Ximena entendería que debía mudarse más cerca de su nuevo trabajo ya que no le convenía conducir a diario una distancia tan larga. Eso sumado al embotellamiento en la entrada de la ciudad, tendría que levantarse muy temprano para ir a trabajar.

Se le ocurrió ir a un barrio cerrado que estaba repleto de edificios de departamentos para ver si alguno estaba disponible.

La mujer de la oficina de administración la reconoció y emocionada le pidió que esperara mientras verificaba un gran libro rojo.

—El departamento 3B acaba de ser amueblado y el 21D también está disponible pero sin muebles —le informó.

—¿Cuántas habitaciones tiene? —quiso saber algo esperanzada.

—La del 3B tiene dos, una cocina, un comedor y una pequeña sala de estar. Tenemos servicio de lavandería en el último piso. También hay tres quinchos y una piscina doble que están en el lado sur del predio.

Al ver el precio del departamento casi no aceptó, pero la idea de vender los muebles que tenía apilados en su habitación le ayudó a hacerlo. Con el dinero de la venta no tendría la necesidad de tocar lo que había depositado en el banco después de la venta de acciones.

Ximena se puso triste al principio, después se alegró porque sabía que Andraya había conseguido un nuevo empleo y un departamento en tiempo récord. La castaña merecía rehacer su vida. El incidente de la boda muy pronto quedaría en el pasado y casi nadie lo recordaría.

Andraya empacó su ropa, sábanas, frazadas, fundas, sus zapatos y sus elementos de aseo personal, llenando así tres maletas grandes. El porta equipaje del auto estaba repleto. Se sentía feliz porque las cosas habían mejorado para ella. Esperaba que a Zack le fuera bien.

Aun cuando su estómago no le daba tregua, Andraya fue consciente de que no podía faltar a la cita que tenía esa noche

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Aun cuando su estómago no le daba tregua, Andraya fue consciente de que no podía faltar a la cita que tenía esa noche. Emilio Suarez era el abogado del señor Cattebill y se habían encontrado en varias ocasiones en las dos semanas que llevaba trabajando para TH.

Mientras él miraba con atención la carta, ella se permitió mirarlo detenidamente. Tenía el cabello y las cejas castañas. Su peinado hacia atrás estaba un poco pasado de moda pero le quedaba bien. Lo que más le había llamado la atención había sido su sonrisa. Lo había esquivado un par de veces antes de aceptar gracias a la presión que le habían metido Ivonne y Tricia. Ellas estaban seguras de que encontraría al hombre indicado muy pronto.

—Dejaré que ordenes por mí —decidió al final dejando la carta en la mesa.

Emilio asintió regresando la vista a la carta.

—¿Ya eligió, señor? —preguntó el mesero con una libreta en la mano.

—Denme dos de esto —le apuntó la elección en el papel.

Andraya rio levemente mientras servían el vino blanco que había elegido ella. La estaba pasando bien con las anécdotas del pasado de su acompañante. La comida estuvo excelente. De postre ordenaron gelatina con trozos de frutas.

𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔𝕙𝕖 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora