—Siempre le digo que cada que toquen la puerta se fije por el mirador quien es, y que sólo abra si eres tu o Claude… así que está bien…

—Sebastián, tiene tres años —su expresión pasó de la calma a la seriedad absoluta—, no esperes que siga todas tus instrucciones al pie de la letra, cuando su padre es incapaz de comportarse como tal.

—¿Y qué pretendes que haga? —le mire con molestia, poniéndome de pie, caminando hasta la cama en donde me deje caer, luego de apagar bruscamente el cigarrillo en el cenicero.

—Que la cuides —respondió con simpleza, soltando un sonoro suspiro—. ¿Y bien?

—¿Qué?

—¿Qué tienes?

Con molestia me volví a poner de pie, yendo hasta la ventana, respirando sonoramente como si el aíre de mi propia habitación me sofocara. No iba a admitirlo, pero desde ayer en la noche he desatendido a Beast a tal grado que no recuerdo que es lo que desayuno, o si lo hizo. Sé que alrededor del medio día, toco la puerta preguntando si podía comerse el paquete de galletas y el jugo de manzana. Decir que soy mal padre es poco, ya que solo respondí que si, pidiéndole que vea la televisión y que no me molestara.

—Ayer llamaron del hospital… Gregory sufrió un infarto, pero lograron estabilizarlo —frote mi rostro en claro signo de frustración—, así que termine por ir, y el médico me volvió a sugerir desconectarlo, esta vez anexo la posibilidad de que se convirtiera en donante. Y al igual que hace un mes, no pude decidir, menos con Beast ahí. Una hora después de llegar a casa, aparece Claude con esto —del bolsillo de mi pantalón, saco una bola de papel, lanzándosela a Agni.

Extrañado, la tomó y desdobló, intentando alisarla para poder leerla mejor. Se trata de la invitación a la boda de Ciel y Claude… la leí tantas veces repasando con las yemas de los dedos las finas letras en cursiva que, podría recitarla de memoria, sin saber cómo sentirme realmente. Molesto, frustrado y decepcionado son las primeras opciones, pero ninguna me es suficiente. No me bastan.

En cuanto la tome entre mis manos y vi de que se trataba, tan sólo fui capaz de murmurar: felicidades —uno demasiado falso, pero era lo mejor que pude decir— mientras mi mente se perdía, ignorando todo lo que Claude me decía con una expresión que interprete como alegría. Pude decirle que era muy desconsiderado de su parte invitarme a su boda con un chico que me cautivo desde el momento en que lo vi, pero eso delataría muchas cosas, así que preferí callar.

—Sebastián…

—Soy incapaz de tomar una decisión con respecto a mi esposo —me apoye en el marco de la ventana con demasiada fuerza, como si temiera caer de rodillas en cualquier momento—. No me atrevo a decirle a Beast que paso con Gregory… ni siquiera puedo cuidar de ella… no sé si quiero cuidar de ella —solté, tomando otro cigarrillo, encendiéndolo con las manos temblorosas—, y por algún motivo, deseo que esa boda nos e lleve a cabo. Así de egoísta soy, Agni…

—Tú mismo lo has dicho. Gregory significó todo en tu vida los últimos diez años, pero es momento que lo dejes ir. Acepta que es parte del pasado, uno que jamás volverá —su mano se deslizó por su cabello, desordenándolo—. No puedes mantenerlo atado a una cama de hospital eternamente. Sebastián, él esta…

—¡No lo digas! —Interrumpí con brusquedad.

—Beast no puede vivir en una mentira eternamente. Y has podido cuidarla los últimos tres años, la adoras, es tu hija, así que no digas estupideces —tajó—. Respecto a lo último, tú así lo decidiste, tú quisiste que Ciel se quedara con Claude, así que se convertirá en tu cuñado quieras o no. Te toca ir a su boda y felicitar a la feliz pareja que ayudaste a continuar adelante. Según tú, es lo mejor, pero la verdad es que solo tienes miedo. Y lo triste de todo es que nunca sabrás si lo suyo pudo funcionar, porque decidiste terminar con todo antes de empezar. Tampoco estas tan arrepentido de dejarlo con tu hermano —me miró directamente a los ojos—, de lo contrario ya hubieras ido a por él.

Sexo casualWhere stories live. Discover now