13| Propuesta

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CAPÍTULO TRECE

Al despertar, las alarmas sonaban con urgencia. Su cabeza, aún dormida, comprendió que estaba en una situación de alerta, pero sus ojos se sentían pesados y su cuerpo confundido. Rocco se encontraba igual que su hermana, sus ojos entrecerrados, ceño fruncido y su cabello despeinado, apuntando en diversas direcciones. Se habían quedado dormidos por un par de horas, y se preguntaron cuándo comenzaron a sonar las alarmas.
Keera oyó voces en el pasillo, todas juntas formaban un gran barullo, que poco a poco silenciaba el sonido de emergencia. Con una mirada directa a su hermano, pudieron comunicarse en silencio. Ella apoyó sus pies descalzos en el frío suelo, aguantando el jadeo que quería salir de su boca. Cerca de la camilla de su hermano se encontraba una pequeña mesa con varios artefactos, utensilios descartables y medicación, pero no había nada que pudiera ayudarla por si los atacaban. Movió sus ojos recorriendo toda la habitación, hasta encontrar un cesto de basura muy cerca de ellos. Dentro de este, se encontraba una jeringa usada, con la cual anteriormente la madre de Katniss le había pinchado a su hermano. Acercó su mano y la tomó con fuerza. Dió unos pasos silenciosos hacia la puerta, con los ojos de Rocco atentos a ella.

Una enfermera pelirroja entró a la habitació corriendo. Keera la había visto un par de veces cuando le llevaba alguna que otra cosa a la habitación. Sus ojos verdes estaban bañados de pánico y de lágrimas, su cara estaba totalmente roja. Con tales ruidos era imposible entender lo que quería decir. Ella balbuceaba y sus palabras no eran entendibles.

-¿Qué sucede?- preguntó la castaña, dando unos pasos hacia la muchacha. La enfermera seguía balbuceando.- No puedo entender ni una palabra de lo que dices.

-¡Nos están atacando!- gritó, con desesperación, tras unos segundos. Keera Pevensee miró a su hermano y vio que ella sola no podía llevarlo a un lugar seguro, necesitaba ayuda de otra persona. Rocco necesitaba el oxígeno que le administraban los doctores, y además aún estaba adolorido por todos los golpes. No podía cargar con ambas cosas ella sola. Moverlo de la enfermería sería bastante complicado.

El suelo se sacudió en un instante y ella se agarró de la camilla para no caer, todo parecía desmoronarse a su lado. Un poco de polvo cayó del techo en dirección a ellos, las lámparas se movieron y varias cosas se deslizaron en un estruendoso ruido. Su hermano protegió su rostro con sus manos, y ella tosió. Eso podía significar una cosa: los estaban bombardeando.
No supo cómo el Capitolio los había descubierto, puesto a su base era bajo tierra pero ya nada le sorprendía de él, ni del resto de los humanos. Quizás Coin le había dicho dónde estaban, pero no lo veía muy probable. Alma Coin podía parecer una perra, pero ambas tenían el mismo enemigo en común. El anciano había encontrado una manera de hacerles daño. Siempre lo hacía.
Movió su cabeza hacia la enfermera, pero no había rastros de ella. Seguramente había escapado cuando el suelo se había sacudido. La maldijo en silencio. Se suponía que tenía que cuidar de sus pacientes, o al menos, ayudarlos a salir de la zona de guerra.

Estaban jodidos desde que nacieron.

-¿Qué hacemos?- se preguntó a si misma. Comenzó a moverse, viendo todas las opciones que tenía, las cuales no eran muchas. Agarró una mochila que posaba sobre una mesa, la había dejado Finnick, dentro había algún que otro bocadillo. Pero era pequeña, y no entraría nada de lo que necesitaban llevar. Se preguntó dónde estaría su amante, puesto a que realmente lo necesitaba aquí. Obviamente no lo admitiría en voz alta, solo la haría perder el tiempo el decirlo.
Vio a Rocco, que se quitó el oxígeno de su nariz, luego se sacó la sábana del hospital, preparado a depositar sus pies en el suelo.

-¡Oye, oye! ¿Qué carajos estás haciendo?- le preguntó a su hermano, mientras rápidamente le colocaba el oxígeno de nuevo y su hermano se quejaba.

Hurricane ✓ ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora