Capitulo dos

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Un aire de incertidumbre envolvía al peliplata mientras seguía de cerca los pasos del perrillo marrón, quien determinado a ayudar a su invocador no dejaba de olisquear el aire con su negra nariz, tratando de seguir el rastro algo perdido de los dos pequeños que tal vez habría conocido cuando debió acompañarlos a buscar algunas hierbas de la montaña al no poder ser guiados por su sensei. La idea de que ambos niños pudieron haber caído en el rio que estaba tan solo a un par de metros de donde se le vio por primera vez, era algo que ya se estaba murmurando por las calles de manera algo sínica, que alarmaba a los amigos de ambas criaturas.

Pensar que ellos dos, asustado y hambrientos bajaron corriendo de sus camas por culpa de unos descuidados ninjas era sin dudas un hecho muy repudiable a decir verdad, imaginar a los dos como gacelas atrapadas por un cazador caer cuesta abajo y aterrizar en el salvaje rio que como una bestia con cola devoraba cualquier cosa que estuviera en su camino, el grito que nadie escuchó y la ayuda que nunca llegó. Apartó las ideas de su cabeza mientras meneando ligeramente la cabeza, vio como el animal que corría frente a él, le señalaba la entrada mohosa del bosque.

Unas pequeñas huellas infantiles le dio a entender que ambos pasaron por allí y la permanencia de su olor indicaba que no fue hace mucho tiempo, cosa que alegró de sobremanera al hombre, quien cruzando los dedos comenzó a bajar por la cuesta, llena de marcas que indicaban que ambos pequeños pudieron haber caído de forma estrepitosa por allí. Casi podía verlos allí de pie, llorando desconsoladamente ante un pequeño raspón o encontrarse completamente llenos de tierra por culpa de la caída. ¿Y si habrían huido de la aldea? Eso era imposible, trató de convencerse, la entrada estaba a kilómetros de allí y simplemente los niños no hubieran podido orientarse del todo bien para encontrar la dirección correcta, por lo menos de algo estaba seguro, esos chicos estaban cerca. No habían caminado mucho cuando el lean cánido se frenó en seco, viéndose finalmente de pie en la orilla del pérfido rio, su maestro de pie a sus espaldas jugaba ansioso con sus dedos, esperando a que el animal dijera algo, pero por la carita de confusión que traía decidió no preguntar nada. El animal regresó la vista hacia la derecha, esperanzado persiguió el rastro lleno de determinación, los sentía tan cerca que no pudo evitar menear ligeramente la cola y apresurar sus pasos para poder ver el reencuentro de los niños con su maestro.

Un árbol hueco se alzaba frente a sus perrunos ojos y si su nariz no le traicionaba, bajo este dos pequeños niños asustados. Desapareció en una nube de polvo y ceniza cuando notó las pisadas veloces de su amo a sus espaldas, con un suave tintineo regreso a su mullida cama, rodeado de sus hermanos y amigos perrunos que comenzaban a bridar por un día bueno de trabajo, si tan solo supieran lo feliz que le hacía regresar con ellos.

El hombre algo alterado deslizó su mano por el rugoso tronco de árbol, este crujió bajo su tacto, sin esperar más se agachó hasta quedar a la altura de la abertura mediana que mantenía ocultos a sus estudiantes, ambos estaban durmiendo sobre una suave cama de hojas, a su alrededor se encontraba algo de barro que le indicaba que la caída era un hecho cierto. Ambos estaban muy juntos debido al frio que estaban experimentando, sus pequeños cuerpos carentes de una capa grande de grasa apenas y podía estar tranquilo con una manta sobre ellos. Sonrió para sus adentros cuando vio como Naruto chupaba su dedo, envuelto en los brazos de Sasuke que estaba haciendo lo mismo que el otro, ambos estaban muy lastimados, raspones por allí y cortaduras por allá, era realmente algo desagradable de ver para alguien que los apreciara tanto. Delineó el rostro calmo del rubio con las yemas de sus largos dedos, sintiéndolo increíblemente frio al tacto, este suspiró escondiendo un poco más su carita contras las hojas secas, que finalmente terminaban enredadas bajo su cabello de oro.

Sasuke entreabrió sus ojos al sentir a su compañero removerse algo incómodo, quizás por la repentina sensación de que alguien lo estaba observando comenzó a intimidarlo un poco. Sus ojos negros se deslizaron por la rubia figura que estaba entre sus pequeños brazos hasta poder ver la mano enemiga acariciar tiernamente el cabello de su amigo, quien ajeno a todo dormía. El pelinegro siguió con sus ojos a la enorme figura que estaba tapando la entrada de su pequeño escondite, con el corazón latiéndole a mil y la sensación de que algo estaba por salir mal soplándole en la nuca de forma lenta. Kakashi sonrió en respuesta, acariciando el rostro del muchacho con lentitud, a lo que el otro reaccionando de forma violenta, se sentó sobre sus piernas antes de arrastrase hasta la parte más lejana del interior del árbol, de manera que este crujiera al verse repentinamente golpeado y sacado de foco arrojó un par de hojas secas sobre la cabeza del menor. El rubio simplemente no pudo evitar imitar el movimiento del otro, aceptando curiosamente la lluvia de hojas que repentinamente los cubrió.

Before you goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora