Al mirarlo a los ojos, Andraya se dio cuenta de que la pregunta del ranchero tenía como objetivo dar pie al tema de la boda y ella soltó el anzuelo. No necesitaba que alguien le recordara a Zack, era suficiente con viajar a otro país para vender unas acciones que la desligaran completamente del hotel de Bale.

—Mi abogado, el señor Hampson, vendrá a las cinco para ultimar los detalles de la compra. Mientras tanto pueden pasar el día explorando mis dominios.

Andraya aceptó encantada. Iba a ser la primera vez que exploraría fuera de Paraguay. Sebastián no se veía tan animado como ella, pero lograría mostrarle la belleza de la naturaleza y le haría cambiar de parecer.

—Creo que hubiera sido mejor que aceptaras que uno de los empleados de Brett nos sirviera de guía —dijo el abogado secándose el sudor del rostro.

Ella bebió un poco de agua antes de contestar.

—No hace falta, con las indicaciones es más que suficiente.

Estaban buscando un lago que debía estar al otro lado de una colina llena de árboles altos y finos. Habían caminado veinte minutos y les faltaba cinco si iban en la dirección correcta.

El sonido de aves exóticas los guió hasta el lago. Cuando llegaron estas salieron huyendo como si la caza fuera un deporte habitual en la zona. El pasto era muy verde y se notaba que cuidaban de aquella maravilla de la naturaleza.

—¡Por fin! —exclamó Sebastián tirando su mochila bajo la sombra de un árbol y tirándose al agua.

La castaña se quitó los championes y las medias antes de acompañar al rubio. Ella no tenía tanto calor como él pero no iba a perderse la sensación de estar sumergida en agua cristalina. Estar rodeada de naturaleza le gustó más de lo que pensaba.

Sebastián se relajó flotando boca arriba y cerrando los ojos. Eran muy pocas las oportunidades que tenía para escapar de la presión constante de ser el encargado de mantener a su madre enferma y cubrir todas las necesidades que esa cara enfermedad causaba. Que Andraya lo hubiera elegido como su abogado le había abierto muchas puertas y le estaría agradecido siempre por eso. Ella había confiado en él cuando él mismo no se tenía fe. Además de ser su jefa, ella era una gran mujer.

—No debes quedarte dormido, es peligroso —gritó Andraya desde la orilla—. Ven, vamos a comer los bocadillos que nos prepararon.

Sebastián sacó de su mochila un pequeño termo, una bombilla, una guampa y yerba mate para preparar tereré.

—Me alegra que se te haya ocurrido traer todo para el tereré —comentó la castaña sintiéndose algo sedienta.

Últimamente, su organismo toleraba más la comida mortal. Casi no había ingerido las píldoras de sangre.

—Los términos de la venta nos parecen bien —comentó Contreras a Hampson, en la reunión que tenía lugar en el despacho

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—Los términos de la venta nos parecen bien —comentó Contreras a Hampson, en la reunión que tenía lugar en el despacho.

—Entonces llevaré esta noche los papeles con el notario y mañana la señorita Caro tendrá el dinero en su cuenta.

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