4.- Lomitos.

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Narra Edgar

Iba bajando de la micro camino para mi casa, cagado de calor, vale la pena mencionar. El calor del verano me estaba matando realmente. A lo lejos pude ver como entraba al pasaje una mina con el pelo suelto, una polera gris grande que le tapaba el short que llevaba abajo y usaba zapatillas con casi 31 grados.

Era súper flaca y no me tomó más de 30 segundos reconocerla. Corrí hasta ella y cuando estaba lo suficientemente cerca tomé su brazo y la hice girar para verla, quizás fui un poco brusco.

En menos de 5 segundos sentí un puño en mi cara que me hizo caer.

-¿Edgar?- escuché su melodiosa voz, pero yo estaba en el suelo preocupado de que no se me haya salido ningún diente.

-Hola- saludé agarrando mi pómulo con dolor- weon, me dolió caleta.

-Deja ayudarte- me ofreció una mano y yo la acepté.

Me ayudó a ponerme de pie y pude ver lo cambiada y feliz que estaba. Su delgadez no era enferma como antes y sus ojos brillaban, su piel era blanca porque naturalmente era así, su pelo estaba peinado, limpio y brillante y su rostro no se veía demacrado y cansado, era otra Rebecca, una Rebecca que había desaparecido hace años atrás y que ahora volví a tener frente a mí, solo que más madura.

-Deja de mirarme, ven, vamos a mi casa te ayudo con lo que sea que te haya hecho- volvió a caminar y sacó las llaves.

Su casa estaba igual. Me senté en el sillón y ella fue a la cocina, me puse de pie de inmediato y fui al baño para verme, no tenía nada, pero me dolía caleta igual.

-¿Edgar?- me llamó y salí del baño. Al verme extendió una bolsa con hielos y yo la recibí, agradecí con la mirada y ella infló sus mejillas- ¿Qué onda?

-¿Con qué?- pregunté sin entender.

-Con todo, tu vida, estudios, lo que sea.

-Ahí, bien supongo, todo piola- respondí apretando un poco la bolsa y quejándome al tacto- ¿tú?

-Honestamente, bien- respondió ella sobando sus rodillas- ¿Por qué no me fuiste a ver más?

Temía que preguntara eso y la verdad es que yo tampoco sabía, solo dejé de ir.

-No te mentiré, pero tampoco lo sé. Quizás me dolía verte y saber que estabas sufriendo allá dentro, no sé, Becca.

-Te necesité caleta y no estabas para mí- me miraba fijamente, su mirada no expresaba nada, pero para mí esa nada lo era todo.

-Perdona, pero estaba preocupado por ti, aunque no haya ido a verte.

-Se nota- ironizó, bajó la mirada y pasó su lengua por sus dientes- pero ya pasó. No puedo estar enojada contigo, tú me salvaste después de todo.

Me dio una sonrisa hermosa, de esas que solía darme antes, pero que desaparecieron con el tiempo. Pensé que esa sonrisa nunca volvería.

-¿Qué pensai hacer ahora?- le pregunté.

-Estudiar y trabajar, postulé a varias universidades, dudo que me acepten por la fecha, pero puta, ojalá funcione, quiero mantenerme ocupada.

-¿Y en qué queri trabajar?

Ella alzó sus hombros dándome a entender que no sabía.

Me fue a dejar a la puerta un rato después y me devolví a mi casa. Vi mi mejilla y se estaba poniendo morada, perfecto, me pegó una mina y me dejó una marca.

RiseWhere stories live. Discover now