{Capítulo 35}

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CAPÍTULO TRISTE... TOMEN LA CAJA DE PAÑUELOS.

Los presenten comenzaron a vaciar la sala de a poco, con excepción de la familia de Danielle, quienes salieron tan aprisa para no ser vistos que cumplieron su objetivo con excelencia. 

La euforia podía olerse en el aire. El ambiente de júbilo se contagiaba  a cada una de las personas que allí había.

Alice se encontraba aún adentro, rodeada de gente gritona y emocionada hasta las lágrimas. Su corazón latía al ritmo del ambiente, alegre, sin embargo, su mente no dejaba de pensar. No quería hacerlo, no era el momento propicio para estar pensando en cosas como esas, pero no podía evitarlo.

Una emoción comenzó a gestarse en su interior, comenzando por su pecho hasta llegar a cada rincón de su cuerpo.

Miró al frente. Las puertas de la entrada se encontraba a abiertas, enseñando casi que de forma burlona la libertad. 

La suave brisa llega hasta su rostro, acariciándolo y aclamando por ella. Necesitaba salir. Ahora.

Se giró en rendondo intentando buscar un recoveco por donde huir. Y entonces, entre el tumulto, lo vio. Alegre, sonriente. El azul de su mirada brillaba como nunca antes había visto.

Ya no lo soportó.

Entre empujones y disculpas logró sortear la bola de gente que la aprisionaba.  Cuando sus tacones pisaron fuera de la entrada, cerró los ojos e inhaló profundo, sintiendo como cada hebra de su ser apaciguaba su furia.

Bajó la primera tanta de escalones, ayudándose de la baranda para no caer. Su mente seguía abarrotada de pensamientos y no era capaz de coordinar movimientos sencillos. 

Se giró para contemplar la entrada y ver cómo la gente salía cual hormigas de un hormiguero. En eso divisó a quien había sido la psicóloga de Logan. Una mujer cuarentona muy bien vestida. Cargaba con una sonrisa pero en su mirada había dolor. Asumía que las barbaridades que le había hecho recordar Marcia fueron suficientes como para aguar su festejo. Aunque tal vez no del todo.

Comenzó a correr en su dirección pero los pies le dolían con cada paso que daba. Gruñó por lo bajo y entre piruetas y trastabilleos logró deshacerse de sus tacones.

—¡Disculpe!... ¡Susan! —gritó con la esperanza de captar su atención.

La mujer se volvió al escuchar su nombre, sintiéndose sorprendida al ver quién la llamaba.

—Alice, ¿verdad?

—La misma— sonrió con timidez, casi que incómoda. Desconocía las cosas que Logan debió haber hablado sobre ella.

—¿En qué puedo ayudarte?

—Quería saber si usted atendía a personas fuera del hospital, o si conocía a alguien que lo hiciera particular...

—Sí, atiendo particularmente, aunque no con la frecuencia que me gustaría. El hospital consume mucho de mi tiempo. Pero... ¿tú estás bien?

Alice soltó un suspiro.

—Ya no sé cómo se siente estar bien. Quiero estarlo, en serio lo deseo, pero no puedo. Ya no sé cómo dejar de pensar en todo.

En ese preciso instante Susan sintió compasión por aquella joven. Luego de las largas charlas que mantenía con Logan, creía conocer a Alice como si fuera una más de su círculo. Le había caído bien y había manifestado un gran sentimiento de afecto por ella en el juicio. ¿Cómo decirle que no? Después de todo era consciente que Alice debía haber atravesado momentos para nada gratos, y no todo mundo puede sobrellevarlos, no todos tienen la fortaleza suficiente para cargar con semejante pasado y salir adelante como si nada. E incluso aquellos que dicen ser fuertes necesitan de vez en cuando descargarse con alguien; necesitan una guía que les haga pensar y reflexionar por sí mismos en las distintas pruebas que nos depara la vida. 

MANIPULADO | Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora