Decisiones

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Sebastián Michaelis Pov

Decir que me quede petrificado es poco. Mis manos seguían inmóviles alrededor de la pequeña cintura de Beast, mientras ella, ajena a todo este alboroto, continuaba jugando con el reloj de mi muñeca. Ni siquiera era capaz de levantar la vista y observar mi caótico alrededor, todo lo escuchaba como sonidos de fondo, desde los incesantes gritos de aquel maldito rubio, hasta los odiosos comentarios de los que me rodeaban, quienes parecían disfrutar del espectáculo. Estaban atentos a lo que pasaba tal cual lo haría un reportero, solo les faltaba sacar la cámara y comenzar a hacer preguntas incómodas sobre la vida privada de mi hermano, sin la más mínima intención de perderse hasta el más ínfimo detalle. 

Vaya, podría sonar estúpido, pero por un segundo, sentí las miradas de todos los invitados sobre mi persona, señalándome y juzgándome por algo, dando el veredicto de culpa sin que pueda refutar algo. Era casi como si supieran que yo era o fui el "amante" de Ciel, el hombre que se acostó con él en repetidas ocasiones, el mismo hombre junto al que protagonizó un jodido vídeo porno en un maldito elevador, y la cerecita del pastel viene siendo el hecho de que Claude es mi hermano. Creo que a eso también hay que agregarle que existe la posibilidad de que yo fuera el padre de bebé que espera Ciel, si es que está embarazado.

—Sebastián...

—Esto no tenía que pasar —levante el rostro, observando el semblante serio y hasta cierto punto, relajado de Agni—. Él debía casarse, lo sabes... yo no puedo... 

—¿Realmente piensas eso?

—No lo sé.

—Hay cosas que aún son inciertas, no deberías sacar conclusiones apresuradas.

—Son todo menos apresuradas —alegue, soltando un quedo suspiro.

—No lo son —su voz era un murmullo, uno tan bajo que se me dificultaba entenderle, pero dadas las circunstancias, era lo mejor, y es que si llegaba a elevar un poco el tono cualquiera podría escucharnos—. Las probabilidades son muy altas, creo que están a tu favor.

—En mi contra.

De un momento a otro me sentía perdido y sumamente agotado, lo peor es que conforme pasaban los segundos mi energía parecía ser drenada de mi cuerpo. Sin mencionar que mi mente estaba a punto del colapso. Apenas y era capaz de encargarme de Beast y de mí. Había momentos en que quería arrojar todo por la borda y salir corriendo sin mirar atrás, olvidarme de absolutamente todo y ser libre completamente, no quería más responsabilidades ni problemas, es un hecho que no puedo con los actuales y en vez de resolverlos parece que voy anexando más y más. No niego que la idea de una familia estable es tentadora, pero no ahora, no así, mi mente y mi cordura penden de un hilo que amenaza con romperse en cualquier puto momento.

—¡Yo te amo, Claude! ¡Jamás te traicionaría, te lo dije cientos de veces! —Chilló el rubio con un irritante tono de voz—. ¿Y qué obtengo, eh? ¡Dime! ¡¡¿Qué prefieras a una puta ramera cómo Phantomhive?!! No es justo... ¿Por qué él y no yo? ¿Por qué no puedes elegirme a mi aunque sea una maldita vez?

Los cuchicheos cesaron y todo el lugar quedó sumido en un incómodo silencio, parpadee varias veces y me obligue a concentrarme en el ahora. Claude bajó del altar con un semblante asesino, y encaró al rubio quien le miraba con sorpresa o puede que alegría, ignorando olímpicamente el espectáculo que acababa de montar, sonrojándose como si fuera él quien está a punto de casarse en la boda de sus sueños. No sé, probablemente piense que mi hermano finalmente aceptara sus sentimientos o algo por el estilo, lo cual es más que absurdo —una aberración— todos se han dado cuenta de que Claude sólo está conteniendo las ganas para no lanzarse hacia él, propinándole una paliza. Evidentemente, no me sorprendió verlo tomando del cuello de la camisa a Alois, acercando su rostro al contrario.

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