Javier culiao, ahora me las va a pagar.

-Les agradecería que le avisaran a los amigos y no sé, cercanos a la joven. La mamá está en el servicio médico legal, vamos a hacer las pericias correspondientes- dijo la oficial y se fue junto con una patrulla.

Lo más difícil fue decirles a las personas lo que había pasado. La Feña llamó a la Cristal y yo llamé al Yelo. El weon me gritó y lloró por el teléfono. 20 minutos después estaban todos los chiquillos aquí, preguntando qué había pasado, pero con la Feña no podíamos hablar, todo fue muy rápido.

Nos llevaron a una plaza y compraron agua mineral para calmarnos, la Feña secó sus lágrimas con el puño y sorbió sus mocos.

-Volvió a consumir- murmuró con la voz quebrada- y se ahogó con su vómito.

Nadie dijo una sola palabra, lo único que se escuchaban eran los sollozos del Yelo, la Cristal, de la Feña y míos. Con la Feña queríamos ir al hospital para saber más de lo que le había pasado, pero los chiquillos nos convencieron de volver a nuestras casas y averiguar mejor mañana sobre las causas.

Obligados, volvimos y nos quedamos todos en mi casa, mi mamá no estaba, podría apostar que estaba con los padres de la Becca, eran muy amigos.

Cerca de las 2 de la mañana los chiquillos se fueron y me quedé solo. Decidí ir a dar una vuelta fuera de la casa de la Becca, algo en mí estaba convencido de que se asomaría por la ventana y me iluminaría su perfecta sonrisa blanca con esas margaritas tan características de ella.

Me quedé unos minutos con las manos en los bolsillos mirando su ventana, pero me vi interrumpido por la puerta de la calle, de la casa salió la oficial y me quedó mirando cansada, no por mí, sino que por la situación, o eso supuse.

-¿Estás mejor?- me preguntó y yo no le respondí.

-Ni un poco- le respondí aguantando las ganas de llorar. Toda la tarde en mi casa les lloré a los chiquillos, si seguía me quedaría sin lágrimas y sería patético la verdad.

-¿Puedo conversar un poco contigo?- se acercó a mí y nos sentamos en la vereda, no sé por qué acepté. Ella sacó una cajetilla de cigarros y me ofreció, acepté uno solo por pena y lo encendí con su encendedor- sabi que estos casos son por los que uno desearía no trabajar en el departamento de drogas. Estoy acostumbrada de tratar a narcotraficantes, weones perdidos y cuando acepté este caso juré que era una weona estúpida que estaba perdida en las drogas de pendeja que no sabía drogarse, pero como que te metes en la vida de ellos y te dai cuenta que no era así. Esta cabra tenía futuro y weon, esa wea de lata.

Ella hizo una pausa y miró el suelo, pude notar que estaba llorando.

-No sé por qué lloro weon, trabajo en esta wea, pero de verdad me da lata. Tuve que tratar con el hermano, él la vio y era un pendejo de 18 años mateo a cagar y que la adoraba. Sus papás también estaban pa la caga y tú, la otra niña, era una niña buena weon- secó sus lágrimas y suspiró dando una calada- de verdad que hay casos que marcan y este me marcó a mí, te lo juro.

-¿Me podi explicar bien qué pasó?- le pregunté secando lágrimas que se me escaparon.

-Consumió heroína cerca de las 23:15 horas, una dosis normal y de droga pura, o sea, de buena calidad. Se quedó dormida boca arriba y como reacción normal de la heroína se puso a vomitar, pero estaba tan drogada que no despertó y se ahogó. Murió alrededor de las 00:45 de la noche.

-¿Sirve denunciar al weon que le dio la droga?- le pregunté.

-Se entregó- apagó el cigarro en la vereda y sobó sus rodillas- fue su ex pololo.

Asentí y por primera vez sonreí en el día.

-El compadre se entregó y déjame decirte que está cagao, ese weon tiene cadena perpetua. Si quieres puedes declarar en su contra, pero no creo que sirva.

-¿Cómo se entregó?- le pregunté curioso.

-Fue a la comisaría y declaró todo.

Después de eso llegó el funeral, donde tuve que decir unas palabras y la Cristal también habló. Fue sorprendente ver a tanta gente reunida, la verdad es que nunca lo esperé, pero era bonito. Cuando terminó todo, nos fuimos todos a mi casa. La familia iba a ir a la casa de la abuela y nos invitaron, pero nosotros nos negamos.

Con el tiempo se fueron yendo todos, quedando en mi casa el Yelo, la Feña, la Cristal y yo. Sus mejores amigos y pololo.

Llámenos locos, pero tomamos una decisión y fuimos a su casa. Entramos con una llave que tenía la Feña y fuimos a su pieza, la cual estaba tal cual como siempre. Ordenada y con olor a ella, o sea, a perfume cítrico.

La verdad es que siendo objetivo, su pieza era como su propio museo de ella misma, todo caracterizaba su personalidad, cada rincón, y era innegablemente talentosa en el tema de dibujar.

Buscamos por todas partes su croquera con dibujo y la encontramos en su mochila. Cada uno eligió un diseño y decidimos tatuarlo, en honor a ella.

A ella y sus locuras.

Decidí tatuarme en todo el antebrazo izquierdo el minotauro del techo. Lo tenía dibujado en su croquera, no iba a ser difícil hacerlo igual, el Yelo decidió hacerse una mujer pez, no una sirena, si no que una mujer que tenía cabeza de pescado y piernas femeninas y se lo iba a hacer también en el antebrazo, la Feña se decidió hacer un gato que simulaba ser una luna en el tobillo y la Cristal una mano de Fátima en su muñeca.

Todos diseños de ella.

Editado 6 de diciembre 2017.

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