03| Descontrol

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CAPÍTULO TRES

Keera se despertó en una cama comoda, nada parecida al duro colchón de su hogar, donde con cada movimiento sentía la cama rechinar. Sus ojos se abrieron y recordó lo que había sucedido la noche pasada. Se sentía cansada, pero todo comenzó a caer en su mente como fichas. El Distrito 13 existía, Snow había mentido. El sometimiento de los distritos al ver lo que había pasado con el trece solo había sido una mentira, una falsa alarma de destrucción. Habían pasado años temerosos a que sucediera lo mismo en los distritos, y todo terminaba siendo una farsa. El distrito 13 se encontraba más vivo que nunca. Una rebelión se iba acercando, directo a sus frentes, entrando profundo hasta sus cerebros. Malik se lo había dicho, él nunca mentía.

Finalmente, luego de tanto tiempo, sintió que la esperanza bañaba su cuerpo. Keera Pevensee podría callar sus demonios y su legado. Deseó haberle creído antes a Malik.

Se quitó toda la ropa de dormir, recordando la ducha que había tomado por la noche. El agua caliente le ayudaba a pensar, no sabía cuánto tiempo había pasado allí, pero cuando salió del agua, se sintió nueva.
Soltó su cabello trenzado y varias ondas quedaron a la vista, aún no se acostumbraba a su cabello un poco más oscuro. Según su estilista, ese tono le quedaba mejor que el original. Pero a Keera no le importaba su color de cabello.
Se puso sus pantalones apretados de deporte y la musculosa que le habían dado. Rápidamente ató su cabello en una cola algo desordenada y salió de su habitación.

Le faltaban diez minutos para la hora oficial del entrenamiento, lo cual no le dejaba tener tiempo para desayunar y tomárselo todo con calma. Había ignorado los golpes de la puerta, acción que había causado que se quedara dormida.

—Llegas tarde.— anunció Enobaria, mientras la miraba con sus ojos entrecerrados. Presentía que la mujer quería estar en su lugar, como tributo. Un lugar que felizmente lo pondría a su disponibilidad.

—Lo sé.— murmuró, agarrando un pedazo de pan y llevándoselo a su boca. Comió con lentitud, puesto a que no le importaba realmente llegar temprano. Apenas lo saboreó cuando se metió a su boca unas uvas.

—Ambos saben lo que hacer.—habló Enobaria.—Muestren lo que tienen, son vencedores y provienen del distrito dos. Haganos sentir orgullosos de tenerlos, o mueran en el acto.

Keera observó a la mujer, preguntándose si ella también sabía del plan de Haymitch. ¿Acaso Brutus también lo sabría? Había descubierto los grandes secretos que guardaban las personas.

—Dudo mucho que sientan orgullo hacia mi.— respondió Keera, tomando un trago de jugo.

—Eso no es cierto.— negó la mujer, Brutus comía en silencio, sin mencionar palabra. Los ojos de Keera y Enobaria se encontraron. De la forma en la que la miraba, sus ojos demostraban que sabía algo de lo que sucedía. Algo que Haymitch le había dicho la noche pasada.

—Estoy listo.—dijo él hombre, levantándose de su silla. Intercambió una mirada con Keera.—¿Vienes?

La muchacha asintió.

Cuando llegaron a la sala de entrenamientos, cada uno se fue por su lado. Brutus a donde podría demostrar su fuerza.

Ella ojeó a cada uno de los tributos, tal cual lo había hecho la otra noche. Se notaba que todos eran profesionales, no podía ver a ninguno allí llorando. En sus primeros juegos, al menos la mitad de los tributos parecían estar depresivos. Ellos lloraban y vomitaban trás hacer ejercicio. Ahora todos sabían muy bien lo que hacían.

Keera observó las armas que posaban sobre la mesa, todas disponibles para cualquiera de los tributos. Pasó sus dedos por el filo de una katana y la agarró, tomándola en sus manos. Era bastante punzante y eso era lo que amaba de esas armas. Mucho tiempo atrás la había usado para sus juegos, era su arma. Estaba tan familiarizada con ella, la hoja del filo podía destrozar a los oponentes, con una sola sacudida.

Hurricane ✓ ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora