19| Mutos

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CAPÍTULO DIECINUEVE

Remus se encontraba llorando por piedad, incapaz de soportar aquél dolor por mucho tiempo. La sangre roja escarlata se distribuía por su cuerpo, cayendo al suelo. La visión le hizo quedarse quieta, sin poder hacer nada para evitar la muerte que se acercaba en su amigo. Las personas solían decir que la muerte no dolía y en las cartas de tarot describían la muerte como un reinicio, un camino a algo nuevo. Y si Keera se ponía a pensar, cada muerto que ella había visto, todos tenían algo en común. Sus rostros estaban en paz. Entonces, ¿Por qué Remus se sostenía tanto a la vida? Él parecía querer dar respiros, aguantar tiempo para acallar los gritos dentro de él y cumplir sus propósitos. Pero no lo lograría, no con todo el liquido cayendo desde su cuerpo.

La soga que mantenía a la muchacha, la soltó, provocando que gimiera contra el suelo, pero su cara raspada, y su nariz sangrando no se comparaba al dolor que sentía mentalmente. Finnick intentó evitar el golpe lo más que pudo, pero ambos estaban asombrados con lo que sucedía a su alrededor. Sólo habían bastado segundos para que las trampas los agarraran, los segundos eran los que los diferenciaba de la vida y de la muerte. En un momento estabas vivo, pero al segundo siguiente, solo eres cenizas.
Remus era su amigo y a pesar de conocerlo hace tres meses, habían podido hacer una gran relación. Habían comido juntos, habían insultado a Coin, e incluso ella le había hablado de todos sus demonios. Al ver los ojos cansados de Remus recordó lo sucedido, los coqueteos con Artie y sus entrenamientos. Él era una buena persona, que había sido destruida como todas. Había estado viviendo una batalla y las únicas que lo habían ayudado habían sido las hermanas Pevensee. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, sin poder detenerlas más.

—Aguanta.— dijo Katniss, con su mano extendida en su torrente sanguíneo, tratando de detener la hemorragia. El metal había salido de su cuerpo al mismo momento en el que la soga había soltado a Keera, dejando un gran agujero. Probablemente había perforado algunos de sus órganos.

Él balbuceaba, tratando de hablar, pero no podía. Sus ojos observaron a Keera, demostrando algo que no podía entender. ¿Por qué él la miraba de esa manera?

—Remus.— ella dijo, incapaz de acercarse aún más. El rostro del muchacho ya no parecía infeliz, él estaba cayendo poco a poco en un pozo del que no iba a regresar, pero parecía no tener miedo de aquello. Tal vez le había costado unos segundos en comprender la muerte. Sus labios se cerraron y la sangre dejó de salir con tanta intensidad de su boca. No oyó ningún ruido salir de él. Su pecho dejó de moverse.

Los brazos de Finnick la abrazaron, justo en el mismo momento que el corazón del muchacho se detenía. Keera gritó, mientra se sacudía llorando. No podía creer lo que había sucedido, no podía ser real. Era Remus, ahora estaba muerto. Gritó hasta que su garganta le pidió detenerse, pero aún así sus sacudidas no se detuvieron. Se sintió maldita, viendo a otra persona más morir. Quizás había nacido para ser torturada, un ciclo que jamás terminaría.
Se levantó del suelo, dándole un empujón a Finnick para que saliera de su cuerpo y se avalanzó hacia el cadáver del que era su amigo. Lo abrazó con fuerza, sintiendo la sangre bañar sus manos, brazos y rostro. Esperó que todo eso fuera un horrible sueño, pero no lo era. Le agarró una sensación de que ya había vivido aquello y recordó la muerte de su madre, sus brazos arropando la mujer. Pero nadie había oído sus plegarias.

—Regresa, regresa.— pidió, viendo los ojos del muchacho, sin vida. Incluso parecía que sus cabellos, sus pestañas y sus cejas habían oscurecido, ya no tenían el brillante color naranja que lo caracterizaba. Acercó su oído a su pecho y sollozó en su cuerpo.

—La sangre en el piso fue lo que detuvo la trampa.— musitó Jackson, con un tono indiferente. Como si la muerte del muchacho no le afectara, como si la juventud robada sería algo de todos los días.— Es una trampa que se apaga al conectar con la sangre y sus sensores están siempre a alerta. Debí saberlo, no era difícil de desactivar aquella trampa, lo único que necesitaba era una gota de sangre. 

Hurricane ✓ ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora