Despertar

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Como siempre en el Campamento Mestizo, la mañana fue soleada, ni una sola nube sobrevolaba los cielos cuando el astro rey salió por el horizonte, iluminando con sus tímidos primeros rayos de luz todas las cosas a su alcance; como si se tratase de un niño que, curioso, toca todo lo que encuentra. La luz iluminó el interior de las cabañas despertando, poco a poco, a todos sus habitantes, a algunos les acariciaba el rostro incitándoles a levantarse mientras que a otros los deslumbraba aun a través de los párpados y los obligaba a desperezarse. Cuando sonó la caracola que indicaba el momento del desayuno, todas las cabañas estaban ya levantadas. Bueno, todas menos la de Hipnos, pero eso no era una novedad.

El campamento bullía de la actividad normal aún a pesar de la próxima llegada de la comitiva romana y la aparición del chico nuevo del cual ya corrían rumores, cortesía de la prole de Afrodita. Los descendientes de Deméter trabajaban en los campos de fresas, los Atenea y los Ares discutían sobre la táctica que utilizar en el próximo juego de la bandera y los Apolo atendían a los heridos. Nada fuera de lo normal, un esguince, un par de magulladuras y un hijo de Deméter celíaco adicto a los cereales. Percy y Jason entrenaban un poco, Leo estaba en su taller, construyendo Hefesto sabe que y Piper intentaba poner un poco de orden gracias a su embruja-habla en una pelea entre dos hijos de Atenea sobre si el participio de freír era frito o freído, mientras que un tercero defendía una forma combinada para evitar errores, fritído, causando así más errores aún. En conclusión, una mañana de lo más normal en el campamento mestizo.

Pasaron las horas tranquilamente mientras esperaban la llegada de la embajada romana. Es cierto que los tiempos de guerra entre romanos y griegos ya habían pasado y ahora las relaciones diplomáticas habían mejorado. Pero también es cierto que tanto la legión como los griegos habían sufrido pérdidas, pérdidas que causaban rencor hacia sus contrapartes. Las más recordadas de todas las perdidas, para bien o para mal, fueron las de Leo, sacrificándose para salvar al mundo y que finalmente volvió de entre los muertos; y la de Octavian, quien, a pesar de haber establecido un gobierno tiránico, era aun así una importante figura en la sociedad romana y que, aún tras su muerte, contaba con numerosos seguidores en la misma. Del mismo modo en el campamento griego había voces que clamaban venganza contra la Nueva Roma.

Es por eso que el sustituto de Octavian, la pretora romana y la jefa de las cazadoras de Artemisa se presentarían para tratar de disminuir tensiones. En su momento también se invitó a las Amazonas a participar en la reunión, aunque estas se negaron y se desentendieron del asunto. Estos representantes, junto con los Héroes de la Profecía, representarían a sus respectivas partes o actuarían como intermediarios entre campamentos. Además, todos se preguntaban cómo llegarían los orgullosos romanos al territorio griego para demostrarles su superioridad, tal vez en sus flamantes águilas o en una lujosa cuadriga romana llevada por sus unicornios. Nadie se esperaría que llegasen en taxi.

—Bienvenidos seáis— les recibió Quirón formalmente—, pretora Reyna, hija de Belona y augur legado de Apolo, interprete de la voz de los dioses.

A la entrada del campamento se reunieron solo los necesarios, ya por las órdenes del director de actividades del campamento o por el inestimable apoyo de los esqueletos guardaespaldas de Nico, que se encargaban de alejar a los curiosos.

—Saludos Quirón— respondió Reyna protocolariamente—, maestro de héroes y el más sabio de los centauros.

Aunque la formalidad no duró mucho, siendo sustituida por el movimiento por parte de los semidioses allí presentes, incapaces de contenerse más tiempo.

—Hola Reyna

—¿Qué tal en Roma?

—¿Han dicho algo en el senado?

El Trono de OthrysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora