Mi mano derecha se escabullo bajo su ropa interior, e inevitablemente mis inquisitivos dedos viajaron hasta su entrada, acariciándola suavemente y haciendo un poco de presión para introducir un digito, comenzando a silenciar sus encantadores gemidos en un pasional y demoledor beso que nos dejó sin aliento, obligándonos a separarnos por segundos, dándome el placer de limpiar con mi lengua aquel fino hilillo de saliva que resbaló por la comisura de sus labios, antes de volver a enfrascarnos en un nuevo beso, mucho más demandante que el anterior.

Y vaya que era una sensación adictiva probarlo, embriagándome por el mar de emociones y sensaciones  que amenazaban con dejarme a la deriva. Realmente no podía contenerme ni un segundo más, repentinamente era como si mi cuerpo acabara de comprender que no podía empotrarlo contra la pared más cercana, bajarle la ropa interior y penetrarlo con salvajismo, iniciando un vaivén fuerte y rudo debido al embarazo.

Así que me obligue a separarme un poco de sus labios, los cuales se encuentran levemente hinchados por tanto beso, observándolo recargarse sobre la isleta de la cocina, mientras un diminuto sonrojo va tiñendo sus mejillas conforme acorto la distancia entre ambos, sentándolo sobre la isleta para estar a la misma altura.

—Te hare gemir tan fuerte mi nombre, que quedaras afónico... zafirito.

—No creo que seas capaz —me reta con una sonrisilla prepotente, separando sus piernas y jalándome de la corbata para volver a cazar mis labios en un beso rudo y demandante, invadiendo mi boca en busca de su compañera de juego, separándose levemente cuando la falta de aíre se vuelve un problema—, ni hoy ni nunca —sentencia con mofa.

—Disfrutare hacerte cambiar de opinión.

—Idiota... —farfulla enredando sus brazos alrededor de mi cuello, mientras comienzo a levantar el suetercillo que trae, dándome el gusto de acariciar su vientre, por lo que termino inclinándome para besarlo con dulzura—. No hagas eso...

—Eres precioso...

—Lo sé... ¿vas a meterla o me adularas toda la tarde?

—Voy a hacerte el amor.

—No necesito que me hagas el amor —rió—. Simplemente quiero sexo, Sebastián.

—Y lo tendrás.

Sin decir nada más, le ayude a bajar de la isleta, comenzando a caminar hasta su cuarto mientras le sujetaba de la mano, ni siquiera sé que esperar con él, así que en cuanto entramos volví a cazar sus labios en un apasionado beso carente de lujuria e impreso de todo lo que no puedo transmitirle con palabras el cual no quería terminar.

Al separarnos para tomar aíre, aproveche el momento, y le quite el suéter negro que traía, dejando al descubierto su lechosa y suave piel, permitiéndome acarician sus botoncitos en lentos movimientos circulares, sonriendo al darme cuenta que se está volviendo demasiado receptivo gracias al embarazo. Y sin perder más tiempo, comencé a besar su cuello, bajando hasta sus pezones los cuales empecé a llenar de mimos, acariciándolos y jugueteando con ellos, deslizando mi lengua hasta hacerlo arquear la espalda, aferrándose y retorciendo las sabanas entre sus manos con cada lamida, sobre todo cuando he apresado uno entre mis dientes, mordiéndolo con sutileza, haciéndolo gemir y temblar entre mis brazos. 

Deliberadamente, comienzo a besar el centro de su pecho, descendiendo lentamente hasta su vientre, pero no hace amago de separarme, ni siquiera un poco, tan solo hunde los dedos en mi cabello, tirando de él con fuerza, sumergiéndonos en un mundo alterno por un corto periodo de tiempo que me encantaría resguardar por toda una eternidad en una burbuja impenetrable.

Sexo casualWhere stories live. Discover now