11.-Amigos que se comen.

275 37 9
                                    

Tienen que haber más de 30 grados, estoy muriendo de calor, me derrito.

Me puse de pie para ir a buscar un vaso de agua. Andaba con una polera gigante gris con un short azul de tela. Estaba llenando el vaso cuando siento que tocan la puerta, voy con toda la paja del mundo a abrir y me encuentro con un Edgar nervioso.

-Hola, que... sorpresa- sonrío y él me devuelve la sonrisa, sin embargo se seguía viendo nervioso.

-¿Podemos hablar?- me pregunta y yo asiento.

Tomo las llaves y salgo de la casa con vaso y todo. Andaba con unas chalas que me costaron mil pesos en el líder y con el pelo recogido en un tomate desordenado.

-¿De verdad vas a ir así?- me preguntó el Edgar y yo miré mis piernas.

-¿A dónde vamos a ir?

-A la plaza, pero si quieres ir a otra parte, me da igual.

-Voy a ir así- le resté importancia y fuimos.

Caminamos en silencio hasta la plaza y nos sentamos en una banca de cemento que había. Tomé un último sorbo de agua y dejé el vaso entre mis piernas. Esperé que el Edgar hablara, pero se veía muy nervioso o... incómodo.

-¿Vas a hablar?- le pregunté insistente.

-Es que no sé cómo decirlo- soltó una risa y yo puse los ojos en blanco divertida.

-Dame una pista- le pedí.

-Ayer me diste un beso, ¿Por qué lo hiciste?

-Porque lo sentí- creo que ya sé a lo que va esto- está bien, no te di la mejor explicación del mundo...

-No me diste ninguna explicación- me interrumpió y lo miré mal- perdona.

-Creo que me debo dar una oportunidad de dejarme querer, porque lo necesito y porque estoy dispuesta a darme esa posibilidad, de la misma forma creo que tengo que darte una oportunidad de entregarme todo ese amor que me has ofrecido durante años y yo te he rechazado- dije mirando mis piernas, no podría decir todo eso mirándolo a los ojos- si te comienzo a hacer daño, por favor dímelo y terminemos todo, no quiero herirte.

-¿Por qué dices que me vas a hacer daño?

-Porque no estoy bien- solté una risa sin gracia, una risa triste- vivo con miedo, con rabia y con mil demonios dentro de mí. Por las noches o a veces, cuando estoy sola, siento la necesidad de... consumir y... no sé, es difícil de explicar.

-Becca, te conozco hace mucho y con tus weas raras y todo, te amo, te amo más que a nadie.

Tomó mi mentón y me obligó a mirarlo. Secó una lágrima que cayó por mi mejilla y besó mi frente.

Me lancé sobre él y lo besé en los labios como con una necesidad de su esencia.

-¿Entonces qué somos?- me preguntó él divertido mientras se separaba de mí.

-Pololos no, aún- reí y él me siguió la risa- no le pongamos nombre a esto, solo, intentémoslo.

-¿Y si nos preguntan?

-Somos mejores amigos, amigos que se comen.

-¿Te puedo comer?- me preguntó coqueto.

-Sí, puedes hacerme lo que quieras- lo miré sugerente y él miró el suelo avergonzado- ¿Qué?

-No me digai esas weas.

-¿Por qué?

-Nada.

RiseWhere stories live. Discover now