-¿Estás bien?

Era Nathaniel y parecía preocupado.

-Eh... creo que sí.

-Lo siento. Mi hermana es estúpida. ¿Te has hecho daño?

-Un poco...

Levantó mi mano y la miró. La tenía despellejada y llena de sangre. Sopló sobre ella mientras me miraba fijamente a los ojos. Me sonrojé.

-Bien. Si te hubieses hecho algo, habrías gritado. Aún así, acompáñame.

Fuimos a la sala de delegados. Nathaniel sacó unas vendas de un cajón.

-N-no hace falta, Nath...

-Sí. Mejor sí.

Se acercó a mí. Bajó hasta mi altura y me empezó a vendar la mano. Estaba tan cerca que su pelo dorado me hacía cosquillas en la nariz.

-Ya está.

Me sonrió.

-No hacía falta -le susurré.

Se sonrojó.

-Ya... pero odio que maltraten tú delicada piel...

"¿D-delicada?" -pensé, sintiendo que me ponía roja.

Nath colocó su cara frente a la mía, hasta casi quedar pegados.

-Isa...

Cerré los ojos al sentir sus suaves labios en los míos. Le coloqué las manos en él cuello, profundizando el beso. Nathaniel olía a tinta y sus labios sabían a chocolate. 

-Isa... No me odies.

Aquello me sorprendió.

-¿Por qué tendría que odiarte?

Nath me empujó hasta que quedé pegada a la pared. Puso una mano a cada lado mío. Separó sus labios un poco.

-¿T-te gustaría ser mi novia?

Me sentí como en un sueño. ¿Yo... su novia?

-C-Claro...

Me sonrió.

-Te quiero.

Y me volvió a besar sin darme tiempo a responder. Salimos de la sala de delegados tomados de la mano. En el pasillo nos cruzamos con Natalia, que nos miró con una pequeña sonrisa. Le dirigí una mirada que significaba "ahora no". Ella asistió. Nath y yo fuimos al invernadero y nos sentamos entre unas orquídeas. Estuvimos besándonos un buen rato. Luego, Nathaniel se fue porque tenía trabajo pendiente. Yo me quedé allí escondida, intentando analizar lo que había pasado. Me iba a ir, pero alguien se sentó unos metros por delante de mí. Enseguida reconocí la ropa negra y verde de estilo victoriano. Lysandro. Empezó a escribir en su libreta. No me moví. Minutos más tarde, llegó Natalia. Lysandro no se dió cuenta. Natalia se puso de cuclillas y miró por encima del hombro del chico.

-Oh. Natalia. ¿qué está haciendo?

-Miro lo que escribes.

-En realidad, trataba de dibujar.

-¿El qué?

-Lo que tenía en mente.

-¿Y en qué pensabas?

-Eh...

Ví que Lysandro estaba rojo y miraba a mi amiga por él rabillo del ojo.

-En nadie en especial.

-¿Te ayudo? No dibujo muy bien a gente, eso se le da bien a Isa, pero podemos hacer un animal.

-Como guste.

Natalia apoyó la parrilla en él hombro del chico y pasó un brazo por su pecho. Con la otra mano agarró el lápiz que Lysandro aún sostenía. El chico estaba rojo a más no poder. Natalia estaba ligeramente sonrosada.

-Pintemos... ¡un conejo! Son monos y fáciles de dibujar.

-¿Le gustan los conejos?

-¡Amo a toooodos los animales. Menos a Amber...

Lysandro se rió. Nunca le había oído reír. Era como escuchar un arroyo. Natalia guió a la mano de Lysandro, trazando líneas rápidas y seguras.

-Ya está ¿ves qué fácil?

-Sí...

Parecía que mi amiga se iba a marchar.

-Es agradable estar con usted.

-Gracias. A mi me encanta estar contigo.

-¿L-le gustaría ir al parque conmigo por la tarde?

Natalia subió una ceja.

-Hum... eso me suena a cita.

Lysandro se sonrojó.

-¿Entonces... ?

-¡Pues claro! -rió ella golpeándole el hombro cariñosamente- ¡Te estoy vacilando! ¡Me encantaría ir contigo!

Y se marchó, silbando alegremente. Lysandro suspiró y se fue también. Salí del invernadero y busqué a Natalia. Alguien agarró mi mano y me metió en un aula.

-¡Suéltalo todo cachorrillo! ¡Sin omitir detalle!

Natalia me miraba, sonriente. Le conté lo de Nath y yo.

-¿En serio? ¡Qué lindos!

Y empezó a cantar algo sobre que Nathaniel y yo nos besábamos en un árbol.

-¡Te pueden oír! -la callé.

Decidí preguntar sobre lo de Lysandro. Error garrafal.

-¿Y tú qué te vas a poner para la cita con Lysandro?

Mi amiga se sonrojó.

-¡No es una cita! ¿Y tú como lo sabes?

Se lo conté.

-HIJA DE PUTA.

-Oh, vamos, no pasa nada ¿Te ayudo vestirte?

-NO.

Se fue corriendo. Salí de la clase y choqué contra Castiel.

-¡Mira por donde vas, tabla de planchar!

-Perdón -respondí automáticamente- ¿Has visto a Natalia?

-Sí. Pasó hace cinco segundos. Parecía enfadada.

-¿Y a donde fue?

-Por allí -contestó, señalando el pasillo.

-Gracias.

Salí corriendo hacía donde Castiel  me había indicado, pero como siempre, metía. Decidí que era imposible atrapar a mi amiga, así que me fui a casa y llamé a Nathaniel. Quedamos en ir a dar de comer a los gatos callejeros de su calle. Me puse un vestido precioso y salí.

Historia de dos Succretes (CDM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora