamente contra los locos que nos persiguen, jamás me había sentido tan segura en toda mi vida. —Le dediqué una sonrisa de satisfacción, aunque no del todo sincera, ya que, por supuesto, me sentía mucho más segura antes, cuando no estaba enterada de todo este disparate.

—No te creas psicóloga, princesa. —Me regaló una de sus sonrisas sexis, pero duró poco—. No te volveré a fallar.

—Lo sé.

Apoyé la cabeza en su hombro y Theo no se movió un milímetro, no pude ver su expresión. Mis párpados se hicieron pesados mientras observaba sus manos juguetear.

Aterrizamos en Manaos y Theo estuvo un rato ocupado tecleando cosas por ese CodeMessage. Después metió todas las maletas en un carro y las empujó hacia la salida, conmigo a su lado. Estaba agotada.

Había dormido todo lo que quedaba de trayecto sobre su hombro, a pesar de tener un cómodo asiento de primera clase solo para mí.

Caminamos hacia la salida donde nos esperaba un Wrangler plateado con dos hombres mirándonos expectantes, supuse que eran hummons.

—Mi padre envió un mensaje. Nos envían apoyo para estar en la selva —susurró cerca de mi oído con cierta frustración—. No te imaginas cómo se puso el Consejo al enterarse de que casi te atrapan.

—Qué más da, tú y yo solo acatamos órdenes.

Torció el gesto con una ceja enarcada. Luego negó con la cabeza.

—Como sea, al menos enviaron a un buen apoyo —murmuró sin explicar más.

Ambos hombres eran más o menos de la edad de Theo, pero no se veían tan intimidantes como él.

Atanea I: Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora