De manera súbita, me pasó un pedazo de tela por la boca, inhabilitando cualquier grito que pudiera hacer. Solo se oyeron mis gemidos. Me ataron de manos y pies. Mi cuerpo quería rendirse ante ese estrés, sentía el desmayo cerca, pero una voz interna me susurraba que no podía e insistía que no me rindiera. Debía permanecer consciente, estar atenta a cualquier descuido para poder salvar mi vida.

Me tomaron como un saco al hombro y abrieron la gran ventana del baño. Me sacaron al exterior y caímos en un estacionamiento secundario del hotel. Noté que era un aparcamiento de segunda mano, del personal o algo así, y estaba vacío, con unas débiles ampolletas alumbrando a lo lejos y unos cuantos automóviles.

Un gran todoterreno negro aparcado apareció en mi campo de visión. Tenía el motor encendido y las puertas abiertas.

Intenté gritar una vez más, pero solo se escuchó un chillido agudo. Estaba desesperada. Theo no me había encontrado y menos me encontraría ahora. Me iban a llevar y moriría.

No era justo.

Me revolqué sobre el hombro de aquel hombre de antifaz rojo. Logré golpearle la cara con la rodilla, sacándole una grosería que es mejor no repetir.

Me estaban metiendo en el maletero del todoterreno cuando un destello cruzó por mi lado y me soltaron. Caí entre el borde del maletero y el piso, golpeándome la cabeza con el borde y terminé de costado sobre el suelo. Algunos puntos negros opacaron mi visión y el cerebro me vibró.

La escena era borrosa, pero... era él.

Theo lanzó a Brad contra un poste de luz, el cual se abolló y Brad cayó inmóvil al suelo. Un segundo después, Theo se quitó de la espalda al hombre de antifaz rojo y lo estrelló contra el piso. Noté las líneas recién agrietadas del pavimento. Lo levantó otra vez y lo volvió a arrojar contra el duro pavimento. Otra vez. Y otra vez.

Todo ocurría con fuerza sobrenatural, movimientos tan rápidos que mis ojos apenas alcanzaron a ver.

Theo dejó al hombre de antifaz rojo deshecho sobre el suelo, que no movía un músculo, y se giró al percibir a Brad acercándose otra vez. Contraatacó con una rapidez impresionante; lo tomó del cuello y lo azotó contra el poste de luz, luego contra el suelo y después contra el borde de la acera. La acera se hizo añicos frente al impacto de la cabeza.

Quise gritar, pero no tuve voz.

Yacía en el piso con la piel helada y la respiración entrecortada, como una mera espectadora de lo que parecía una película de acción fantasiosa.

No alcazaba a ver la cara de Theo, pero escuchaba sus gruñidos. Rugía como un tigre en plena pelea mientras pateaba a Brad repetidas veces.

Finalmente, el cuerpo de Brad quedó inmóvil. No había nadie más alrededor más que el otro cuerpo inerte del desconocido.

Theo se enderezó y clavó sus ojos en los míos. Mantuvo su mirada durante dos segundos que parecieron minutos, inhaló una fuerte bocanada de aire y corrió hacia mí hecho un borrón. Me levantó con urgencia, quitándome las sogas de un tirón y liberando mi boca.

Una exhalación de alivio escapó por mis labios. Quería hablar, pero no podía. Recorrí su rostro con una oleada de gratitud en mi interior. Las palabras me fallaban debido a la respiración entrecortada y a mi corazón saliéndose por la garganta.

—Claire... —empezó a decir, entornando unos ojos culposos.

Su boca exhalaba alientos cortos, aún agitado por la pelea.

Antes de que pudiera seguir hablando, le rodeé el cuello con los brazos y aferré la cabeza a su pecho.

Había tenido tanto miedo... Miedo a morir.

Atanea I: Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora