04| Violencia

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CAPÍTULO CUATRO

Sus pulmones se llenaron de oxígeno, en un falso intento de calmar su cuerpo. Sus ojos se movieron en zig zag por todo el sitio. Los tributos yacían cada uno en su plataforma, lejos y cerca, estaban separados por el agua, a unos metros de cada uno. Ellos estaban ordenados en un perfecto círculo, y en medio, la cornucopia. Observó a sus aliados, también a la arena. Esta vez era una playa tropical, rodeados de agua y de arena, donde deberían nadar para llegar a la orilla.

Se preguntó cómo había llegado a todo eso. Esa mañana se había despertado muy temprano, apenas había logrado conseguir dormir unas horas. Ahora estaba en los Juegos, al inicio de su nueva etapa.

Keera no se encontraba favorecida este año. Ella sólo tocaba el agua al bañarse y al ayudar a su familia con la limpieza del hogar, muy pocas veces eran la que se había sumergido a lo profundo. Al menos sabía nadar, su padre se lo había enseñado cuando tenía diez; pero no con la profesionalidad que tal vez tendría Finnick Odair. Él muchacho era un excelente nadador, por lo cual no dudaba en su llegada rápida a la orilla. Lo miró, y él regresó su mirada.
Ambos se miraron por unos segundos, comunicándose en silencio, hasta que él decidió mirar hacía la cuenta regresiva. Keera también lo hizo. Aún tenía tiempo hasta prepararse.
Luego, su mirada marrón divagó por los demás, Beetee, Katniss, los adictos, Johanna, y algún que otro más. Todos se estaban preparando para saltar.

Soltó un suspiro, mientras se arreglaba el cabello y quitaba los pequeños mechones castaños de su rostro. Lo tenía atado, para que no le molestara. Su ropa era una malla que cubría todo su cuerpo, y que era adecuada para cualquier clima.

Esperó el sonido que anunciara el inicio, el gran cañón, mientras veía como el tiempo pasaba. Sus ojos se dirigieron a la cornucopia, donde estaban las armas, incluida una katana. Ésta brillaba frente a sus ojos. Estaban todas las armas posicionadas de manera que atraían a todos, cuchillos, tridentes, lanzas, cualquier arma letal. Keera tenía que llegar a allí, costara lo que costara. Sin armas sería imposible sobrevivir, no con todos los profesionales merodeando. Podía frabricar algún objeto punzante, pero no sería lo mismo teniendo aquél arsenal disponible.

Jugar con profesionales era como jugar con fuego, no podía ser menos. Tenía que ser igual o más feroz que ellos.

Seis. Cinco. Cuatro. Tres.

Felices Juegos Del Hambre, y que la suerte esté de su parte.—la voz mecánica se escuchó por toda la arena. Una bandada de pájaros se movió de los árboles, yendo hacia el oeste. La cara de Keera se mostró aún mas sería, mientras posicionó su cuerpo listo para el salto.

Dos. Uno.

Tomó una gran bocanada de aire, y se arrojó al agua. Sus brazos se movieron rápidamente, como cuando era pequeña y su padre la obligaba a practicar. Nadaba de la mejor manera que podía hacerlo, siendo totalmente inexperta. Su cuerpo estaba mojado y pesaba más, sus brazos cansados daban lo mejor para avanzar. Sus ojos abiertos que no podían ver mucho, tan solo burbujas de aire y figuras. Se levantó del agua par poder tomar respiraciones, y rápidamente se sumergía. Se guió por el agua, tratando de hallar el camino adecuado.

En el agua no debes tener miedo. — había dicho su padre.— El agua no te mata, no si no le temes. Debes dejar que te controle, y luego podrás ir con ella. Pero recuerda, Keera, el agua jamás será domesticada, debes ir a la par.

Cuando se sintió cerca de unas piedras subió rápidamente. Inhalo aquél oxígeno que la mantenía con vida, mientras miraba a sus alrededores. Algunos tributos se encontraban corriendo hacía la cornucopia. Ella no lo dudo e hizo lo mismo. Su cuerpo se sentía pesado y cansado, pero lo ignoró. Sus pasos fueron veloces, Keera Pevensee era ágil y rápida, sus pasos eran mucho más rápidos que los demás, por lo cuál corrió y corrió, tomando la delantera.

Hurricane ✓ ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora