{Capítulo 18}

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El frío metal de las esposas abrazó sus muñecas. Mientras salía del hospital con la cara llena de vergüenza, los policías la escoltaban como si fuese la persona más despiadada del mundo, cuando en realidad la verdadera asesina estaba justo a sus espaldas.

Luchó, pataleó, gritó a todo pulmón que era inocente pero nada de lo que hizo fue suficiente. La subieron a la patrulla y obligaron a guardar silencio. La amenaza con la pistola paralizante fue suficiente como para hacerle callar.

No podía creer lo que estaba pasándole. ¿Ella culpable de algo que no cometió? Debía haberlo sabido, Danielle no pensaba detenerse; seguiría intentando hasta hundirlo en lo más bajo, alejándola de Logan si es que sobrevivía.

Tenía que salir de esta. Tenía que encontrar la forma de ser libre y meter a la cárcel a la verdadera asesina.

«Me las vas a pagar»

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Los minutos pasaban y aunque su habitación carecía de un reloj sabía que ya había transcurrido un tiempo prudencial. ¿Cuánto podía demorarse en ir por unos medicamentos? Además, le había pedido específicamente que trajera a los policías para poder hablar con ellos. La idea no era que los encarara sola, sino que él también pudiese estar allí para dar su testimonio. Estaba herido, había sido una víctima. Eso debía servir de algo.

— ¿Qué diablos Alice? —refunfuña.

Junto a su cama había una pequeña mesita donde descansaban una lámpara, un vaso de plástico con agua y su teléfono celular. Seguramente Alice lo había dejado allí por las dudas. Al otro lado de la habitación, encima del sofá se encontraba una bolsa blanca con su ropa.

Sí, definitivamente había sido ella.

Tomó el teléfono y un gruñido escapó de sus labios. Olvidó por completo su brazo herido. Sus dedos se cerraron sobre la venda, presionando para calmar el dolor, pero solo lo hizo peor. Los puntos dolían más de lo que se había imaginado. Se mordió el labio hasta el punto de casi hacerlo sangrar.

Con su brazo sano marcó el número de Alice pero jamás llamó. Su mirada estaba clavada en la puerta de entrada, observando estupefacto como una joven de tez blanca y cabello castaño ondulado sonreía de forma socarrona al verlo.

— Hola, Dean.

— ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Alice? —sus mejillas se tornaron rojas del coraje.

Danielle se limitó a reír. Su melódica risa ahora se asemejaba al graznido de un cuervo.

— ¿En verdad quieres saberlo?

— ¡¿Qué le hiciste?! —Se sentó de un salto y le miró con ojos desquiciados. Si le había tocado solo un cabello la mataría ahora mismo.

— ¿Yo? Nada. Ella sola se lo buscó —dice, escupiendo las palabras llenas de desprecio. Se aproxima a los pies de la cama, pero retrocede al ver que Dean intenta arremeter contra ella—. Tranquilo —le amenaza— o también tendré que acusarte ante la policía.

— ¿De qué hablas?

Las blanquecinas perlas que conforman su sonrisa se unen para formar un perfecto collar de cuentas, iluminando sus ojos.

— Alice fue arrestada por intento de asesinato hacia Logan.

— Desgraciada. —Sus manos se aferran al colchón hasta que sus nudillos se tornan blancos. El dolor en su brazo desaparece y repentinamente se siente con la suficiente fuerza como para borrarle su sonrisa ganadora. Solo necesitaba un golpe y le destrozaría la nariz, pero no podía hacerlo. Al menos no si quería liberar a Alice. El que lo metieran a la cárcel no era una buena opción. A no ser que eso sea lo que Danielle quiere y en tal caso no le daría el gusto.

MANIPULADO | Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora