14.- Mentir.

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-De verdad es muy lindo- me dijo la Cristal caminado al lado mío haciael pasto.

-¿El Bestia?- pregunté alzando una ceja y ella suspiró.

- Sí, weona, es que, no sé, siento que somos como almas gemelas ¿cachai?

-En lo único que se parecen es en que los dos son unos volados de mierda.

-Y eso mismo nos une, Becca, la marihuana podría unir corea del norte y el sur, acabar con la diferencia del socialismo y el capitalismo.

-Ponle color- me reí de ella- ¿has ocupado la cachimba?

-Sí, weona, es maravillosa.

-Buena, ¿tu mamá no te dice nada?

-No, como que igual le cuesta aceptar que fume tanta marihuana, pero ya está acostumbrada, tiene que estarlo, si fumo todos los días.

-¿Cuándo comenzaste?- le pregunté interesada.

-Como cuando estaba en séptimo, pero era por mi hermano mayor. Cuando estaba en primero medio lo comencé a hacer con amigos y weas así. Ahora consumo de manera espiritual y tengo mis propias plantitas, son mis hijas.

Solté una risa y puse los ojos en blanco con una sonrisa.

-Mi mamá cree que tengo un problema, en volá, cree que soy adicta o una wea así, pero yo sé que puedo dejarlo cuando quiera.

-¿Estás segura de eso?

-O sea sí, pero no quiero dejarlo- soltó una risa y yo la seguí- lo hago por placer, no por necesidad.

-No es mucha la diferencia entre ambos, pero la hay.

-No, de verdad, no tengo una dependencia de la wea.

-Hagamos una apuesta- le miré y ella me devolvió la mirada confundida- la que dura más sin fumar, yo dejaré el cigarro y tú los caños, la que dure más se gana alguna wea.

-Oh- me miró asombrada y soltó una risa- conchetumare, la wea difícil, pero bueno. ¿Cuántos cigarros te fumai diarios?

-Puta, no sé, entre 6 y 8, por ahí, depende del día.

-Eso es mucho- me miró preocupada y suspiró- también fumo mucho. Ya hagamos la wea,

(...)

-Te noto tensa- me dijo el Edgar poniendo un mechón de pelo detrás de mi oreja.

-Sí, es que estoy haciendo una apuesta con la Cristal para dejar de fumar.

-¿Y cuánto llevan?

Tomé mi teléfono y miré la hora con flojera.

-8 horas.

El Edgar soltó una risa y besó mi mejilla. Yo voltee la mirada encontrándome de frente con su sonrisa, en un movimiento rápido atrapé sus labios y comenzamos a besarnos de la forma más tierna que podrían pensar.

Él agarró mi nuca y se separó unos centímetros de mi boca, regalándome una pequeña sonrisa. Le devolví la sonrisa y lo volví a besar. Estábamos los dos solos y la temperatura no demoró en aumentar, al contrario, los dos nos encontrábamos en un abrir y cerrar de ojos en ropa interior, a un paso de acostarnos y disfrutar una tarde de buen sexo, como hace tanto tiempo no tenía.

La puerta de la entrada suena y con el Edgar hicimos oídos sordos, pero los golpes eran cada vez más insistentes, por lo que tuvimos que parar. El Edgar se vistió rápido y bajó a abrir, en cambio yo me demoré más.

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