-No me toques- le dijo con el pánico gravado en la voz el pelinegro, apretando sus puños cerrados a los costados de su cuerpo, mientras temblaba ligeramente. El hombre simplemente sonrió mientras comenzaba a reír en voz baja, llamando la atención del alarmado rubio que trataba de entender la imagen que los envolvía- ¿Cómo sabemos que eres tú y no algún ninja perverso?- inquirió cruzándose de brazos, pensando en una forma de salir bien parado de la situación, pero aunque no podía evitar sentirse extrañamente seguro con la presencia del adulto allí, estaba tratando de evitar arrojarse a sus brazos y esconder su rostro en su pecho, esperando que todo se solucione. Naruto, por su parte estiró sus bracitos hacia adelante, mientras abría y cerraba sus manitos, en un claro pedido de que lo levantara en brazos. El adulto sonrió mientras aceptaba el pedido y sujetaba por las caderas al niño, llevándolo directamente a su cuerpo, donde escondió su rostro lloroso antes de comenzar a llorar desconsoladamente.

-Da miedo, sensei, da miedo- se limitó a decir mientras sentía las dulces caricias que el adulto le daba a su cabellera desordenada, por su parte Sasuke con los ojos empañados de lágrimas, se quedó en su lugar, pero faltaba poco para ceder, de igual modo que el rubio, quería ser reconfortado por el adulto.

-No dejaré que dañen a mis camaradas, creo que ya se lo había dicho, pequeños- bastó eso para hacer que el pelinegro se acercara a rastras al dúo y dejara que el adulto lo envolviera con sus brazos fuertes. Se puso de pie cargando a ambos niños, quienes se sujetaron de las manos asustadas y un poco más relajadas que otra cosa, entrecerraron sus ojos, en clara señal de rendición.

-Son buenos chicos- se apresuró a decirles cálidamente, mientras tarareaba una que otra canción que se le ocurriera en el momento, ahora, con sus dos chicos en brazos se sentía listo para tomarse un bien merecido descanso, quizás almorzar algo de una maldita vez- Un buen plato de comida caliente ¿suena bien?- les pregunto sin esperar respuesta, mientras que de un par de zancadas, llegaba a nuevamente al margen del bosque y finalmente al pueblo, donde las personas seguían sus vidas como si no hubiese pasado nada en absoluto. Con un suave vaivén, los chicos miraban desde su altura como atraían la mirada interrogante de las personas que caminaban por allí, en especial de sus compañeros, quienes procuraban enterarse de lo ocurrido, tal vez todo era fruto de una pelea, por lo cual estarían por darles un castigo a ambos, cualquier cosa que englobara al rubio y al pelinegro era sinónimos de problemas grandes.

-Vamos, Naruto ¿No se te antoja un buen Rámen de Ichiraku?- lo tentó el adulto, mientras sonreía a las miradas acusatorias de la plebe. El menor negó un par de veces antes de deslizar su mano lentamente por su rostro, tratando de espantar el ensueño que aún lo envolvía de forma molesta y pesada, el cambio Sasuke esquivaba la mirada de su compañero, mientras se concentraba en jugar con el despeinado cabello del peliplata, con leves caricias y estirones accidentales que le hacían al adulto percatarse de que el pelinegro se avergonzaba de que estuvieran cargándolo por todo el pueblo, pero pasado un par de metros, llegaron a lo que sería el edificio enorme donde se encontraba la Hokage, tal vez con la nariz metida en libros de cirugías o estruendosas peleas con sus allegados- un baño caliente también suena bien- dijo dándole unas palmadas amistosas al pelinegro en la espalda, mientras comenzaba a subir las escaleras que llevaban al estudio de Lady Tsunade, quien más relajada que otra cosa esperaba ver a las pequeñas ovejitas que se separaron del rebaño, guiadas por el extraño pastor, quien parecía más duro de lo que realmente era.

Con un gesto que solo podemos describir como de "alegría" o más concretamente como "alivio", que se reflejó en sus brillantes ojos femeninos, la mujer escuchó sus voces provenir de detrás de la puerta, no pudiendo evitar correr al encuentro de los pequeños, quien entre quejidos y sollozos acababan de hacer su entrada triunfal en la habitación de enormes ventanales. La mujer acarició las cabezas de ambos niños antes de dirigirse al otro adulto, quien tenía dibujada en la mirada el consuelo que ahora parecía general sobre sus hombros, este último, bajó a los niños para que pudieran ser revisados por la médica a cargo, Naruto se apresuró a sujetar la mano de su sensei para que no se alejara de él ni nada por el estilo.

Before you goWhere stories live. Discover now