—No entiendo por qué lo llamaste a él.

—Es mi amigo policía. ¿No te agrada?

Zack negó con la cabeza.

—No me digas que estás celoso.

—Saliste con él —le recordó.

—Fue una cena —le dijo enfadada—. No puedo creer que actúes así, pensé que confiabas en mí. Si Edigar o yo hubiéramos querido algo más que amistad, ¿no te parece que lo hubiéramos intentado mucho antes?

—No estoy diciendo eso...

—Lo que pasa es que eres muy posesivo.

—No me gusta el hecho de que hubieras recurrido a él y no a mí.

Andraya frunció el entrecejo sin comprender.

—Edigar es policía, te guste o no, tiene más influencia que tu dinero. No puedes...

Se interrumpió porque una oleada de tristeza la sorprendió con un nudo en la garganta. Fue como si un manto de sentimientos malos se hubiese extendido sobre ella. Había ido en busca de apoyo con Zack y había recibido una extraña muestra de celos infundados. No necesitaba aquello. Contuvo las lágrimas hasta que cerró la puerta de su oficina. No importaba que no hubiera terminado de hablar con su jefe.

Escuchó que su celular empezaba a sonar y lo buscó por todos lados. Al concentrarse se dio cuenta de que lo había dejado en la oficina de Zack. Él había atendido la llamada y estaba escuchando lo que le decía la persona del otro lado. Bale colgó y le devolvió el celular.

—Era Edigar.

—¿Encontraron a Roberto?

Zack asintió.

—¿Dónde?

—Será mejor que te sientes para escuchar la respuesta.

—No —se apresuró—. Estoy bien, ¿qué pasó? ¡Dime! —le exigió.

—Encontraron a Roberto en un contenedor de basura. Está muerto.

Él la abrazó mientras su cerebro procesaba la información. Debía tratarse de una broma, una broma de muy mal gusto. Entre lágrimas, le pidió que le dijera que no era cierto. Incluso lo golpeó en el pecho para que le dijera lo que quería oír. Pero Zack no era cruel para jugar con ella.

—¿Marta lo sabe? —preguntó aferrándose a su novio.

—Fue la primera en enterarse.

Marta debía estar destrozada. Le habían arrebatado a su compañero de toda la vida.

—Elegí un pésimo día para traer una falda roja—intentó que sonara a broma pero falló.

Zack la apartó para mirarla a los ojos.

—Debemos informar a los empleados. Edigar me dijo que no existe causa aparente del deceso y que lo llevarán primero a la morgue. En verdad lamento esto, pero debo dejarte sola unos minutos.

—De acuerdo —susurró sentándose en una de las sillas de la oficina.

Se sentía bloqueada. Sabía lo que había pasado pero no quería pensar en eso porque la lastimaba, aunque tampoco podía pensar en otra cosa. Su cabeza era un verdadero caos. La muerte le hacía pensar en su inmortalidad. ¿Sería tan fuerte como para soportar la muerte de cada una de las personas que la rodeaban? Era consciente de que a lo largo de la vida se vivían muchas pérdidas, pero la suya estaría llena de ellas. ¿Roberto había sufrido antes de partir? ¿Había sabido que su hora había llegado? Se negaba a creer que ese hombre tan bueno, servicial y alegre ya no la saludaría ni charlaría con ella.

𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔𝕙𝕖 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora