Capítulo 16

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Narrador omnisciente.

Dentro de una vieja casona con olor a humedad y un aspecto deteriorado, descansaban recostados en distintas camas ambos jóvenes, aunque ninguno de los dos conseguía dormir.

Adrien no podía dejar de torturarse a sí mismo con el hecho de que asesinó a su padre sin pensárselo dos veces. Se había quedado completamente solo, sin familia, sin hogar y sin hechos de los cuales fiarse, viviendo a costa de un anillo que únicamente parecía haberle traído desgracias y un título de héroe que fue incapaz de mantener.

En la otra esquina de la habitación, Marinette comenzaba a llenarse inseguridades, le preocupaba no saber qué sería de su futuro siquiera un día después. Aún le costaba diferenciar la realidad de lo ficticio, sollozaba al pensar que todo podía terminar siendo una nueva pesadilla, pero el frío y el miedo le recordaban que todo era verdad.

—¿Estás despierta aún?— preguntó el rubio, casi seguro de que la respuesta sería un sí —Con lo mucho que me pesan los párpados, pensé que podría dormirme pronto, pero parece no ser tan fácil.

—Nos encontramos lejos de todo lo que conocemos, es normal— habló Marinette, tratando de no demostrar dudas en sus palabras —Esfuérzate un poco y seguro te dormirás.

Otra vez se internaron en el silencio, oyendo únicamente como un polvoriento reloj marcaba el pasar de los minutos.

En pleno invierno, tapados con blancas sábanas, sentían el frío rozando sus pieles, pero Marinette había dejado en claro que se quedarían en camas separadas bajo cualquier costo.

Dentro de aquella inquietud, el joven no podía evitar que los temas pendientes con la azabache se cruzaran en su cabeza. Se preocuparon tanto de la acción, que el espacio para aclarar sus sentimientos se había esfumado, hasta que un traicionero estornudo de la chica abrió paso a una nueva conversación.

—Tal vez resfriarse no sea una buena opción— declaró Adrien entre una pequeña risa, levántandose y quitando sus sábanas de la cama, para ponerlas en la de la joven —Al menos te abrigará un poco más.

—Pero, ¡entonces te enfermarás tú!— se quejó la azabache, aunque de inmediato se vio silenciada.

Con cuidado, Adrien colocó su dedo índice sobre los labios de Marinette, logrando que esta inmediatamente se quedase inmóvil. Acto seguido, el rubio se arrodilló al lado de la cama, quedando lo suficientemente cerca como para poder plantar un ligero beso en la frente de la ahora sonrojada chica.

—Buenas noches— susurró el joven, antes de alejarse de la azabache.

***

Al día siguiente, Marinette despertó con el fuerte sonido de la lluvia. Había tenido un lindo sueño donde todo volvía a la normalidad, pero al abrir los ojos se dio cuenta de que aún se hallaba en esa casona en la que habían entrado.

Corrió las sábanas y se sentó calmadamente, temblando de frío, sólo para darse cuenta de que Adrien ya no estaba en la cama de al lado. Intentando no desesperarse se levantó y comenzó a buscarlo por cada habitación, hasta que terminó corriendo por la cocina y el salón sin hallar ningún rastro de él.

—¡Tikki!— llamó la azabache, mientras se dejaba caer al suelo —Ven y dime que no todo es una fantasía otra vez...

La pequeña criatura apareció, soñolienta, sin tener más conocimientos que la chica sobre el asunto. Veía a Marinette llenarse de dudas, enloqueciendo nuevamente por la repentina ausencia del rubio, volviendo a preguntarse qué era lo real y qué le estaba arruinando la vida.

A pesar de su dolor, la joven tuvo la necesidad de volver a su compostura. Se dio unas débiles palmadas en el rostro y respiró profundo, era consciente de que no debía perder tiempo ni dejarse consumir por la confusión.

—Volvamos a París— le dijo a su kwami, que se dedicaba a mirarla atentamente.

—¿Estás segura?— cuestionó la criatura —Recién ayer estabas decidida a alejarte lo más posible.

—Sí, pero no lo haré sola— respondió Marinette, colocándose en su pose para adquirir la transformación —Y si Adrien no está, lo más probable es que haya vuelto al centro de París. Más bien, es el único lugar donde pudo haber ido.

Simplemente obedeciendo a la chica, Tikki siguió la orden de transformarse. Siendo Ladybug, no pensó dos veces antes de subir a los tejados y comenzar a correr con un solo objetivo en mente.

Al llegar donde quería, vio un cúmulo de gente amontonada en las cercanías de la torre Eiffel en torno a un montón de policías. Se acercó como le fue posible para mirar, quedando horrorizada con la imagen que veía desde lo alto. En medio de todos, Alya y Nino estaban espalda con espalda amarrados a un poste, siendo cruelmente torturados con el fin de que revelaran información.

—¡Nunca diremos nada!— gritó con fuerza la maltratada morena, sosteniendo la mano de Nino a pesar de las sogas —Háganos lo que sea, moriremos frente a toda Francia de ser necesario.

Al ver a sus amigos en peligro, Ladybug consideró lanzarse a la acción, pero antes de decidirse a hacerlo una ágil figura negra se le adelantó y saltó hasta llegar justo a la conmoción.

—Más vale que ahora sí estén atentos y disfruten del espectáculo— declaró un furioso Chat Noir, provocando un grito de pánico en todo el gentío, a la vez que los policías traían sus armas con el propósito de asesinarlo.

Tu pérdida |MLB|Where stories live. Discover now