—Así que Luna ¿eh?

—Ella solo me está ayudando—puso la última palabra entre comillas, para darle a entender que en realidad él la estaba ayudando.

—Ella solo me está ayudando—puso la última palabra entre comillas, para darle a entender que en realidad él la estaba ayudando

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Andraya y Sebastián no tuvieron problema con el vuelo y sus maletas llegaron bien al aeropuerto. Ese fue un gran paso para el inicio del fin de semana. Bajaron del avión a las tres de la madrugada y un señor de unos cincuenta años, vestido con un traje oscuro y corbata bordó, los esperaba con un cartel que contenía sus nombres.

—Él es Sebastián Contreras y yo soy Andraya Caro —se presentó al hombre en inglés.

—Mi nombre es Aaron Mult y soy el chofer del señor Brett. Síganme por favor —el hombre tomó las maletas de la mujer.

Cincuenta minutos después llegaron al rancho. La casa era impresionante, estaba hecha totalmente de madera. Había faroles cada cinco metros en largos postes blancos que estaban a la altura de la división del primer y segundo piso de la casa. El señor Brett los recibió entusiasmado y el ama de llaves les mostró sus habitaciones. El idioma no era ningún problema para Sebastián ni para ella, así que entendieron perfectamente que el desayuno se serviría a las ocho de la mañana.

La habitación que le tocó a Andraya era hermosa. Toda la decoración era de color blanco y hasta tenía un balcón que daba a un jardín trasero. La cama estaba en el centro de la habitación y enfrente tenía un baúl de madera tallada que parecía una reliquia. Andraya se sentía en un hotel con estilo rústico. El baño era muy moderno y solo en la ducha el piso no era de madera.

La castaña decidió recostarse un rato antes de comenzar a deshacer su maleta. No quería ocupar demasiado al ama de llaves si no había necesidad. Cerró los ojos recordando el camino que habían tomado de venida. El rancho se encontraba a media hora del pueblo y era ahí donde planeaba ir al día siguiente.

A las ocho de la mañana el señor Brett, Sebastián y Andraya se encontraban sentados frente a un gran banquete de desayuno. Albert Brett tenía un aura optimista y su prominente bigote con salpicaduras grises bailaba encima de sus labios cada vez que masticaba. Era robusto y algo bajo, pero el tono de su voz era suficiente para marcar presencia.

—Espero que la señora Brett haya amanecido bien —comentó Andraya mientras se servía fruta para el desayuno.

—Ha mostrado algunos signos de mejoría —sonrió—. El ama de llaves ha preparado cocido para ustedes. Fue algo difícil conseguir la yerba.

—No debió molestarse —dijo Sebastián.

—Fue un placer. Y ahora díganme jovencitos, ¿existe alguna relación amorosa entre ustedes?

Andraya se atragantó con lo que estaba comiendo. Sebastián se encargó de negar que existiera una relación entre ellos, a parte de la profesional. La castaña había pensado que al estar el señor Brett tan interesado en la acciones ya se había enterado de lo que había sucedido el día de su boda.

𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔𝕙𝕖 ©Where stories live. Discover now