— Es que todo está en nuestras manos —le indicó mirándolo con atención.

Él puso los ojos en blanco y simplemente se hizo el desentendido, como hacía siempre. Comenzaban a relajarse cuando percibieron los sonidos que arrastraba hacia ellos el viento. Como si se tratase de animales, ambos quedaron detenidos, totalmente inmóviles, intentando identificar cual era la causa.

— Valquiria, Leonardo, ¿Están ahí? —escucharon el eco de una voz suave pero firme.

Los dos chicos miraron alrededor y se decidieron a perseguir a aquella voz. A pocos metros divisaron el reflejo proveniente de una espada. Una vez cerca pudieron ver la figura de un chico de su edad. De alrededor de veinte años, alto, moreno y de cabello rizado tan oscuro como la noche. Observaba a su alrededor calmo y prudente, y empuñaba la espada con una segura costumbre. En el instante en que vio a los dos chicos su postura de relajó, bajando su espada y caminando hacia ellos.

— ¿Dónde estaban? Los he estado buscando —murmuró ligeramente molesto— Creo que el demonio se fue en aquella dirección porque...

— Ya está muerto —Leonardo lo interrumpió con brusquedad. El rostro del joven se mantuvo inexpresivo aunque en sus ojos hubo un pequeño brillo de desilusión— Es una lástima que te hayas perdido toda la diversión —suspiró Leonardo resignado. Valquiria se volteó hacía él indignada.

— Toda la diversión fue mía, ¡Tu no hiciste nada! —le reclamó con cierto tono infantil.

— Mirarte es una gran diversión —susurró dirigiéndose a otro lado, pero ella lo escuchó y le pegó en las costillas.

— Podrían haberme avisado —murmuró el otro intentando no verse ofendido.

— Newén, te dejé dos mensajes y un video de cuando el demonio la tenía prisionera —respondió Leonardo impaciente y se rió ante el recuerdo de su amiga en problemas. Pero la sonrisa divertida se esfumó en el instante en que vio la expresión amenazante y oscura de Valquiria— Es broma —indicó éste queriendo zafarse de la situación, rezando internamente para que Newén no encontrara el video y que ella se lo creyera.

Imperceptiblemente quedaron en silencio. Podían oír el murmullo de la ciudad. Una ciudad que vivía y moría sin darse cuenta de todas aquellas cosas que subsistían junto a ellos. Seres que existían desde tiempos remotos, y muchos de ellos jugaban continuamente con sus vidas y sus mentes; manipulándolos y obligándolos a hacer cosas que no harían por sí mismos. Los humanos eran frágiles. Tan susceptibles a ser dañados y persuadidos.

— Será mejor que volvamos —susurró Valquiria observando la noche venidera.

Los tres empezaron a caminar a través de las ocultas calles, en dirección a la camioneta. Sus ropas de estilo militar estaban llenas de suciedad, rasgadas y con poco de sangre. Necesitaban un baño antes de seguir simulando una vida normal frente al resto de humanos.

La noche había empezado a establecerse. Las luces de la ciudad titilaban inestables. Habían salido de Linz enseguida y tras conducir un rato llegaban a la ciudad de origen de Valquiria. Aage era una ciudad mediana, de tradiciones rurales, en la región de Alta Austria. La camioneta negra y de vidrios polarizados no pasaba desapercibida entre los habitantes tan curiosos. Se dirigían en dirección a una de las casas más prominentes de la ciudad. Ocupaba una manzana entera, rodeada de arbustos y plantas que formaba una impenetrable muralla. Las luces amarillentas resaltaban el rojizo del tejado, y solo hacían más criptica a la enorme casona de estilo barroco. La construcción era grande y ostentosa, con macizos arcos y altos ventanales, en lo alto se erigían una serie de torres que custodiaban la mansión. Espeluznante y tétrica eran dos de las palabras que mas resonaban en todo aquel individuo que posara sus ojos en ella.

Legado I: Herederos de Sangre © [Finalizada]Where stories live. Discover now