02| Huracán

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CAPÍTULO DOS

El tren se detuvo en el Capitolio. El corazón de Keera latió frenéticamente en un sonido fuerte. No era emoción, era todo lo contrario. El terror y la ansiedad era lo que estaba en su cuerpo. Las ganas de salir corriendo perduraron cada vez que daba un paso en el tren. Ajustó su nuevo traje, un vestido dorado sencillo, con unos pequeños brillos por algunos lados.

Al bajar del tren, se encontró con unas multitudes gritando. Keera estaba enferma de todas esas personas, enferma de todas las multitudes del Capitolio; sus estilos, sus opiniones ignorantes. Cada vez que iba allí, no hacía más que asquearse de ellos.
Las cámaras les sacaron fotos a ambos Vencedores, con los flashes chocando contra sus cuerpos. La muchacha no sonrió, ignoró todo lo que había aprendido de conseguir patrocinadores. En cambio Brutus, él sonreía con suficiencia, feliz de ser participe de los Juegos una vez más. Él estaba ansioso de comenzar con la cacería y Keera no quería estar a su lado cuando él iniciara.

La castaña escuchó los gritos, algunos insultos, y otros de ánimos para ambos. Observó a esas personas que aclamaban su nombre, ciudadanos del Capitolio. Los observó por unos segundos, con el ceño fruncido. Los habitantes le sonrieron a la muchacha, felices por ser vistos. 
Una cámara se posó frente a ella, Keera la observó, deseando que Snow estuviera detrás de ella. Ella no se iba a rendir, nunca lo haría, incluso cuando su corazón dejara de latir. 

Cuando entró al departamento, —donde se quedaría en su estadía en el Capitolio—, Keera Pevensee observó aquél lugar. Los lujos no faltaban, un gran plasma estaba en frente de unos sillones costosos y la cocina era pulcra, como todo allí, costaba mucho dinero. Su mirada se detuvo en las personas paradas en las esquinas de la habitación. Sus bocas se encontraban cerradas y sus ropas eran ridículas. Ellos eran Avox. Personas que habían cometido algún delito, su pena había sido servir al Capitolio, no sin antes cortarles la lengua por lo que habían hecho.

Keera prefería morir antes de servir al Capitolio de esa manera. Si bien ella era utilizada al favor de Snow, y en cierta parte, ella era una esclava también, no podría imaginarse con su boca cerrada, cumpliendo todos los caprichos de sus amos. Los Avox eran muy valientes para pasar por todo ello, o muy cobardes para hacer algo que los librara de su esclavitud.

Keera se sentó en el sillón, mientras observaba a Enobaria, Brutus y a Ciress, también había algunos estilistas de su distrito. Ellos iban de un lado a otro, llevando telas consigo y creando una sala llena de ropas. Keera había visto cómo cocían vestidos a último momento, y no perdían la oportunidad de mirarla para ver si sus ropas le iban a entrar.  Cambiando su vista, se interesó en Brutus, observándolo como aquella vencedora que era. Al sentir la mirada de Keera, Brutus observó a la muchacha. Ambos intercambiaron las miradas, en silencio.

—Bien, supongo que no quieren ser aliados.—murmuró Enobaria, observando la situación, de brazos cruzados.— Ya tendrán tiempo para hacer lo que quieran en la arena.
Mi trabajo es idear nuevas tácticas para los nuevos Juegos. Todos ya saben sus movimientos, saben lo que hacen y cómo lograron obtener la victoria. Este año deberán cambiar, y yo los ayudaré.

A pesar de todo y de las palabras de Enobaria, Keera no quitó su mirada de Brutus. Ella no era mala chica y tampoco una sádica, pero desde que había puesto un pie en el Capitolio, tenía que pensar que estaba en la arena. Los tributos a su lado no eran familia, ellos sólo querían asesinarse entre sí.
Sacó su parte oscura, aquella parte que su familia desconocía.

La televisión se prendió y Brutus retiró su mirada, Keera hizo lo mismo. Su mentora había prendido la televisión, y mostraba el canal del Capitolio.

Hurricane ✓ ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora