Sarah molesta en casa ajena.

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Sarah atravesó cautelosamente el espejo y cada centímetro de su cuerpo que había traspasado el cristal se encontraba ahora recubierto por una curiosa sensación. No había frío ni calor, ni gravedad, ni brisa, ni movimiento y el ruido... Era como si nunca hubiese existido.

Una vez completamente dentro, no respiraba, no tenía necesidad y era vagamente consciente de la flotación que su cuerpo estaba experimentando... En el otro lado, donde una oscuridad inescrutable lo rodeaba todo, su voluntad, las cosas que hubiese podido haber deseado, temido o amado le eran desconocidas y reinaba en ella una satisfacción serena. Sus sentidos estaban embotados, pero poco a poco percibió un estímulo al fin. El ambiente, porque no era aire lo que la rodeaba, sino simplemente espacio, comenzaba a tornarse espeso y Sarah tenía esa maravillosa sensación de elevarse lentamente cuando se vuela en sueños, a ella la acompaño el frío y una luz translúcida a la que se acercaba cada vez más a medida que se elevaba.

Fue un segundo después de esa calma cuando comenzó a precisar el oxígeno de nuevo, y tomó de golpe plena consciencia de todo a la vez, percatándose de que de alguna manera se encontraba sumergida en agua.
Con un frenesí instintivo nadó hacia la superficie culminando su esfuerzo con una bocanada de aire limpio y cálido.
Era de día, a pesar de ser las 9 de la noche al otro lado de ese espejo. Lo primero en lo que Sarah se fijó fue la superficie de tierra que rodeaba el cúmulo de agua tranquila en el que nadaba, miró al rededor y vio que ese sonido de fondo provenía de una rueda de molino que movía el agua a unos metros de ella. Comprendió que se encontraba en la estancación de un río, al lado de un molino y con la mente aún un poco trastocada por la experiencia que acababa de vivir salió a paso firme del agua jadeando, pues nadando unos metros hacia los bordes del río ya hacía pié.

Exhausta del repentino miedo de ahogarse y confusa, pues no sabía ni dónde estaba ni por qué su viaje había sido tan peculiar aquella vez, miró al rededor intentando en vano recordar algún lugar, sendero o árbol familiar para poder situarse a la vez que escurría su vestido. Pero ese sitio era nuevo.

-¿Qué... Mierda..?- Musitó para sí con la respiración entrecortada.

A pesar de no reconocer nada de su localización actual, se fijó en una subida formada de piedras de granito que había a la derecha, hacia un camino camino entre el bosque. Había subido del todo cuando una niña con una vasija vacía la miró como si se tratara de una aparición monstruosa, tiró el recipiente y se puso a correr en dirección contraria.

-¡Espera! ¡Por favor, necesito ayuda!

Sarah corrió detrás de ella y se detuvo tras la verja de una casa blanca de dos pisos con balcones, toda ella rodeada por trepadoras de amapolas y macetas de las más coloridas flores. La verja que la bordeaba era alta y contrastaba con la pequeñez de la casa. Era como una casa de cuento de hadas, pensó Sarah y soltó un bufído con una pizca de despecho, ya que conocía de sobras la verdadera naturaleza caprichosa y cruel de las hadas.

-Hola, ¿puedo ayudarle en algo?
Sarah jadeó del susto. Justo al otro lado de la verja desde la que ella inspeccionaba el lugar en busca de la niña, a una altura casi un metro más baja de estatura, razón de que Sarah no se percatara de su presencia, se encontraba una mujer algo mayor y regordeta. Parece de la misma especie que Hoggle...Pensó ella.

-Disculpe no pretendía asustarla.- La mujer se mostraba respetuosa pero muy recelosa, como si considerara la posibilidad de que la extraña visitante tuviera malas intenciones.

-Oh, no, tranquila, no, yo... Sarah se fijó en que la niña miraba atenta desde las ventanas de la casa. -De hecho , perdóname tú, me temo que asusté a tu hija?... El caso es que acabo de llegar y necesito encontrar urgentemente a un amigo, pero no tengo idea de donde pueda estar... Me llamo Sarah, Sara Williams.

Retorno al laberinto.Where stories live. Discover now