Entre la vida y la muerte

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Los cuatro jóvenes se adentraron en aquella casa abandonada, por dentro se veía horrible y casi la luz no daba además de la tenue luz del sol.

A Lila le corría una sensación extraña por todo su cuerpo, ese lugar le traía malos recuerdos y no le hacía nada bien estar ahí, pero haría todo lo posible por salvar a su primera y única amiga que ha tenido.

Adrien observaba a las pobres mujeres tiradas en el suelo, como sufrían, unas parecían dormir, se escuchaban a otras gritar desesperadamente pidiendo ayuda, se asustó cuando una le agarró del pie, este volteó a verla.

- Por favor... no me dejes aquí.-dijo débilmente.

El rubio se agachó para mirarla mejor, se encontró con una mujer de unos veinte años, su rostro se veía muy pálido, su aspecto no era el mejor.

Lo único que pudo hacer es brindarle una sonrisa, aunque ella no respondió, parecía haberse quedado petrificada.

- No te preocupes, pronto podrás librarte de este infierno en el que estás metida sin razón alguna.-dijo dulcemente.

El ojiverde volvió a pararse y siguió a la mujer perdida en sus pensamientos, sin duda estaba mal, tenía cambios repentinos de actitud y le preocupaba, solo esperaba que su amada estuviese bien.

La castaña comenzó sentirse mareada, sus pies perdieron la fuerza y casi impacta con el suelo, de no ser por el castaño que la sujetó de los hombros.

- Oye, ¿Estás bien?-preguntó preocupado.

- S-sí.-respondió. - No fue nada, un simple mareo.

John se preocupaba por la chica, esperaba que no le afectara mucho estar ahí.

Siguieron adelante, se fijaron que había varias puertas, los cuatro decidieron separarse y entrar a cada una de ellas, en alguna de ellas debía estar Marinette.

Después de unos minutos de estar buscando, el rubio se encontró con una puerta que le llamó mucho la atención, era más oscura que las demás y decía "No pasar" en letras grandes.

Dudó en entrar, pero luego tomó fuertemente la chapa y le dio vuelta, abrió la puerta lentamente y entró.

No observaba nada, parecía estar vacía, supo que se había equivocado al escuchar una voz suave, esa voz... se le hacía muy reconocida, aunque se escuchaba muy lejana, débil, ¿Podría ser posible?

Se armó de valor y fue guiado por esa voz, hasta llegar a su origen.

Abrió los ojos como platos, lo vio.

Yacía ahí una mujer...

Su cabello lacio, color azabache.

Su piel de tez blanca, sus delicadas manos.

Sus ojos que se encontraban cerrados...

Lo sabía... lo sabía muy bien.

Era ella.

Observó sus brazos, estaban morados y muy lastimados, frunció el ceño al verla de esa forma, ¿Cómo se había atrevido ese hombre a tratarla así?

- ¡Mi amor!-exclamó acercándose a la chica.

Pero no hubo respuesta por parte de la joven, parecía dormir, aunque su respiración estaba débil.

- ¡Despierta, por favor!-rogó tomándola de la mano.

Ella seguía sin decir nada, no reaccionaba, esto asustó más al joven.

- Prometo que voy a sacarte de aquí.-le susurró al oído.

ReencuentroWhere stories live. Discover now