La Reina de los Titanes

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Abrió los ojos con pesadez y lo primero que vio fue el cielo azul y las nubes que lo surcaban, como las perezosas y rechonchas ovejas blanquecinas de un inmenso rebaño celestial.

Lo siguiente que vio fue una figura ambarina que, rápida como el rayo, se subió a la cama en la que estaba tumbado y le aplastó la caja torácica con sus patas delanteras del tamaño de la cabeza del adolescente. La bestia le miró fijamente con sus ojos negros como el ónix y le mostró sus dientes blancos, capaces de sajarle la garganta sin dificultad, en una extraña mueca, casi parecida a una sonrisa.

Jason abrió los ojos con pánico e intentó apartar al monstruo con todas sus fuerzas pero la criatura le retuvo con una solo de sus patas con más fuerza que a la que Jason jamás habría podido aspirar. Abrió la boca para clamar por ayuda con toda la capacidad de sus pulmones pero, inesperadamente, se vio sumergido en un forzado beso francés con la criatura, la cual metió la lengua, grande y gruesa, hasta la garganta del rubio.

-Hipomenes- Llamó una voz dulce y amable- Deja en paz a nuestro invitado ¿No ves que no quiere mimos? Vete a jugar con Atalanta o algo.

El león dejó de chupar la cara de Jason y, con un gruñido que hizo temblar la caja torácica de Jason, se bajó de la cama y se acercó a una leona que estaba tumbada en un sofá cercano.

Jason se incorporó jadeando, con la cara llena de babas y con el pelo rubio completamente despeinado. Sin duda había sido el beso más salvaje que había tenido nunca, y él había tenido besos muy salvajes.

A su lado se había sentado una mujer con el pelo negro azabache y unos hermosos ojos verdes que, si bien parecían amables, escondían cierto brillo salvaje que mostraban que, si quería, aquella mujer podría poner a cualquier mortal e inmortal de rodillas, ya fuese por unos motivos o por otros.

La mujer aparentaba unos cuarenta años y tenía esa sonrisa amable y preocupada que solo tenían las madres, pero a Jason, de una forma extrañamente retorcida, aquella mujer le resultaba tan enloquecedoramente atractiva que con su sola cercanía, la mente de Jason se llenaba de pensamientos inadecuados y su cuerpo reaccionaba en contra de su voluntad.

Jason se había enfrentado a muchas criaturas capaces de enturbiar la mente de sus víctimas, pero nunca había sentido que sus deseos le invadiesen de tal forma. Y lo peor de todo es que no estaba siendo hipnotizado como ocurrió con Medea, sino que era algo natural, algo propio, no le era infundido a la fuerza, él quería hacerlo. Mientras luchaba contra su deseo de abalanzarse encima de aquella mujer un pensamiento afloró entre tanta confusión. Las palabras salieron de sus labios ahogadas, casi como un gemido.

-Venus

La mujer abrió los ojos con sorpresa y, alejándose del adolescente, se río con una carcajada dulce como la miel pero profunda como un rugido de león. Esto ayudó a Jason a despejarse. La mujer se limpió una lágrima por la risa y le dedicó aquella sonrisa maternal. Algo cambió en el ambiente y Jason volvió a ser capaz de pensar con claridad

-No hijo no. Tu amigo moreno también me confundió con mi hermana, los hombres mortales soléis hacerlo. Supongo que en parte es por ser quien soy. Los hombres tendéis a tener ciertas reacciones si no controlo mi poder- la mujer dirigió una sugerente mirada hacia cierta parte de la anatomía de Jason, el cual se puso rojo como un tomate. La causante de aquella reacción volvió a reírse con lágrimas en los ojos. -. Perdona hijo, no era mi intención incomodarte.

La mujer se levantó y se alejó de la cama, dirigiéndose hacia unos setos en forma de arco que componían la salida de aquella extraña estancia de paredes hechas de frondosa vegetación. Antes de salir le dirigió una última mirada.

El Trono de OthrysWhere stories live. Discover now