Tenía que dar la vuelta a la manzana para volver a ingresar al centro nocturno, de ese lado no había forma de volver a abrir la puerta trasera. Un edificio antes de llegar a la esquina, sintió que la empujaban hacia un pequeño hueco que no había distinguido antes. Lo siguiente fue que se encontró con que unos conocidos ojos violetas la observaban mientras le tapaba la boca.

Él esperó pacientemente a que Luna superara la impresión y quitó su mano de la boca de la mujer.

—Tenemos que hablar —sentenció mirando hacia afuera del hueco.

La pelirroja lo siguió al ver que cruzaba la calle y se alejaba. Él se movía muy rápido y eso la llenó de adrenalina. Dudó un poco al ver que utilizaba una escalera de emergencia para subir a la azotea de un edificio antiguo que seguramente contenía numerosas oficinas, en el camino se arrepintió de haber elegido ese vestido.

—¿Quién eres? —interrogó la mujer al llegar a la azotea.

Las formas negras en la cara del inmortal perdieron el carácter redondeado sobre la mejilla cuando él sonrió de medio lado.

—Estoy seguro de que ya tienes una idea de la respuesta.

—Así es. Alucar me habló de los noctividus, los guardianes seleccionados por la Corte. Tú debes ser Noctua.

—¿Qué te hace pensar eso?

—El hecho que no es la primera vez que me abordas. Estoy casi segura de que la primera vez que lo hiciste no te diste cuenta de que no soy humana.

—Tu sangre no huele a inmortal —le recordó.

—Eso me han dicho —asintió.

El saco negro que tenía Noctua le llegaba hasta tres centímetros antes del codo, eso le permitió a Luna ver tres pequeños montículos en la zona interna del codo. Él siguió su mirada y añadió:

—Tuve que inyectarme para poder estar cerca de ti. Eso me trae ciertas dificultades ya que mis sentidos no están al ciento por ciento.

—Lo siento. No quería causar problemas en tu asignación, es mi primera noche de reconocimiento.

Luna se acercó hasta el borde opuesto para observar el paisaje. El trabajo de Noctua no parecía tan sencillo desde ese lugar. Los edificios estaban muy alejados unos de otros y había mucha diferencia de altura entre los que alcanzaba a ver. Si él percibía algo tendría que ser rápido al bajar y no dejar rastro, ya que las leyes de la física seguían cumpliéndose para los inmortales. Eso significaba que los saltos al vacío se daban hasta cierta altura para no agrietar los pisos o el pavimento.

—Ya que estamos, ¿qué demonios hiciste en el callejón?

Luna se volteó algo extrañada al percibir cierta censura en la voz del inmortal.

—Ayudé a una chica en peligro.

Noctua había armado un rectángulo con una varilla plegable cuadrada de metal que había extraído de su saco. Era una especie de rompecabezas que una vez listo, proyectó unos pequeños puntos azules que se acomodaron para formar un mapa en tres dimensiones de la ciudad. Él giró la pequeña perilla que se encontraba en el medio del lado que estaba hacia él y el mapa se trasformó.

—Desde aquí puedo ver todas las ciudades que tengo que vigilar. Tienes suerte de que nos hubiéramos encontrado hoy, sigo una rutina que hace impredecible la zona en la que me voy a encontrar.

—¿Suerte?

—Al parecer Alucar no te dio todas las instrucciones que necesitabas.

Luna frunció el entrecejo. Su última tarea había sido terminar de leer el resumen de la primera noche de reconocimiento, pero no lo hizo. Había estado tan ansiosa que había dejado la última hoja sin leer.

𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔𝕙𝕖 ©Where stories live. Discover now