Capitulo catorce

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Naruto saltó con los brazos extendidos sobre el sillón, pasando por encima de Sasuke, quien se apresuró a perseguirle intentando sujetarle de alguna manera, todo esto acompañado de unas suaves risas aniñadas que parecían endulzar el aire que los envolvía. Habían estado corriendo dentro de la casa hacía más de una hora, usando los muebles como peldaños para saltar de un lado al otro sin tocar siquiera el suelo. Había tanta energía contenida dentro de esa habitación que ciertamente de colocarse un foco en las manitos de aquellos niños lograrían encenderlas por completo y hacerlas brillar por horas. No había nada que se pudiera hacer, llovía a cantaros fuera y sacarlos a correr como se harían con perros grandes sería imposible, se llenarían de barro antes de pescar un resfriado. Así por lo menos podían supervisarles y asegurarse de que no hicieran ninguna travesura como en la noche anterior, gracioso era pensar que con lo poco que habían dormido (seis de la mañana y ya estaban arriba) eran capaces de explotar de energía como los niños hiperactivos que eran. No les importaba nada en ese momento, ni las caídas estrepitosas, ni las veces que resbalaban por el suelo o perdían el equilibrio sobre los muebles empujando al suelo uno que otro libro, para los adultos era como ver un terrible tornado arrastrando todo el orden hasta convertirlo en un caos espectacular que apestaba totalmente a cansancio. El desayuno ya se lo habían comido, con la misma rapidez, entre saltos y brinco como hermosos venados que testeaban la fuerza de sus pequeñas patitas, entre las rocas y los divinos juncos. De vez en cuando debían de intervenir en el violento juego con alguna frase predeterminada "más despacio Sasuke" o "no muerdas Naruto" puesto que quizás en la efusividad del juego olvidaban que se trataba de una simple simulación de una pelea, terminando por darse algunos golpes bastante fuertes pero que a ninguno parecían molestar del todo. Por ellos mismos no ponían límites en cuanto a la fuerza del juego, algo que sería muy común al hablar de cachorros, quienes mordían y se quejaban para indicar hasta qué punto eran capaces de ceder su dolor en cuestión de aprendizaje o juego. Itachi no podía creer lo que estaba viendo, ciertamente Kakashi estaba acostumbrado a ese trato bruto así que no significaba mucho para él, pero cabe destacar que el pelinegro mayor no aprobaba nada de lo que los niños hacían. Puso ver como Sasuke se arrojaba sobre Naruto empujándole al suelo como una flecha, haciendo que su cabeza diera contra el suelo en un golpe mudo que por lo visto sí le había dolido pues entrecerró los ojos antes de gimotear, devolviendo el golpe. Ambos rodaron por el suelo entre risas mientras el zorro escapaba por debajo de la mesa, gateando con presteza sobre sus manitos y rodillas. Los adultos simplemente leían clásicos en silencio, sentados en unos hermosos sillones mullidos, llenos de almohadas, con dos humeantes tazas a su lado, con los dedos meñiques rozándose en los apoyabrazos como si no tuvieran nada más que hacer que aquellos tímidos roces silenciosos. Después de todo ¿qué podía esperase de un día de tormenta más que silentes esperas? Por otro lado, Itachi levanto la vista para centrarla en los niños, observando como Naruto sacudía su cabeza llena de rizos rubios, como un zorro mojado que pretende secarse, sentado incluso en alerta sobre uno de los sillones, con las piernas flexionadas y las manos sobre la tela repartiendo su peso. Casi podía vislumbrar, con un poco de imaginación, las orejas sobre su cabeza y la larga cola que caracterizaba aquel animal. Lo vio gruñir bajito antes de correr sobre el sillón arrojándose al suelo con una practicidad envidiable ¿Cómo podía encontrar cómoda aquella posición que parecía forzar su espalda a una inclinación anormal? Naruto se había adaptado al comportamiento del zorro en toda su magnitud. Con un ladrido bajo fue atrapado por Sasuke quien veía normal aquel comportamiento animal, como si realmente estuviera acostumbrado a la belleza del zorro magnánimo en su poderío. Los gritos continuaban, eso sí, con menos ganas, ya no se perseguían con tanta locura, habían comenzado a usar el cerebro entre trampas y esquivos movimientos, de serpientes y zorros iba la historia después de todo. En algún momento, suponían, que todo lo que subía debía de bajar y así como los chicos ahora corrían entre gritos de divertido encanto, durante la tarde, dormirían como angelitos bajados del cielo, para poder seguir jugando más tarde. Y a media mañana, mientras la tormenta arreciaba, algo común en un lugar caracterizado por sus longevos árboles frutales y creciente fauna, decidieron que lo mejor sería darles algo de comer mientras pasaban el rato. Itachi fue quizás quien más se ocupó de los chicos durante la mañana pasada, con ternura se encontraba en la cocina frente a un plato amarillo, colocaba con lentitud trozos de frutas que para ese momento mantendrían las pancitas de sus pequeños en tranquilidad mientras Kakashi preparaba las cosas para el almuerzo. Quizás se trataba de algo con pescado, arroz o lentejas ¿quién sabía? Era un buen cocinero y lo que sea que les diera a probar sabría increíble.

Before you goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora