—Si esto me carcome la conciencia más tarde, será tu culpa —aclara deslizando ambas manos por mis mejillas.

—Trato hecho.

Su boca colapsa contra la mía en cuestión de segundos, su cuerpo se presiona contra el mío provocando que mis rodillas se debiliten. Sus labios son gentiles al principio, rozan los míos con una delicadeza que hace tambalear mi cordura. Sus palmas se presionan con suavidad sobre mis mejillas y los pulgares acarician la piel con tanto cuidado que me estremece.

Mis manos se deslizan sobre su camiseta y siento la dureza de sus músculos, la calidez propia de su cuerpo se filtra a través de la tela y calienta las yemas de mis dedos mientras atrapa entre sus dientes mi labio inferior. Tira de él y lo muerde, ejerciendo una presión que hace saltar mi corazón contra mis costillas.

El aire se vuelve pesado cuando sus manos se arrastran de mis mejillas hasta mis hombros. Recorren mis brazos y llegan a ajustarse alrededor de mi cintura con una firmeza sosegada. Su boca jamás se despega de la mía y, a pesar de que siento que me falta el aire, me veo incapaz de dar un paso atrás. El oxígeno parece reducirse hasta pasar a un segundo plano, en lo único que puedo pensar es en tenerlo un poco más cerca, lo cual parece imposible.

Mi espalda golpea la puerta cerrada y un jadeo escapa de mis labios en cuanto Malcom entierra su rostro en mi cuello. Sus besos son húmedos y calientes, definitivamente tienen un efecto muy poderoso en mí. Sus manos se deslizan desde mi cintura hacia mi cadera y, aunque todavía hay prendas de ropa entre nosotros, puedo jurar que mi piel quema bajo su tacto. Siento las frías yemas de sus dedos rozar mi abdomen en cuanto se adentran bajo mi suéter. Un escalofrío me recorre el cuerpo de forma instantánea, sus inquietos y gentiles dedos se deslizan ahora sobre mi piel de una forma que va desde lo idílico a lo tentador.

—Nunca pensé que descubriría esto —murmura con su boca pegada a mi cuello, su respiración está tan acelerada como la mía.

—¿Descubrir qué? —inquiero retorciéndome bajo su cuerpo y enterrando mis manos en su cabello.

—Tu talla de sujetador.

Estúpido.

Y, a continuación, mi suéter y camiseta colisionan contra el piso.

—Si vuelves a decir algo como eso voy a golpearte —advierto tirando de las hebras doradas y obligándolo a echar la cabeza hacia atrás.

Sus ojos lucen rutilantes y cargados de algo de coquetería. Sus pupilas abismales se ven dilatadas mientras me sostiene la mirada y la forma en que me ve me obliga a tomar una respiración tan extensa como los segundos parecen ser en este momento.

Mi pecho y su pecho suben y bajan a la par, de una forma tan rápida que parece llamarle la atención tanto como a mí. Su mirada se desliza hacia abajo y recorre con sus ojos los tirantes de mi sujetador antes de caer en mis pechos. Siento que un nudo se forma en mi garganta impidiéndome soltar algún comentario mordaz o sarcástico. En lugar de eso, reconozco la sensación del rubor extendiéndose de forma uniforme y caliente sobre mi cuello y rostro. El color de sus ojos parece descender varios tonos, tornándose un poco más oscuro e insondable.

—Esto no es justo —murmuro a escasas pulgadas de sus labios, teniendo un pensamiento de injusticia ante la falta parcial de mi ropa y la totalidad de la suya.

—Tú me viste desnudarme en el asiento trasero de un Jeep en movimiento —objeta depositando un beso en mi frente y jugando con uno de los tirantes de mi sujetador negro—. Creo que es bastante justo.

—Ni justo ni una mier... —comienzo, pero la oración se ve interrumpida en cuanto siento sus manos descender a gran velocidad hasta mis muslos.

TouchdownWhere stories live. Discover now