XIII

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El ciclo de la vida.

Tyler está como en un estado de shock desde que se despertó. Estoy desconcertada, sin embargo trato de no demostrárselo; podía ver el miedo en sus ojos y su agarre en mi cintura cada vez era más fuerte, no quería moverme aunque me costara respirar porque sabía que de alguna forma estoy calmando el nivel de ansiedad que tiene acumulado, quizás si no sufriera de eso no entendería nada pero entiendo completamente está conducta.

- Ya no tienes fiebre. –Le digo tocando su frente pero Tyler no dice nada.- Necesitas comer algo, debería de ir por la sopa.

- ¿Me vas a dejar solo? –Pregunta rápidamente, casi como si fuese un reflejo.

- Puedes venir conmigo. –Digo intentando calmarlo.

Había conocido varías etapas de Tyler pero el verlo así de vulnerable hace que mi corazón se derrita, creo que jamás me sentí suficiente empatía como para dejar que me abrazaran por más de diez segundos. Tyler está muy quieto, en calma. Ni siquiera respondió a lo que le dije sobre acompañarme.

- ¿No has dormido nada? –Es cauteloso al momento de preguntarme, no sé si es porque está apenado o porque realmente está atormentado.

- No. –Susurro- Tyler, necesitas comer. –Digo.

- Está bien. –Espeta.

Me suelta con pesar y se sienta delante de mi dándome la espalda. Su camisa está sudorosa, escaneo su espalda con atención, noto cada musculo desde su cuello hasta el final de su columna, siento ese sabor amargo en mi boca dándome cuenta que estoy mordiendo demasiado fuerte mi labio inferior.

Él necesita comer y yo un baño.

Sacudo mi cabeza y me levanto de la cama, siento que él también lo hace pero cuando pone un pie fuera de la cama, volteo para observarlo y me doy cuenta que está temblando, parece más un pollito remojado que un empresario. Tomo el cobertor y lo cubro desde su espalda.

- Sostenlo, hace frío.

Tyler asiente y me regala una media sonrisa con timidez. – Gracias.

Ambos caminamos hasta la cocina sin hacer demasiado ruido. Rocco nos sigue también con sumo silencio, enciendo la luz y toco la olla donde Riley hizo la sopa, aún está un poco caliente, debe ser por la calefacción, de igual forma lo sirvo en un bol y lo caliento en el microondas, Tyler se sienta enfrente de mí en la barra de desayuno, me produce ternura y unas ganas increíbles de reírme pero me contengo, no sé de qué humor está y yo sé que mi humor es cambiante así que esa no es una buena combinación.

Está mirando el mármol de la mesa con detenimiento. No sé si preocuparme o estar enojada con él por no hacerme caso y ahora quiero saber qué es lo que paso para que su hermano no fuera por él y además estuviese tirado en la calle cual vagabundo. No lo entiendo. Además, podía tomar un autobús o el metro.

Mis ganas de golpearlo volvieron.

Saco el bol del microondas, una cuchara y lo pongo enfrente de él, tomo una de las pastillas para la fiebre que me daba papá después de que se me bajaba la calentura y le doy un poco de agua natural.

- Todo. –Le ordeno haciendo que se ría.

- Gracias. –Repite con serenidad.

- ¿Vas a seguir agradeciéndome o vas a comer? –Arqueo una ceja y asiente.

- Eres una mandona. –Dice tomándose la pastilla con rapidez.

- Es lo que aprendes cuando te crías con un militar. –Esbozo con una sonrisa orgullosa de mi papá. – Aunque la verdad a mí no tienes que agradecerme nada, Riley fue la que te trajo.

Diez Maneras De Odiarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora