Tan sólo... bésame

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Ciel Phantomhive Pov

Jadeante y con el corazón latiendo a mil por hora, no podía pensar claramente. Algo dentro de mí me gritaba que todo lo que acababa de hacer era un completo error, mi subconsciente me recriminaba por mi conducta, por ser tan impulsivo y por no medir las consecuencias de mis actos —como si siempre lo hiciera—. Nunca lo soy, siempre me considere prudente, pero cuando se trata de Sebastián todo eso queda en el olvido, tampoco me arrepiento, lo deseaba y en medio de la noche llegue aquí, no precisamente porque esperaba tener una noche de sexo, sino para despejar mi mente, y verlo fue un plus.

Entre el vasto mar de confusiones que armo mi mente, sólo había una cosa clara y era que lo necesitaba a él, ansiaba verlo, tocarlo y sentirlo en un nivel más allá de lo correcto. Traspase la barrera de lo moralmente apropiado, volviendo a quebrar la confianza que Claude depósito en mí unas horas antes. No lo sabe, es obvio, pero tampoco me puedo quedar callado, no debo, aun así me obligo a mirar a Sebastián en cuanto se ha separado completamente de mí.

Su rostro se ha ensombrecido dando paso al arrepentimiento y a la preocupación que se apodera de él, como si hubiese cometido el peor crimen de la historia. No lo culpo, yo mismo estoy siendo invadido por un maldito sentimiento que me recuerda que Claude no se merece esto. ¡Nadie lo merece! ¿Qué debo hacer? Me pregunto incesantemente, pero ni siquiera yo lo sé, tan sólo me incorporo en la cama mirando hacia la nada, como si estuviese perdido. Tal vez todo sería más fácil si Sebastián no hubiese puesto esa maldita cara de culpa.

—Ciel… escucha…

—Fue mi error —tajo frustrado, mientras me levanto con el afán de buscar mi ropa—, nunca debí venir aquí, tan sólo…

Su mano aprisiona con fuerza mi muñeca, jalándome bruscamente hacia la cama, logrando que caiga de espaldas en el colchón. Mi cerebro tarda una jodida eternidad en procesar lo que está pasando, sinceramente no entiendo nada, tan solo observo en Sebastián la expresión de un hombre famélico, guiado por una acuciante necesidad sexual, una que no creí posible. Mis labios son cazados con salvajismo, excitándome como nunca antes en un solo contacto demoledor.

Siento como su húmeda lengua se abre paso en mi cavidad bucal, mientras sus grandes manos me toman sin ninguna delicadeza, acomodándome sobre la cama, de tal manera que su cuerpo aprisionando él mío. Su sexo se frota con descaro en mi entrada haciéndome gemir como un cualquiera, preguntándome en qué puto momento logro separar mis piernas para acomodarse entre ellas. ¡Qué más da! ¡Maldito perro! No entiendo cómo logra cambiar mi humor, mis pensamientos y todo mi ser en cuestión de segundos, los mismos que le toma a mi cuerpo derretirse entre sus brazos.

Vibro y me estremezco conforme la temperatura de nuestros cuerpos asciende hasta asfixiarnos. La falta de aíre se hace presente y se ve en la necesidad de soltar mis labios, sólo lo suficiente para volverlos a cazar en un beso lleno de lujuria y desesperación, como si me quisiera robar el alma en un solo contacto, candente e impreso de un salvajismo puro. Siento su lengua danzar al compas de la mía, mientras sus manos ascienden desde mi cadera, obligándome a levantar los brazos, con el único propósito de sujetarlos sobre mi cabeza.

Su mano izquierda aprisiona mis muñecas y la derecha vuelve a descender, acariciando mis pezones con rudeza hasta estremecerme. Suspiro entre sus labios, mientras todo mi cuerpo es recorrido por una placentera corriente eléctrica que me quita el aliento. Es entonces, cuanto noto su mano derecha bajo mis caderas, elevándolas solo lo suficiente para penetrarme de manera ruda, casi bestial, iniciando un mete y saca constante, que poco a poco aumenta de potencia.

Cerré los ojos con fuerza, apretando los puños, conforme sus estocadas se volvían más intensas. En la habitación solo se podían escuchar mis gemidos siendo acallados por sus expertos labios, mientras su cadera chocaba contra mi trasero en un plac-plac constante, casi vulgar, el mismo que aumentaba mi libido a mil. Si seguía así no iba a durar micho tiempo, sobre todo porque mi miembro se rosaba contra su duro abdomen, sintiendo como su cuerpo se perlaba en sudor rápidamente debido al esfuerzo.

Sexo casualWhere stories live. Discover now