Una palabra

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Sebastián Michaelis Pov

Apreté los labios mientras enterraba las uñas en las palmas de mis manos. Le había dicho a Ciel que lo nuestro fue un momento, como si no tuviera importancia y lo deje marchar, deje que se fuera cuando todo lo que anhelaba era estrecharlo entre mis brazos, pero no le podía hacer esto a Claude, ni a Ciel… no soy como cree, no soy alguien bueno para él por muchos motivos. Sólo bastó un par de horas para conocerlo, para saber que ama la paz, la calma, la monotonía y la tranquilidad, todo lo que yo no puedo darle.

Pase la mano por mi cabello, desordenándolo, maldiciéndome por anteponer la felicidad de alguien más a la mía. Sé que Ciel llorara por lo que le dije, sé que se molestara e incluso podría odiarme, pero con el tiempo estará bien, porque es lo mejor para ellos, aún si eso significa dejar ir una parte de mí… es irónico y muy probablemente estúpido —absurdo—, pero no se necesita mucho para enamorarte de alguien como Ciel, de sus gestos y de su complicado carácter, uno que oculta resplandecientes sonrisas, miradas cómplices y palabras dulces disfrazadas de frialdad.

Durante años he sido un desconocido en la vida de mi hermano, así que no puedo llegar y volverle arrebatar a la persona que tanto ama, mucho menos cuando tengo una responsabilidad con Gregory, con Beast… conmigo mismo. No sé, si es bueno o malo el hecho de que lo admita, pero con una dificultad monstruosa cuido de mi hija, mientras me repito que tomar una botella de alcohol, inhalar cocaína, o salirme a dar la vuelta, buscar problemas y desaparecer por días no entra dentro del papel de buen padre o buen esposo. Así que ese soy yo, un completo caos… sólo eso.

Suspire frustrado, resintiendo el peso de mis palabras mientras caminaba hacia la ventana, observando a Ciel entrar en su auto, el mismo que estaciono a una calle de distancia. Logre verlo justo en el momento que entramos al edificio, por eso mismo no lo seguí, y es que si lo hacía, correría a estrecharlo entre mis brazos, mientras tenía un derroche de palabras llenas de sentimentalismo absurdo que acabaría por dañarlo más a él. Abrí la ventana, dejando que el viento helado inundara el cuarto, y aun desde esta distancia, pude escucharlo llorar, haciéndome sentir peor. Y dentro de mí, me decía que de esta forma solo lo haría llorar una vez, en cambio, si estaba a mi lado sería algo constante hacerlo derramar lagrimas, y no precisamente porque lo desee, al contrario, quiero que sonría, por eso dije todo aquello.

Al final, me quede ahí de pie, hasta que el auto arrancó, ni siquiera cerré la ventana, tan solo me metí al baño, dándome una ducha rápida, al salir, cambie con cierta desesperación las sabanas, las cuales olían como él. Era una mezcla entre rosas y menta… no sé, simplemente era un aroma cautivante, uno que debo olvidar cuanto antes, regresando a mi antigua fachada, una que amenaza con romperse.

•••

—No deberías fumar.

Expulse el humo con lentitud, antes de girarme para ver a Agni. Mantenía aquella expresión serena, la misma que le acompaña desde que le conozco, aunque por primera vez, decidí ignorar sus palabras y me gire nuevamente, contemplando un punto fijo en la pared, dándole una larga calada al cigarrillo, reteniendo el humo por varios segundos. Y sin ninguna emoción plasmada en mis facciones, le extendí la cajetilla y el encendedor, invitándole a tomar uno, pero como siempre, negó suavemente con la cabeza, sentándose a mi lado con pesadez.

—Es el primero —dije lacónico.

—¿De la hora? —Ironizó con un deje de molestia, tomando cenicero, llevándolo a la cocina, y vaciando su contenido—. Nunca te había visto fumar tanto, ¿qué tienes?

—Nada por lo que debas preocuparte.

—Son las cinco de la tarde y el cenicero tenía alrededor de treinta colillas, como si hubieras prendido uno tras otro —se volvió a levantar, solo que esta vez, comenzó a abrir las ventanas, ventilando el cuarto—. Y tu bote de basura tiene una botella vacía de whisky y en la mesa de noche hay una de brandy, pero no es eso lo que me preocupa, sino el hecho de que al llegar me abrió Beast la puerta y tú ni por enterado.

Sexo casualWhere stories live. Discover now