17| Mente Maestra

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Hola amores, ¿Cómo están?

Remus en multimedia. (Por si tal vez no se dieron cuenta, amo Harry Potter). Me había dado cuenta de que nunca había puesto algún gif, ni tampoco había dicho quién lo interpretaba, y antes de que esta historia termine, debía mostrarles como me lo imaginaba.

De paso quería invitarlos a pasar por mi perfil y tal vez pueden leer alguna de mis historias. Sería increíble.

CAPÍTULO DIECISIETE

—No irás.— dijo Finnick por décima vez. Él yacía sentado en la cama, mientras la castaña se ponía su ropa para el entrenamiento. Sabía que su esposo diría eso. Era bastante obvio, de hecho, pero necesitaba hacerlo y no le pediría permiso. Nunca le había pedido permiso a su padre para hacer cosas malas o ilegales, no lo haría ahora. Tenía veinte años y podía tomar sus propias decisiones. No necesitaba a un hombre que le dijera lo que podía hacer y lo que no. Por más que Finnick no se lo dijera con esa intención.

—Toda mi vida fui independiente.— declaró Keera, decidida y con un mal humor, tal vez era el feto que crecía en su estómago el que la hacía de esa manera.— Necesito entrenar, debo mostrarle a todos que estoy capacitada.

—Estás embarazada, debes quedarte quieta, reposar y estar bien. No puedes entrenar e ir al capitolio con tu estado.— parecía que él no la escuchaba y hacia todo a su alcance para que ella se quedara. Él muchacho se levantó de donde estaba sentado y se acercó a ella, posando sus manos en las caderas de la chica, acercándola a él.

—Estoy embarazada, no enferma. Puedo hacer las cosas que quiera, soy fuerte.

—Sé que eres fuerte, has ganado los juegos hace cuatro años y sobreviviste a el vasallaje. No se lo tienes que probar a nadie, amor. Eres inteligente y sabes que esta guerra es sangrienta y podría decirse que es mucho peor que los Juegos del Hambre. Rocco, Artemis, él bebé en camino, nosotros, somos una familia ahora y no me permitiré perderte, porque nos sentiríamos como la mierda.

Keera suspiró. Lamentaba tener que exponerse de esa manera, pero tenía que hacerlo. Lograría lo que quería, fuera cual fuera el precio que tendría que pagar. Quería la cabeza de Snow colgando de su armario. No lo lograría esperando que otros lo hicieran por ella, no, quería tener sus manos ocupadas en el cuello del hombre.

—¿Y qué pasa con lo que pienso yo? Te amo y también amo a mi familia, pero realmente siento que tengo que hacer esto.— respondió, siendo totalmente sincera, observando los brillantes ojos de su acompañante. Ella recordó lo que había sucedido hacía sólo una semana; su casamiento deseado. Después del evento, ellos se habían mudado a la misma habitación juntos, ahora compartían cama y la gran mayoría de sus tiempos. Había sido raro ahora todo para ellos. Finnick trataba de no hacerla levantar de la cama, por precaución hacia él bebé y Artemis le había contado que eso hacían los padres primerizos y que todo para ellos era alarmante. Había sido una semana bastante aburrida, necesitaba golpear varias cabezas.

»Además, tu también vas.— comenzó a chantajearlo.— Puedes ver cada uno de mis movimientos y cuidar mis espaldas. Muy pocos saben de mi embarazo, tampoco tengo intención de contárselos a todo mi escuadrón. Así que puedes fijarte en que nadie me golpeé por accidente.

Finnick aún no parecía satisfecho. En parte quería dejarla ser feliz y permitir que ella hiciera lo que deseaba, pero él quería mantenerla segura. Desde el vasallaje, siempre había intentado mantenerla a salvo, incluso cuando no entendía los sentimientos que albergaban en él. Pero, ¿Podía protegerla de si misma? Keera realmente deseaba hacer eso y si no se lo permitía, ella sería infeliz por el resto de su vida. Algunos encontraban la felicidad escuchando música, otros bailando, algunos con el sexo, pero ella encontraba la felicidad acabando con aquellos que la mantenían cautiva entre cadenas, a ella y a toda su familia. Finnick no quería que ellos se convirtieran en un matrimonio disfuncional, donde el hombre no le permitía a la mujer ser ella misma, o viceversa. Las parejas se debían apoyar en todo y no prohibirse cosas, eso solía decirle Mags.
La había conocido a Keera como una mujer no dependiente de nadie, lista para asesinar al Presidente Snow. No la cambiaría por sus caprichos.
Tal vez las pesadillas de su mujer se calmarían cuando acabara con el asqueroso hombre, quizás ella podría volver a ser normal luego de cometer aquello que tanto ansiaba. ¿Era lo suficiente egoísta?

Hurricane ✓ ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora