24. Reencuentros y corazones rotos.

1.1K 69 25
                                    

Después de haber metido el chillido, hice un sprint hacia aquella persona.

Sin pensarlo, me lancé encima suya dándole un gran abrazo.

-No puede ser verdad-volví a repetir cuando ya me había separado de él. Le cogí la cara con mis dos manos para luego llenarle a besos.

Escuché como reía y lo único que yo no paraba de hacer era sonreír.

-¡Te he echado tanto de menos!-volví a abrazarle fuertemente.

-Gigi, me estás ahogando-se quejó éste, haciendo que le soltara-. Pero yo también te he echado mucho de menos.

Gigi era el apodo que utilizaba Charlie conmigo. Siempre ha dicho que el nombre de Giselle no le gustaba y que prefería hacer un diminutivo y que quedase mejor.

-¿Pero sabes cuánto tiempo llevo sin verte?

No dejaba de sonreír. No podía ser verdad que mi mejor amigo de la infancia estuviera aquí. En mi propia casa. A éstas horas de la noche.

-Bastante-se rió-. ¿Seis años?

Charlie llevaba un sonrisa de oreja a oreja y llena de hierros. Se había puesto brackets y la verdad es que no le quedaban mal. Toda su vida ha tenido los dos dientes delanteros separados y siempre ha tenido ese complejo tonto de tenerlos juntos, y deseaba poder arreglárselos. En cambio, a mí me gustaban mucho ya que le hacían diferente a los demás, es decir, no tenía los dientes rectos, perfectos y alineados como la mayoría de las personas.

Le miré de arriba a abajo. Había cambiado una barbaridad; sus piernas delgaduchas ahora eran atléticas, pero no demasiado. Sus brazos delgaduchos ahora eran fuertes y con grandes bíceps. No le había visto el abdomen, pero juraría que habría trabajado con él también. Llevaba puesto varios anillos y alguna que otra pulsera por sus muñecas.

Charlie había ido al gimnasio estos seis años que no nos habíamos visto, y la verdad es que le había causado muy buen resultado.

-¡Estás súper cambiado!-le dije.

Charlie me miró pícaramente y seguido, me guiñó un ojo.

-Todo esto lo hice por ti, nena-me respondió. Abrí los ojos y seguido, comencé a reírme. Escuché como él reía de fondo.

-Ecs-le respondí-. ¿Te imaginas?

-¿Por qué no me lo puedo imaginar? Tú... Yo...-me volvió a guiñar el ojo.

Puse mi dedo índice y corazón en la boca abierta, haciendo como si intentase vomitar. Charlie se rió de nuevo.

Conozco a Charlie desde los cuatro años. La primera vez que le vi fue en el parque de enfrente de mi colegio donde iba en primaria. Estaba jugando con la arena y me acerqué para verle mejor. Era la primera vez que veía a un chico de piel morena y ojos verdes tan guapo como él. Charlie se giró para ver quien estaba detrás suyo y me ofreció una pala para que le ayudase a construir su castillo de arena. Era un niña pequeña, y obviamente no me negué a cogerla. Iba a tener un nuevo amigo.

Desde entonces nos veíamos cada día a las cinco de la tarde en ese parque. Sólo habían algunas excepciones; algún que otro fin de semana Charlie y su familia se iban a un camping que estaba en Tarragona, y cada verano también. Su familia invitó a la mía la mayoría de veces a ir y la mía nunca se negaba, así que íbamos a pasar allí un fin de semana o incluso más de una semana. Mi familia y la suya llegaron a ser muy íntimos. Pero mientras íbamos creciendo nos íbamos distanciando; nuevos trabajos, nuevas ciudades, nuevas amistades, nuevos colegios, nuevos amigos,... Y así hasta llegar a seis años sin vernos.

Polos Opuestos |PAUSADA y REESCRIBIENDO|Where stories live. Discover now