El rubio miró de reojo como Sasuke frotaba sus ojos con algo de ensueño, a su vez no pudiendo evitar retener uno que otro bostezo algo ruidoso, sabía que estaban agotados por culpa de la corredera de la madrugada, pero no le agradaba la idea de dormirse. Temía que la Hokage hiciera de las suyas mientras no estaba en sus 5 sentidos.

-Oh, mis pequeños niños- se dijo la mujer con el lamento prendado en la voz, mientras se agachaba a su lado, con ambas rodillas en el suelo acariciaba el rostro enrojecido de ambos, recibiendo una mirada algo fastidiada del rubio, quien aún sostenía a su sensei de la mano, mientras que con los hombros algo encorvados daba una sensación de abatimiento o sumisión algo insoportable de ver en alguien tan pequeño.

-Quiero ir a mi casa...- se quejó el pequeño rubio antes de romper en llanto, sorprendiendo al pelinegro que estaba de pie a su lado, realmente pensaba que el otro iba a aguantarse las ganas de llorar por respeto a la ultima parte de orgullo que parecía haberle quedado, por su parte, no hizo más que mirar al suelo apretando sus puños a los costados de su cuerpo. Sentía como las lagrimas le picaban los ojos intentando salir de una vez y como un nuevo se comenzaba a formar en su garanta impidiéndole hablar, supo entonces de lo que se trataba, quería llorar e iba a llorar, era algo inevitable al parecer.

El peliplata tomó en brazos al rubio con lentitud, mientras no podía evitar suspirar, estaba haciendo un escándalo terrible para ser el sonriente rubio que siempre había visto correr a sus brazos cuando lograba aprenderse una nueva técnica o cuando peleaba con Sasuke y este corría tras él para hacerle daño. Casi como si supiera qué hacer, lo acomodó de forma cómoda para ambos, moviendo suavemente sus brazos de izquierda a derecha, en un dulce intento de que se calmara. Tsunade se llevó las manos al pecho algo dolido, sabía que estaba actuando por el bien de ambos niños, pero solo podía ver a su hermano en brazos del peliplata, casi como una ilusión no pudo evitar para sus dedos largos y femeninos por las mejillas del muchacho.

-Vamos a arreglar todo esto, lo prometo- susurró, antes de volver su atención con el pelinegro, quien frotaba disimuladamente sus ojos para secar las lagrimas que insistían en seguir bajando por ellas- No llores principito, ven aquí- dijo levantándolo en brazos con la facilidad de levantar a un pequeño cachorro, cosa que hizo que el chico no pudiera evitar avergonzarse- ¿te digo un secreto? Alguien está esperando muy emocionado para verte- le susurró antes de darle un sonoro beso en la cabeza.

Así, los llevaron a otra habitación, que estaba a un par de metros de la que habían estado anteriormente. Era amplia y bien iluminada, con un claro celeste en las paredes, llena de juguetes por todos lados, la fantasía de cualquier niño pequeño a decir verdad. Un par de camas gemelas en cada punta daban un aire un tanto extraño al frío lugar, los peluches parecían mirar directamente a ambos chicos y los cuadros de payasos no eran muy amigables a decir verdad. Acobardó de forma genuina los corazones de ambos niños sin que estés hubieran llegado a poner un pie en la habitación, Sasuke ocultó sin dar más vueltas su rostro en el hombro de la mujer que lo conducía sin notar nada de lo que sucedía a la cama que aparentemente le tocaba a él. Todo era tan genérico que daba asco, por lo menos las cosas no eran azules argumentado el típico color de niño. 

Kakashi se acercó a la cama de la derecha, la que estaba justo al lado de la ventana, pues sabía que al rubio le agradaba más estar cerca de esta y con suavidad lo dejó sobre la cama, casi como si esperara algún milagro y que se quedara dormido instantáneamente. El niño se soltó reaciamente al adulto, mientras que con un deje triste se llevó las manos a la cara, temblando ligeramente ante la sola idea de que podría venir a continuación ¿todo era culpa del zorro nuevamente? Se preguntaba entre hipidos. Se encontraba sentado en la mullida cama, con sus pies colgando, aun con un deje de frío recorriéndolos, pues estaba helado.

El peliplata, ajeno a los pensamientos del menor, se agachó frente al chico y enfundó sus pies en un par de medias acolchonadas, luego, para finalizar llevó de uno en uno los piececitos del menor hasta su boca, haciendo una especie de jaula con sus manos, sopló aire caliente en ellos hasta que estuvo seguro de dejarlos estar, no sin antes frotarlos varias veces con sus manos tibias. Naruto miraba con la boca entreabierta había dejado de llorar, para observarlo intrigado, casi como si no entendiera lo que estaba haciendo el adulto, realmente nunca nadie se había preocupado por las cosas mínimas que le pasaban, así que sin poder evitarlo, lo contemplaba todo, como si quisiera guardarlo todo en su cerebro por si no volvía a repetirse. El adulto al darse cuenta de ello, sonrió bajo su máscara, antes de empujarlo gentilmente contra el colchón, de manera que pudiera recostarse cómodamente contra este, luego, con la misma paciencia, acomodó sobre el lloroso niño las mantas para abrigarlo. Cuidando de fijarse que el frío no se colara por las aberturas de la manta, y para finalizar, le acomodó mejor la almohada antes de darle un beso en la frente.

-Descansa, en un rato voy a venir a traerles algo de comer- le prometió antes de retirarse de la habitación lentamente, Naruto giró su cabeza hacia la otra cama, donde Sasuke miraba el techo de madera con la misma extraordinaria sensación de sentirse querido, casi como si estuviera recordando las veces que su propia madre lo acunaba en sus propios brazos,dulce y tiernamente, como solo una madre sabe hacerlo. Luego, lentamente se quitó las mantas de encima antes de bajarse de la cama, frotar sus ojos y caminar directamente a la cama del rubio, este casi como si le leyera la mente, se apartó un poco dejando que el pelinegro se recostara a su lado, era de esperarse de que no desearan estar solos luego de la oleada de sentimientos encontrados atravesados a lo largo y ancho de aquel día que resulto ser uno de los peores que habían pasado. Sasuke deslizó su vista a lo largo de la habitación, dando vueltas en su cabeza la idea de un plausible escape si las cosas se ponían difíciles de un modo u otro, a diferencia de Naruto, el pequeño pelinegro era cauto y desconfiado, es decir, tardó más de una hora en quedarse dormido argumentando que esa era su forma de protegerse de lo que pudiera llegar a sucederles tanto a él como al rubio mientras ambos estuvieran dormidos. No podía dejar de pensar en lo cerca que había estado de caer en manos de su hermano otra vez, lejos de estar enojado con aquel que compartía su misma sangre, le tenía un miedo casi indescriptible. Algo de esperar para alguien que se había tomado el trabajo de asesinar a toda tu familia desde el desconocimiento y la arrogancia, la sola idea de que se había llegado a arrepentir de dejarlo vivo esa noche le daba vueltas el estómago, no estaba listo para defenderse él solo por mucho que le costara admitirlo. Otra cosa que le preocupaba era la razón por la cual estaba en esa cama en ese momento junto a Naruto ¿Qué crimen había cometido para un trato tan brusco y poco certero? ¿Buscaban controlar al zorro dentro de su amigo? Si era eso ¿Por qué retenerlo allí mismo también? Suspiró entrecerrando sus ojos.Tan solo recordar su despertar de esa mañana le llenaba los ojos de lágrimas de enojo y frustración, la puerta abierta de par en par, sus cosas tiradas por todas partes y en medio de la habitación un monstruo de ojos rojos. Se quedó dormido con la imagen de Itachi quemando sus pupilas. 

 

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Before you goWhere stories live. Discover now