Capítulo 1

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La insistencia de golpes en la misma herida y el aumento de furor en cada uno de estos explotó un alarido que a su vez generó una ácida sonrisa en el mayor. Aplicó una fuerza brutal para zafarse de la ligadura que lo sostenía lejos del piso, empeorando así sus lesiones.

     El contrario fue astuto al dañar sus piernas, sin embargo, su objetivo de evitar que huyera con estas heridas no sirvió. Al tocar el piso, se las arregló para salir corriendo de la habitación seguido de su hermano mayor, quien a su paso gritaba maldiciones y órdenes para que regresara, así como amenazas.

     El prolongado silencio que Zeno impuso, había servido para que él y sus dos acompañantes escucharan todo lo anterior. Silva estaba turbado por la inesperada intromisión de su padre a lo igual que Kikyo, pero solo ella se impacientó al escuchar el desgarrador grito de su hijo. A Zeno le sorprendió que la habitual tranquilidad de Silva continuara dominando, a pesar de estar consciente de la aterradora magnitud que tuvo ese grito. Incluso Zeno estaba asombrado por el alcance de este.

     No pidió el consentimiento de ellos, pero valoró su falta de objeción como una vigorosa concesión con la que decidió retirarse.

     —¡Padre, no puedes hacer esto! —protestó su nuera desgarrando sus cuerdas vocales—, su entrenamiento no puede interrumpirse.

     Zeno giró sobre sus tobillos y la encaró intimidante. No lo dejaría ir tan fácil, lo tenía claro al verla tomar la misma postura que él.

     —Kikyo —comenzó solemne—, él mismo ya lo interrumpió.

     Debido al poco contacto que mantenía con ella, Zeno no se había acostumbrado a manejar su temperamento sin que fuera para fastidiarla. Sabía que su decisión fue muy apresurada, pero no le apetecía retractarse y menos sí esto le daba el gusto a la azabache que enterraba amenazante la uñas en su yukata.

     —Pronto lo reanudará —chilló la mujer suplicante. Zeno se dedicó a examinar esa aseveración.

     El eco de un portazo deambuló por el pasillo y, con ello, aullidos provenientes del tercer nieto de Zeno: —¡No pienso hacerlo, estúpido cerdo! —Quien le perseguía, hizo dúo en quejidos, rugiendo que volviera. Mismo que seguramente suscitó al chiquillo el desgarrador grito quejumbroso.

     Dio la espalda a la mujer: —Vaya que está controlada la situación —dijo sin intenciones de ocultar su sorna. Siguió su camino dejando atrás a Kikyo—. Killua irá conmigo —finiquitó y antes de doblar a otro pasillo la miró de reojo matando lo que ella estaba a punto de decir—. Me encargaré de su entrenamiento. Es esencial que aprenda a infiltrarse y me parece perfecto llevarlo a donde me han contratado.

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     La disputa seguía en pie cuando llegó al cuarto de Killua y los gritos tenían una intensidad mayor. Milluki se veía agotado de tener que lidiar con su hermano menor y Zeno no lo culpaba por ello. Parecía decidido a tirar la puerta; su ira era casi tangible.

     —Millu, apártate —tocó su hombro haciendo saltar a su nieto—. Deja que yo me encargue...

     La gordura de su nieto rebotó al hacerse a un lado, no aceptaba marcharse tan pronto y su quejido lo dejaba en claro.

     —Hazlo pagar —exigió extendiendo sus brazos a los lados—, se escapó cuando le estaba dando su castigo por ser tan imprudente con su entrenamiento y ahora se niega a-... —Milluki se interrumpió a sí mismo con una pálida expresión. Zeno entrecerró los ojos como una amenaza irritado por su tono de víctima.

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