19.- Un celoso tierno.

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-Hace tiempo que no venía para acá- comenté mirando los juegos.

-¿Qué es para ti hace tiempo?

-Más de tres años... mucho más- lo miré de reojo y seguimos caminando para comprar las entradas.

El Manuel se burló de mí por mi estatura, pero lo dejé, tampoco era algo que me acomplejara tanto, al contrario, me gustaba ser medianamente pequeña. No sé si ustedes consideren que medir 1,56 es poco, pero pololear con un tipo que mide más de 1,80 es para considerarme una hormiga.

Había muchas atracciones nuevas y la verdad, que al igual que pendeja de 7 años quería subirme a todos, pero TODOS los juegos. Más que una salida para que me perdonara el Manuel era una salida para mí, pero el Manuel estaba cagado de la risa... hasta cierto punto.

Más bien...

Hasta el boomerang.

-¿De verdad vas a vomitar?- le pregunté sin creerlo.

Estaba sentado en una banca agarrando su cara y con respiración irregular.

-Me siento mal- se quejó.

-Yelo, es como la sexta vez que te subes a este juego, no puedes ser tan llorón, de verdad no lo acepto.

-No me entiendes- se fue para el lado acostándose por completo en la banca.

-La verdad es que no, falta que nos subamos al raptor y al tsunami.

-No puedo más, voy a terminar vomitando.

-Pucha- hice un puchero y suspiré- bueno, voy a llamar a alguien.

-¿A quién?- preguntó confundido.

-A un amigo, me voy a tatuar.

-¿Qué?- preguntó confundido, como si hubiera escuchado mal- ¿Qué vas a hacer?

-Me voy a tatuar- dije simple.

El Manuel me logró convencer de que no hiciera weas y fuimos de vuelta a mi casa, eso sí, nos quedamos una media hora esperando a que se le fuera el mareo al Yelo, ya que estaba pa la cagá. Íbamos caminando por el pasaje para ir a mi casa cuando el Yelo me toma subiéndome a su hombro para correr, provocando que me pusiera a patalear y gritar como una loca. Logré bajarme provocando que los dos cayéramos al suelo de un golpe. Nos pusimos de pie limpiando nuestras ropas aun riéndonos.

Comencé a buscar las llaves en mi mochila, pero no la encontraba. Vacié todo en el suelo hasta que la encontré.

-Hola- escuché la voz del Edgar, provocando que levantara la vista. Al verlo sonreí, pero él estaba muy serio.

-Hola- saludé yo desde abajo. Guardé todo rápidamente y me puse de pie para darle un beso corto en los labios.

-Buena, ¿Cómo estay?- lo saludó el Manuel.

-Bien- noté la frialdad del Edgar y que estaba molesto por algo.

-¿Quieres comer algo?- le ofrecí al Manuel y el negó con la cabeza.

-No, estoy bien- dijo sonriendo. Me dio un beso en la mejilla y le dio la mano al Edgar para finalmente irse a su casa.

Nos quedamos con el Edgar en la entrada de mi casa, lo miraba con una sonrisa cómplice atenta y él evitaba mi mirada.

-¿Estás celoso?- le pregunté burlona.

-Sí- reconoció- ¿Qué pensarías si llego riendo y con la Feña en brazos?

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