Martes once de octubre: no sé si lo recuerdo porque Zoe me hizo ver demasiadas veces Juego de gemelas y lo asocio con la película o por el hecho de que es el único día de la semana en el que los lácteos están a un 15% de descuento en el supermercado. Cualquiera sea el porqué, no lo sé, pero tengo en claro que ese día encontré a Beasley inconsciente en el piso de mi cocina. Eso fue exactamente hace una semana y seis días. Ni siquiera se cumplieron dos malditas semanas desde que nos conocimos y ya estoy complicándome la vida por él.

Parece que pasaron meses cuando en realidad fue casi medio mes, siento que lo conozco hace más tiempo del que transcurrió y no puedo terminar de comprender cómo pasaron tantas cosas en un lapso de tiempo tan pequeño. ¿Quién atraviesa el Atlántico por alguien que conoce solo hace un par de días? Es algo que recién ahora me estoy cuestionando, y siendo totalmente sincera, es algo que me aterra.

No sé qué siento con respecto a Malcom, pero puedo decir que en el escaso tiempo que lo conozco me ha hecho experimentar tantos sentimientos que los encuentro casi incontables: felicidad plena, furia pura, ternura y empatía, melancolía y tristeza, ira ciega y comodidad extrema. Siento que me comprende y a la vez no lo hace, que hay algo y a la vez no hay nada. Estoy haciendo de algo simple un caos de complejidad.

Lo sencillo e ideal sería admitir que me gusta, que es posible que me esté enamorando. Lo simple es decir que siento amor por él, ¿pero lo hago? ¿Estoy en realidad enamorada de esta persona? ¿Siquiera es posible conociéndolo tan poco? Amor: es una palabra peligrosa, compleja y engañosa. Difícil de definir y fácil de malinterpretar. Mi parte lógica me indica que no, que es imposible sentir tanto por alguien en tan poco tiempo. Me repito que solo pasaron dos semanas, que el amor no se da de un día para el otro y que probablemente me encuentre confundida. Sin embargo, luego llega la parte sentimental.

La maldita parte sentimental.

Esta me dice que me preocupo por él, que de otra forma no hubiera viajado al extranjero solo para acompañarlo en un momento crítico. Es la parte que se encarga de asociar todo lo que me pasa con Beasley, la encargada de ilusionarme y no permitirme olvidarlo. Tengo un serio problema con esta parte mía, y creo que en aspectos generales se debe a que es aquella que me controla la mayor parte del tiempo que estoy con él. Cuando estamos juntos no pienso, solamente siento, y permitirse sentir sin pensar a veces trae consecuencias.

Como ahora.

El profesor Ruggles sigue hablando por los cuarenta minutos restantes. Mientras tanto yo me encargo de tomar nota y subrayar los términos complejos de mi material de estudio. Sin embargo, mi cerebro no parece estar dispuesto a dejar ir el tema del trasero europeo, así que reflexiono sobre lo que voy a hacer en cuanto lo vea.

Ayer tuve la oportunidad de escapar. No me animé a volver a casa por la noche por miedo a que él estuviera despierto o quisiese hablar por la mañana. Me quedé a dormir en la casa de Harriet, pero sé que no puedo refugiarme en el hogar de mis amigas por mucho tiempo. Así que en cuanto toca el timbre junto mis útiles, saco las llaves de mi Jeep y me pongo el morral al hombro.

Me voy a casa.

Ahora que no está mi padre voy a aprovechar para hablar con Beasley. Primero voy a dejar en claro mis sentimientos por él, luego voy a explicarle lo de Gideon y por último le daré el paquete. Entonces, estoy segura de que voy a pedir perdón y, a pesar de que se encuentre furioso —aunque no sé cómo reaccionará—, lo voy a besar.

Tal vez no sepa qué es con exactitud lo que hay entre nosotros, pero sé con certeza que lo necesito.

Y él a mí, más que nada ahora que su padre parece un misterio que hasta el mismísimo Sherlock Holmes y el doctor Watson amarían resolver.

MALCOM

No tengo tiempo para reaccionar cuando la puerta de la habitación se abre de par en par. Bill, quien mañana volverá a retomar los entrenamientos en el campus, creyó que salir en una excursión por Oakmite sería una buena idea. Estuve de acuerdo con él hasta que al llegar gritó «¡Cuerpo a tierra!». En ese momento supe que tal vez hoy no habría yardas ni aparatos de gimnasio, pero sí un arduo entrenamiento al estilo militar.

Solo hicimos una pausa para venir a almorzar, y mientras él salió por el almuerzo yo aproveché para tomar una ducha. Por tal motivo estoy a solas en la casa, con una toalla alrededor de la cintura y observando atónito la puerta abierta.

Y a Kansas en ella.

Está algo agitada, como si hubiera corrido escaleras arriba por primera vez —lo cual creo que es verdad—, y tiene una expresión complicada de descifrar en su rostro. Es una mezcla de determinación y seriedad, concentración y pesadez.

Tal vez está estreñida, creo que necesita ir al baño.

—Si necesitas usar el... —las palabras se desvanecen en la punta de mi lengua en cuanto acorta la distancia entre nosotros.

Por un segundo me quedo inmóvil, sin saber si son sus manos las que tiran suavemente de mi cabello mojado. Entonces, mientras acerca su boca a la mía, mientras siento su respiración y tacto, me percato de cuán real es esto.

—Tengo algo que confesarte —murmura a escasas pulgadas de mi boca—. Y probablemente no querrás besarme una vez que lo diga en voz alta, así que tú escoges.

Observo sus ojos con detenimiento. Esa mezcla de verde y café es capaz de seducir a cualquier espectador. Las manos que se mantienen en mi cabello y bajan hasta mi cuello me provocan un estremecimiento total, y no estoy seguro de que haya hombre heterosexual alguno que se resista a la combinación de su tacto y su mirada. Va desde lo hipnotizante a lo explosivo.

—Malcom —me apresura—. Es algo importante, así que dime si debería comenzar a hablar o a... —la interrumpo.

—Cualquier cosa que quieras decirme puede esperar —aseguro deslizando mis manos alrededor de su cintura con lentitud.

Ella cierra los ojos como si en verdad estuviese lamentándose por lo que sabe que va a ocurrir, pero sin preámbulo alguno, me permite acercarme lo suficiente.

Lo suficiente como para darle un beso.

Su cuerpo parece adherirse al mío mientras nuestras bocas se fusionan para dar origen a una explosión. Las ansias de tocarnos una vez más encabezan la lista de sentimientos que vienen después.

Me abro paso en su boca y su lengua comienza a trazar un vaivén junto con la mía, se rozan provocativamente al igual que nuestros cuerpos cuya temperatura parece aumentar con cada segundo que pasa. Una de sus manos se tira con suavidad de mi cabello y aquel movimiento me mantiene al borde de la locura. La otra se arrastra con lentitud desde mi cuello hasta mi pecho, como si fuese consciente de que las yemas de sus dedos moviéndose con semejante tardanza son las responsables de mi insaciable necesidad de tenerla un poco más cerca.

Acaricio la curva de su cintura sobre las prendas y me pregunto qué tan abrasadora podría llegar a ser su piel. Mis pensamientos acerca de la calidez y suavidad de la misma me obligan a devolverle el beso con más urgencia. Una de mis manos llega hasta su cabello como por arte de magia y, en cuanto se enreda entre las hebras castañas, tiro lo suficiente como para tener acceso a su cuello.

Su corazón golpea frenéticamente contra el mío mientras dejo un camino de húmedos besos en su piel. Es como un mapa, un recordatorio de algo ya explorado que estoy dispuesto a recorrer una y otra vez. Sin vacilación ni cansancio, sin temor o vergüenza. Sentir su piel contra mis labios es algo que no tiene comparación ni precio, algo que me vuelve completa y perdidamente loco.

Un suave suspiro se escapa de sus labios mientras mi boca regresa a la suya, y otra vez me encuentro con algo realmente frustrante: jamás parece que voy a obtener lo suficiente de Kansas Shepard. Creería que me estoy volviendo un adicto y, como tal, necesito una dosis cada vez más fuerte de este alucinógeno que tiene nombre y apellido.

No sé en qué momento nos movemos, pero el sonido del interior de sus rodillas golpeando el borde de la cama parece detonar una bomba entre nosotros.

A continuación viene la explosión.

TouchdownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora